Paquita Salas, al rescate de una España insoportable
Paquita es ya nuestra madre y nuestra amiga, la que nos irrita y nos ablanda, la que no soportamos porque nos devuelve una imagen patética de nosotros mismos y, a la vez, un reflejo que reconocemos y no podemos sino abrazar


Medio periódico nos ahoga con la ola de calor y el otro medio lo hace con esos pactos de gobierno que no terminan de pactear ni de gobernar. Estábamos a punto de meternos en un bucle zombi de votantes sofocados que se abanican con una papeleta eterna, pero un vendaval ha roto el trance. El personaje de Brays Efe ha entrado, ha desordenado los papeles, ha incomodado a todos y, entre palabreo y palabreo, ha puesto -oh, paradoja- las cosas en su sitio.
La tercera temporada de Paquita Salas, que Netflix estrenó el día del Orgullo - estos días, la estación de metro de Chueca, en Madrid, aparecía forrada con publicidad arcoíris de la plataforma-, se dirige a la España realmente existente, sin los encabronamientos ni sobreactuaciones de costumbre. Los Javis no solo han logrado eso tan difícil, que es conectar con el aquí y el ahora de una sociedad (el Zeitgeist, que decimos los pedantes hegelianos), sino que, parafraseando a Adolfo Suárez, han normalizado “a nivel de” (sic) tele lo que es normal “a nivel de” (nuevo sic, es que está muy fea esa expresión) calle.
Paquita es ya nuestra madre y nuestra amiga, la que nos irrita y nos ablanda, la que no soportamos porque nos devuelve una imagen patética de nosotros mismos y, a la vez, un reflejo que reconocemos y no podemos sino abrazar. Entre una España achicharrada y una España políticamente desorientada, los Javis presentan una España que se acepta con toda su grandeza y su miseria, sin mesías reformistas ni cirujanos de acero ni moralistas de salón.
Con todos sus guiños pop y meta (metacinematográficos, metatelevisivos y metapetardos: hay una larga lista de espera para hacer cameos) y con esa forma de surfear sobre el desastre, como diría la propia Paquita, la serie ventila un país que a veces no hay quien lo respire.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Más información
Archivado En
Últimas noticias
Se eleva a 10 el número de fallecidos al volcar un autobús en Veracruz
La Fiscalía de Ciudad de México confirma que el hombre asesinado en la Zona Rosa era El Panu, jefe de seguridad de Los Chapitos
Navitrans, una cena de navidad para personas LGBT+ en condición de calle y trabajadoras sexuales
Bolsonaro deja la cárcel para operarse de una hernia
Lo más visto
- Víctor Bermúdez, profesor de Filosofía: “Hemos perdido el control del proceso educativo, lo que damos en clase es en gran medida un simulacro”
- Zelenski confirma que cualquier pacto con Rusia deberá ser ratificado en referéndum
- La revalorización de las pensiones queda en el aire por la negativa de la derecha a apoyar otras medidas sociales
- Los ‘whatsapps’ de Mazón a Feijóo del día de la dana: “Un puto desastre va a ser esto presi”
- “Un jardín con casa, no una casa con jardín”: así es la premiada vivienda de 146 metros cuadrados que se camufla con la vegetación





























































