Un actor contra todos los ‘machirulos’: por qué Will Ferrell se convirtió en el gran cómico de su generación
El actor protagoniza junto a Reese Witherspoon ‘¡Estáis cordialmente invitados!’, nueva película de Prime Video donde profundiza en uno de sus papeles arquetípicos: el de hombre orgullosamente sensible y “blandengue”
En agresiva estrategia de captación para el público de humor milenial, la nueva película original de Amazon Prime Video forma una conjunción inédita: parece, a la vez, un romance de Reese Witherspoon y una comedia absurda de Will Ferrell. El segundo sale en el cartel no solo junto a su coprotagonista, sino forcejeando con un caimán, en línea genealógica directa con antecedentes como El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (2004) o Semi-profesional: Un equipo de pelotas (2008), donde peleaba con sendos osos. Disponible en la plataforma desde el 30 de enero, se titula ¡Estáis cordialmente invitados! y ofrece una mezcla de los estilos de dos estrellas que, hasta ahora, solo habían coincidido en un sketch de Saturday Night Live del año 2001. La unión entre los dos mundos se da a través de un argumento sobre bodas programadas por error en el mismo lugar, excusa para explorar territorio conocido en ambas filmografías. Witherspoon (hermana de una de las novias) es una mujer altiva y cosmopolita obligada a reconectar con sus raíces; él (padre de la otra novia), un hombre de conducta inmadura pero también sensible.
En el caso de Ferrell, se trata de una variación en sintonía con sus papeles de la última década: de los padres blandengues temerosos de fracasar como modelos masculinos, entre Padres por desigual (2015) y Un desastre de altura (2020), a los custodios de la infancia preocupados porque nada cambie, de La LEGO Película (2014) a Barbie (2023). El actor californiano de 57 años encarna en ¡Estáis cordialmente invitados! a un hombre viudo consagrado a su hija, que recibe de forma agridulce la noticia de su próximo matrimonio y el consiguiente cambio de ciclo. Aunque la película no sea un vehículo enteramente diseñado a su medida, los fans de Ferrell todavía pueden llevarse de ella una descacharrante rendición de un clásico de Kenny Loggins y Dolly Parton a cargo del intérprete y su hija en la ficción (el talento cómico en alza Geraldine Viswanathan) o un chiste sobre niñas con uniforme nazi que podría haber estado en cualquiera de sus grandes comedias.
Dicho de otra manera, desde una perspectiva de mediana edad, Ferrell continúa dotando de matices uno de los temas por excelencia de su cine. “Las películas de Will Ferrell y su personaje cómico giran en torno al cuestionamiento de la masculinidad”, afirma a ICON el doctor R. Colin Tait, historiador de cine y televisión. “A menudo, esto significa poner de relieve el absurdo y el fracaso de las normas masculinas obsoletas, como el machismo exagerado de Ron Burgundy en El reportero. Otras veces, los personajes de Ferrell exploran los mitos y estereotipos de la masculinidad moderna, como Frank El Tanque en Aquellas juergas universitarias [2003], cuyo comportamiento extravagante se deriva de su incapacidad para adaptarse a la cambiante dinámica familiar”.
Tait publicó en 2014, dentro de la revista The Communication Review, un artículo sobre el humor de Ferrell titulado Masculinidad absurda, donde indagaba en el interés recurrente del intérprete en personajes dotados de una cierta “histeria masculina”, como canalizador de la crisis de identidad de los hombres en el siglo XXI. Sus arcos narrativos frecuentemente trazan el viaje de una “masculinidad fija y retrógrada” a una superación de “prejuicios y defectos”. “El trabajo de Ferrell revela una vena subversiva que critica la masculinidad al tiempo que invita a los hombres a expresar emociones, afecto y vulnerabilidad, ya sea en la exagerada camaradería de Hermanos por pelotas [2008], la dulzura de Buddy en Elf [2003] o el beso entre personas del mismo sexo en Pasado de vueltas [2006]”, argumenta el académico, que extiende ese interés en la ridiculización de la masculinidad contemporánea, “tóxica y anticuada”, al conjunto de los humoristas del Frat Pack, la generación de Ben Stiller, Steve Carrell, Vince Vaughn, Owen Wilson, Paul Rudd y el propio Ferrell. “Películas como Virgen a los 40 [2005], De boda en boda [2005] o Hermanos por pelotas exploran la lucha de los hombres contra los cambios políticos y socioeconómicos”, asevera.
Amistad por encima de todo
El historiador R. Colin Tait cree que una parte de la crítica no ha prestado suficiente atención a lo que contaban las películas de Will Ferrell –o no lo han hecho hasta que se ha producido su entronización popular y cristalización memética, caso de, prácticamente, la mitad de líneas de diálogo de El reportero–. Sin embargo, no le resulta inadvertido que algunas de sus propuestas, para otro grupo de espectadores, crearon “oportunidades para que algunos malinterpretaran la sátira y adoptaran los comportamientos exagerados de personajes como Ron Burgundy como aspiracionales”. Sector que, probablemente, se habrá llevado las manos a la cabeza cuando el actor ha puesto en práctica en la vida real la ternura, capacidad de empatía y rechazo a posturas retrógradas que representa en su corpus cómico.
El pasado otoño, Ferrell estrenó en Netflix el emotivo documental Will y Harper (2024), donde el actor se reencontraba con una de sus mejores amigas, la guionista Harper Steele, después de que ella saliera del armario como mujer trans durante el confinamiento por el coronavirus. Steele lleva escribiendo chistes para Ferrell desde principios de milenio en Saturday Night Live y es autora de varias de sus películas más excéntricas, como la hablada en español Casa de mi padre (2012), la parodia del cine de sobremesa Adopción peligrosa (2015) o el musical Festival de la Canción de Eurovisión: La historia de Fire Saga (2020). En Will y Harper, la pareja emprende un viaje por EE UU y, durante el camino, la confianza entre ambos da pie a una suerte de “todo lo que usted quiso saber y nunca se atrevió a preguntar a una mujer trans”.
Aunque el punto de vista predominante es el de él (la película también funciona como manual sobre cómo actuar cuando una amistad transiciona), el gesto tiene valor en un contexto, el de la comedia masiva, donde lo trans solo parece existir para hablar de libertad de expresión u ofensa. El documental tampoco omite las experiencias de transfobia que sufre Steele, frente a un Ferrell al que llegamos a ver llorando ante la maldad con que tratan a su amiga o corrigiendo a personas que se refieren a ella por el género erróneo.
Que el humorista se toma la amistad en serio es algo que sus aficionados ya tuvieron ocasión de comprobar en 2021, cuando el cineasta Adam McKay, estrecho colaborador de Ferrell –le dirigió en El reportero, Pasado de vueltas, Hermanos por pelotas, Los otros dos (2010) y Los amos de la noticia (2013), todas coescritas entre ambos–, admitió que habían dejado de hablarse después de que Ferrell se sintiera traicionado por no obtener un papel que le había pedido expresamente. McKay y Ferrell anunciaron el cierre de su productora, Gary Sanchez, a través de la que produjeron sus películas, los vídeos de la plataforma Funny Or Die o uno de los fenómenos televisivos modernos, la serie Succession (2018). Para el periodista especializado en comedia Saul Austerlitz, “sus colaboraciones con McKay fueron, en general, más sólidas que las películas que siguieron”, si bien reivindica trabajos como Will y Harper o su musical de Eurovisión.
“Ferrell fue el coguionista de muchas de sus películas de mayor éxito”, recuerda el periodista a ICON. “Lo que estas películas tienen en común es un interés persistente en los hombres infantiles y ensimismados que se ven obligados a madurar tardíamente. El humor se encuentra en lo mucho que Ferrell arrastra los pies en el camino a la madurez”. Austerlitz es el autor del libro Kind Of A Big Deal (2023), dedicado a los entresijos de El reportero, con entrevistas a sus principales responsables. Cree que la película, que relata hilarantemente el trauma que supone para unos hombres la llegada de una mujer a un noticiero local en los años setenta, merece ser considera la comedia “más icónica” del siglo XXI y en el libro se detiene a analizar su discurso sobre feminismo, medios, masculinidad frágil o la nostalgia. De McKay, dice que las películas de prestigio que ha rodado después, como La gran apuesta (2015), El vicio del poder (2018) o No mires arriba (2021), “han tomado los trasfondos políticos de una comedia pura como El reportero y los han llevado a la superficie”. “Respeto profundamente su deseo de dar un giro como cineasta, en especial en el actual momento de agitación política”, agrega el especialista.
Padre de tres hijos de 20, 18 y 15 años y casado desde el año 2000 con la actriz y productora sueca Viveca Paulin, a la que conoció a mediados de los noventa en clase de interpretación, Ferrell acumula un cuarto de siglo de estrellato. Estuvo en gags históricos del Saturday Night Live como el de More Cowbell, el de What Is Love –que acabó teniendo largometraje propio, Movida en el Roxbury (1998)– y fue el presidente Bush (a quien se negó a conocer en la vida real), hasta que el éxito de Elf le convirtió en un rostro popular de la gran pantalla. “Ferrell estaba dispuesto a ir más lejos que la mayoría de cómicos en busca de una carcajada, ya fuera corriendo desnudo por las calles en Aquellas juergas universitarias o dejándose un bigote ridículo en El reportero”, dice Saul Austerlitz acerca de su conexión inmediata con el público masivo.
El cómico sigue ejerciendo de productor con otro sello, Gloria Sanchez, una antigua división del extinto Gary Sanchez creada en 2014 para dar salida a proyectos con mayor presencia femenina, delante y detrás de la cámara. Éxitos dirigidos por mujeres han salido de ahí, como Estafadoras de Wall Street o Súper empollonas, ambas de 2019. En una entrevista en The Hollywood Reporter Will Ferrell ofrecía una versión distinta de la ruptura con su socio Adam McKay: “Él quería hacer una cosa, otra y otra, quería crecimiento y una esfera de influencia, y a mí me parecía que eran demasiadas cosas de las que estar pendiente. La idea de ver una valla publicitaria y decir ‘Oh, ¿estamos produciendo esto?’... No lo sé”.
La cofundadora de Gloria Sanchez, Jessica Elbaum, alababa en aquel perfil al actor y productor justo por lo contrario, su cercanía y empeño en conocer los proyectos, los guiones y la gente que los lleva a cabo. También incidía en su propensión al humor extraño, a hacer posible que determinadas cosas existiesen o sucediesen solo por parecerle divertidas como concepto: de anuncios rarísimos de cerveza a un proyecto de musical de Broadway sobre el Coro del Ejército Rojo. Tal vez eso explique su aparición súbita a finales de diciembre, en un partido de hockey, vestido como su personaje en Elf pero con un cigarro, una cerveza y barba de varios días, fuera del marco de ninguna promoción. Preguntado allí por una periodista, simplemente respondió: “Ha sido un periodo de fiestas duro”. Sin miedo a la vulnerabilidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.