Waris Ahluwalia, el hijo de migrantes que reinventó la elegancia: “Si llevas un traje bonito pero tratas mal a los demás, no tienes estilo”
Se le puede llamar actor, diseñador, empresario o modelo, pero Ahluwalia es ante todo una especie de muso y esteta que nació en India, tiene un día en su honor en Nueva York e inspira a creadores en todo el mundo

Lo hemos visto en películas, en campañas de moda, en fotos de fiestas. Un tipo impecablemente vestido, siempre con su turbante y la camisa con tres botones desabrochados. Tan atractivo que nos resulta familiar, como quien se confunde y saluda a alguien de la tele pensando que es un vecino. Ese tipo es Waris Ahluwalia (Amritsa, India, 50 años), actor y diseñador de currículum extenso e inclasificable. Ha trabajado con cineastas como Wes Anderson, Spike Lee y Luca Guadagnino, colaborado con Gap, APC o Gucci, diseñado joyas, creado su propio té, y participado en proyectos de conservación medioambiental. Hasta tiene día propio en Nueva York, ciudad a la que se mudó con sus padres cuando era niño. Es el 19 de octubre y fue instaurado en 2016 por el alcalde Bill de Blasio como reconocimiento al “poderoso” mensaje de Ahluwalia, que es sij, en pos del entendimiento y la tolerancia entre religiones.
“Me gusta bromear diciendo que Dios es mi agente y que ha hecho un buen trabajo. Tengo cero quejas”, dice Waris entre risas. “He tenido una vida fascinante, que nunca habría podido prever”. Lo cierto es que la intervención divina tuvo con él bastante buen ojo y que, de la pila de concesiones celestiales, a él le fueron asignadas las que dan buenas anécdotas. En 2005 participó en su primera película, Life Aquatic, después de coincidir con su director, Wes Anderson, en una concentración por la paz frente al edificio de las Naciones Unidas. Más adelante Spike Lee le llamó para Plan oculto (2006) tras pedirle su teléfono a Willem Dafoe. “Las cosas se me han ido revelando pero también es verdad que después me dedico de lleno”, comenta desde su casa neoyorquina.
Para el reportaje de ICON, nos encontramos con Waris en Londres, una de sus ciudades favoritas. “Tiene mucha historia, y un lado oscuro que mi parte melancólica aprecia”, admite. En la ciudad del Támesis nunca falta una visita a su sastre de cabecera, Huntsman, y también a la firma de streetwear a medida Clothsurgeon, ambas en Savile Row, calle famosa por su tradición en la sastrería a medida. “Cada vez que viajo a una ciudad intento buscar a quien me confeccione algo. Milena Canonero [diseñadora de vestuario] me presentó al sastre romano que hizo los trajes para El Padrino y me enamoré del proceso”. Desde entonces los trajes perfectamente cortados son su seña de identidad. “Cuando un traje queda bien es como una armadura, un uniforme. Es una expresión de la idea de civismo. Quizás si te vistes de una manera, te comportas en consecuencia. Sabemos que en muchos casos no ocurre, ¡pero siempre hay esperanza!”, ríe.
En sus escapadas a Londres hace hueco para perderse en el museo de Sir John Soane, caminar en el parque de Hampstead Heath, ojear libros de magia y espiritualidad en Treadwells y comer en restaurantes como Rochelle Canteen, el indio contemporáneo Bibi, el café de inspiración vienesa Fischer’s y el muy solicitado (y prohibitivo) River Cafe. “Este último es una obviedad, pero estaría mintiéndome a mí mismo si no lo mencionara.”


Echando un vistazo por Pinterest y Google Imágenes, nos encontramos con retratos de Ahluwalia jugando al ping pong con impoluto traje blanco; de vacaciones con caftán bordado, de viaje en caravana con chaqueta de patchwork y collares de cuentas… No queda duda de que cuida cada detalle. Todas sus fotos son una lección de estilo, y muchas de ellas se han usado hasta la saciedad como referencias para estilistas, diseñadores o directores de arte (aunque, como él mismo ha lamentado en el pasado, protagonizar moodboards no da dinero). “Quiero pensar que no me preocupa la moda, pero en realidad la disfruto. Aunque no hago todo esto para salir en las listas de mejor vestidos”, explica.
“Mi planteamiento durante los últimos 20 años consiste, en la medida de lo posible, en diseñar lo que me pongo”, continúa. De esta manera, ha moldeado un estilo personal con una base clásica y retro, pero con elementos sorpresa. Por ejemplo, encarga trajes en materiales como el terciopelo azul o la pana roja, y siempre lleva zapatos de ante rosa hechos a medida por el zapatero californiano George Esquivel. En verano, cambia estos botines por sandalias Birkenstock, que se pone hasta con esmoquin. “La gente se ríe de mí, pero es que son muy cómodas, y no me apetece llevar calzado cerrado cuando hace calor”. ¿Y cómo definiría Waris a una persona con estilo? “Tiene más que ver con tu código ético, tus interacciones con los demás y tu comportamiento. Cualquiera puede comprar ropa online y recibirla en casa, esto no es muy interesante. Pero, si llevas un traje bonito pero tratas mal a los demás, no tienes estilo”.
Dandi contemporáneo, muso, hombre del Renacimiento o invitado perfecto, Waris representa un momento al inicio de los dosmiles en el que las películas de Wes Anderson resultaban refrescantes, los fotógrafos de streetstyle como The Sartorialist decidían quién era cool y Nueva York era el centro del universo. Esa escena se ha extinguido, fagocitada por la cultura de los influencers, y ya nadie deambula con sus mejores galas a la salida de los desfiles esperando que les hagan fotos. Con el mundo en llamas, las preocupaciones y gustos hipsters incluso despiertan ternura. Waris es consciente de todo esto, y es evidente que ha superado toda esa mitología indie de la que formó parte. No quiere darse a la nostalgia. Aunque es extremadamente agradable y educado, se nota que no le hace ilusión hablar de ello y lo que realmente le entusiasma es lo que hace en su marca, House of Waris.


Antes dedicada a la joyería, hoy produce mezclas de tés en colaboración con un equipo de botanistas, recuperando esa tradición milenaria de usar hierbas y plantas curativas. Ya sean hierbas o piedras preciosas, “en general, todo lo que hago tiene que ver con la celebración de los rituales que definen nuestras vidas”, pondera. También ha formulado A Bottle of Love, una bebida sin alcohol ni azúcar. Este “elixir”, como él lo llama, es espumoso y está compuesto por ingredientes orgánicos. Por ahora solo se comercializa en Asia y Estados Unidos, y se vende al público desde una web que, aunque él define como “secreta”, ya no lo es tanto. “Originalmente incluimos el lema de ‘cero arrepentimientos’, pero lo quitamos porque es algo que no podemos garantizar. No solo tomamos decisiones estúpidas borrachos. De hecho, una vida sin arrepentimientos es cuestionable. Hay que vivir, arriesgar, apostar, caerse y hacerse alguna herida”.
Waris es abstemio, a diario bebe infusiones sin cafeína y nada más levantarse solo necesita agua para ponerse en marcha. “No quiero depender de nada para salir de casa y estar listo para hacer cosas”, afirma. Suena a rutina de espartano, pero tiene más que ver con una concepción hedonista del wellness que no renuncia a las delicias de la vida. “Acabas de dar totalmente en el clavo, oh my god!”, exclama el diseñador. ¨Nunca lo había descrito de esta manera, pero es así. Yo practico la aceptación del placer, no creo en el bienestar como sacrificio y contención. Nunca me he reprimido, creo que eso se nota; que no beba no quiere decir que no me divierta. Al contrario”.

Esta filosofía de vida dista mucho de la autosuperación y optimización extrema que promulgan los tech bros y otras criaturas de la manosfera. “Spoiler: todos vamos a morir, por mucho biohacking que algunos hagan. Como dijo [el maestro zen] Shunryu Suzuki Roshi, ‘la vida es como salir a navegar en un barco que está a punto de hundirse’. Pero eso no implica que no podamos celebrar la vida sin complejos. No es que crea que el mundo sea un lugar maravilloso, he perdido a gente muy importante para mí, como mi padre o mi primo, que era como mi hermano, pero no voy a dejar de bailar o gozar. Hay que tener una estrategia para enfrentarse a la vida, porque esto es un campo de batalla. El amor es mi resistencia”.
Llegados a este punto, Waris no quiere entrar en el territorio del sermón, pero como padre de una niña de un año que comparte con su pareja, la diseñadora Maddie Moon, está sensibilizado con la idea de los cuidados como clave para la felicidad. “Es más que darse un masaje, es preocuparse por ti mismo, por los demás y por el planeta. Yo desarrollo la teoría, pero tengo la suerte de verlo en la práctica, gracias a mi madre y a mi mujer. La habilidad del corazón para amar y expandirse y para dar, compartir y sentir devoción no tiene límites. Ese es su poder”, concluye. La entrevista llega así a su fin, pero desde aquí animamos a Waris a ampliar su trayectoria profesional con un rol de guía y maestro espiritual. Y que nos diga dónde hay que firmar para ser sus discípulos, por favor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.