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Humano(s) del mes
Columna
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Los Javis o la llamada del riesgo

No son la misma persona, aunque los Javis se fusionan en un único Autor, con mayúsculas y dos cabezas, capaz de pulverizar fronteras entre alta y baja cultura

Javier Ambrossi y Javier Calvo, dos creadores capaces de pulverizar fronteras entre alta y baja cultura.
Javier Ambrossi y Javier Calvo, dos creadores capaces de pulverizar fronteras entre alta y baja cultura.María Picassó

Podría decirse que su Física es pareja —porque se parecen bastante— y que su Química es termonuclear —porque la fusión de sus talentos ha arrasado con todas las inercias y lugares comunes de la ficción televisiva española—. Y, siguiendo con la broma, está claro que el recuerdo mitómano de Física o Química —firmemente ligado a una de las mitades del conjunto: la sección Calvo— ha sido arrasado por el esplendor de todo lo que ha venido después, dado que la impronta que han dejado en el imaginario de la era streaming supone todo un cambio de paradigma con respecto a lo que antes se entendía por serie española.

No son la misma persona, pese a que, si uno los viese por separado, casi podría confundir a uno con el otro. Existen, por supuesto, matices: uno tiene más pinta de universitario aplicadísimo (Calvo), mientras que el otro luce look de dandy maldito con el pelo en feroz tempestad capilar (Ambrossi): el yin y el yang; o la racionalidad y el inconsciente pulsional de un único Autor, con mayúsculas y dos cabezas. Juntos han vivido una arquetípica historia de ascenso a la gloria que partió de una precariedad bohemia y malasañera que los llevó a comprar colchones por eBay para poder levantar el primer montaje teatral de La llamada, esa historia de campamento monjil donde acontecían las revelaciones de la autoafirmación y el empoderamiento.

Entre el musical de culto de esa pieza fundacional y el imponente terror religioso de La Mesías, que ha ganado para su causa a tantos espectadores reticentes, ha habido personajes inolvidables (Paquita Salas) e imponentes óperas transgenéricas (Veneno) que han abierto un insólito territorio queer en un paisaje antes dominado por la conformidad y el mínimo común denominador del gusto mayoritario. Su capacidad para pulverizar fronteras entre alta y baja cultura sin mediación del prejuicio y su mirada empática y compleja ante las más surtidas variaciones de la otredad definen un toque tan único como llamado a crear escuela.

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