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“Era una etiqueta ridícula, solo nos unía la edad”: por qué nadie se tomó en serio a la generación X (ni siquiera ellos mismos)

Los ‘boomers’ defienden el trabajo duro, los mileniales la justicia social, pero, ¿qué ha pasado con el grupo intermedio? Analizamos qué le ocurrió a la primera cohorte demográfica que se dio cuenta de que era parte de una cohorte demográfica

Reality Bites Generation X
Ben Stiller, Winona Ryder y Ethan Hawke fueron los protagonistas de 'Reality Bites', la gran película que dejó la generación X como legado.Collage: Blanca López
Eva Güimil

Fue el grupo demográfico más codiciado por los anunciantes, protagonizó editoriales de moda y películas de culto, inspiró tendencias y su expresión musical, el grunge, acaparó las portadas de las revistas de música, los escaparates y el canal MTV. Son los inventores y primeros usuarios de las redes sociales: el chat IRC, Friendster, MySpace. Y sin embargo, como generación, carecen de identidad propia en todas ellas en la actualidad, al menos si aceptamos el meme como medida de relevancia social. Su huella digital brilla por su ausencia: solo hay que pasearse por las redes para constatar que los dos bandos de un debate encarnizado se lo reparten boomers y mileniales, y en medio hay un profundo vacío. Ha reparado en ello The Wall Street Journal, que hace unos días se preguntaba: “¿Cómo ha eludido la Generación X la memificación?”. Y concluía que aquella fue una generación tan anodina que ni siquiera da para burlas.

Tomemos como ejemplo el popular Ok, boomer, expresión que saltó de las redes a los medios generalistas gracias a la joven política neozelandesa Chlöe Swarbrick: tras ser interrumpida por un miembro del parlamento de Nueva Zelanda mientras daba un discurso sobre la emergencia climática, reprendió a su increpador con un sucinto “Ok, boomer” (que podríamos traducir libremente como “vale, abuelo”). Desde ese momento, boomer se convirtió en sinónimo de cualquier persona de más de 30 años con actitud condescendiente hacia los jóvenes, fagocitando así a tanto a la Generación X como a los mileniales (también conocidos, por ser los siguientes, como generación Y) más talludos y desvirtuando su verdadero significado.

El personaje de Juan Diego Botto intentando acostarse con su propia hermana (Cayetana Guillén Cuervo) en 'Historias del Kronen', de Montxo Armendáriz (1995).
El personaje de Juan Diego Botto intentando acostarse con su propia hermana (Cayetana Guillén Cuervo) en 'Historias del Kronen', de Montxo Armendáriz (1995).

Refresquemos conceptos. El término boomer proviene del bum de natalidad que se vivió tras la II Guerra Mundial. Sus integrantes superan hoy los 60 años, mientras que los mileniales o Generación Y se sitúan aproximadamente entre los 25 y los 40 y pocos y deben su nombre a la cercanía del cambio de milenio a su nacimiento. Entre ellos se encontraría la Generación X, que recibió ese nombre por la novela homónima de Douglas Coupland de 1991. No era la primera vez que se usaba el término, pero críticos y lectores vieron en aquella historia de tres treintañeros que confluían en un desierto californiano que empezaba a reinventarse como vergel de la tecnología el espíritu de su tiempo. Junto a Coupland convivían, en las librerías, Bret Easton Ellis y David Foster Wallace, que hablaban también a una juventud desencantada y cuyos personajes rebosaban apatía y cinismo.

En España sus representantes fueron José Ángel Mañas, autor de Historias del Kronen (1994), Lucía Etxebarria con Amor, curiosidad, prozac y dudas (1997) y Ray Loriga con Lo peor de todo (1992) y Héroes (1993). Musicalmente, los definía el grunge de Seattle con Nirvana al frente; en España se los asociaba al Xixón Sound, cuyo grupo más mediático fue Australian Blonde. Ellos fueron autores del himno no oficial de la generación, el Chup chup, banda sonora (precisamente) de la adaptación cinematográfica de Historias del Kronen de Montxo Armendáriz en 1995.

Hay más películas que forman parte de su legado moral y estético —Todo es mentira (1994), Solteros (1992) o Clerks (1994)—, pero es Reality bites (Bocados de realidad) (1994) la que ofrece la imagen soñada por cualquier publicista para aquella generación. Ethan Hawke y Winona Ryder, en la cima de su atractivo, protagonizan un editorial de moda rodado en 35 milímetros. Él, con cabello falsamente graso y ropa cuidadosamente descuidada. Ella, con un corte de pelo entre bixie y capeado, y vestidos cortos floreados. Era una moda sencilla y práctica. “Hoy se hace mucho hincapié en el cambio climático, pero fue en los noventa cuando empezó la preocupación por la capa de ozono, cuya degradación esperábamos combatir simplemente reduciendo el uso de laca”, apunta Esperanza (48 años), que a mediados de los noventa trabajó en una tienda de ropa de segunda mano. “También tratamos de plantar cara al capitalismo que representaba la industria de la moda mirando hacia el reciclaje, las calles se llenaron de pellizas rescatadas de los arcones de los abuelos o de vestidos tipo la la la que dormían desde los sesenta en los armarios de nuestras madres. Las marcas se miraban de reojo, solo se permitían las Martens o las Converse y siempre que no estuviesen demasiado lustrosas”.

Fue también el momento de la ropa y los perfumes unisex, un término que daba tanto miedo a algunos como lo dan ahora las palabras gender fluid. Hoy Harry Styles o Timothy Chalamet se pone una boa o perlas y las redes enloquecen; pero hace 30 años el llorado Kurt Cobain llegaba a sus conciertos en falda o vestido y las mujeres tenían referentes de feminidad tan poco convencionales como la cantante Justine Frischmann de Elastica, cuyas relaciones con iconos músicales y estéticos como Brett Anderson o Damon Albarn ofrecían roles a los que estábamos poco habituados: masculinidades relajadas y feminidades fuertes. Sí, la trastienda del pop era el mismo reducto de machismo y misoginia que cualquier otra escena musical de cualquier generación anterior, pero al menos sus imágenes resultaban rompedoras.

“Es bastante difícil asociar valores a grupos. Tengo muchas dudas de que el concepto de generación se pueda trasplantar de una cultura a otra, así sin más”, explica Francisco Nixon, cantante y compositor, miembro de Australian Blonde y La Costa Brava. “Incluso en el caso de las generaciones literarias, que es un concepto mucho más acotado, presenta muchos problemas. Siempre tuve la sensación que era un invento de las revistas de tendencias para captar publicidad de las marcas. En plan: el kilo de milenial lo tengo a tanto”. Que en cuanto la Fox detectó la viralidad del Ok boomer lo registrase para desarrollar un programa televisivo y alguien comprase el dominio okboomer.com y lo tasase en 100.000 dólares le da la razón.

Hay pocas cosas más Generación X que Kurt Cobain.
Hay pocas cosas más Generación X que Kurt Cobain. Cordon Press

Reality bites, con un presupuesto de 11 millones, recaudó casi 40. Contaba con estrellas y una banda sonora omnipresente, pero no fue ningún fenómeno masivo. Tal vez pocos se sintieron representados en ella. Las revistas de tendencias crearon un monstruo monetizable, pero catalogaron a la Generación X de vaga, cínica y ermitaña. Mientras los boomers reivindicaban el trabajo duro y los mileniales se preocupan por el activismo y la diversidad, ¿qué reivindicaba exactamente la Generación X? “Hablar de valores morales de toda una generación sin tener los datos me parece gratuito”, opina Nixon. “En general, la gente se adapta a sus circunstancias y no creo que las diferencias entre unas generaciones y otras sean significativas. La prueba es que podemos leer hoy La Ilíada y se entiende. Las personas de hace 3.000 años son básicamente las mismas de hoy, cambia lo accesorio. Pantalón pitillo, pata de elefante. Con sombrero, sin sombrero”.

Los X escaparon en masa de la etiqueta con la que los medios trataban de encasillarlos. Los boomers sí presumen con orgullo de pertenecer a su generación, según una encuesta de Pew Research Center. Un sentimiento de pertenencia que jamás se les habría ocurrido a esos que responden por Generación X. “Por dignidad”, señala Francisco Nixon. Esperanza es de la misma opinión: “Era una etiqueta ridícula, solo nos unía la edad. Pero no es lo mismo haber tenido 20 años en el Madrid de los noventa que en Mansilla de las Mulas o en Botsuana. En aquella época vivía con mi hermana, que solo es un año mayor, y no teníamos nada en común. Yo escuchaba a Spiritualized y ella, a El Último de la Fila, yo aspiraba a vivir de la moda y ella estudiaba Económicas. Ni estética ni cultural ni políticamente teníamos nada que ver. Sentirse identificado con los rasgos que los medios asocian a una generación es tan absurdo como decir: ‘Yo soy tauro”.

La reticencia de la generación que se hizo adulta a finales de los ochenta a dejarse encasillar tampoco pasa desapercibida para Forbes, que sigue sin comprender por qué la relevancia de la Generación X en su momento no es acorde con su presencia mediática actual. “Como la generación más pequeña, atrapada entre los baby boomers y los mileniales, estamos acostumbrados a que nos pasen por alto. Pero aquí hay una pregunta seria: ¿por qué el marketing centrado en la Generación X sigue fallando tanto?”, se pregunta la periodista Danielle Wiley. Tal vez por ese cinismo que destacaban entre sus atributos. Los X fueron los primeros que se criaron ante televisores que emitían publicidad indiscriminadamente y aprendieron a darse cuenta muy rápido de lo que es un producto. Sí tiene una kriptonita: la nostalgia, tal vez porque son la primera generación cuya infancia transcurrió en paz y con un nivel de bienestar aceptable, lo que la convertía en un refugio seguro.

Francisco Nixon, a la derecha, acompañado del escritor y director David Trueba.
Francisco Nixon, a la derecha, acompañado del escritor y director David Trueba. Carlos Rosillo

“Trabajando en los medios, asistía a reuniones regulares con agencias de publicidad en las que estaban completamente obsesionados con estos dos grupos: los boomers con trabajo fijo y buenas pensiones, que son ricos tanto en tiempo como en efectivo, y los ansiosos mileniales, que tienen menos seguridad financiera, pero son expertos en tecnología”, explicó a BBC Culture Tiffanie Darke, autora de Now We Are 40: What Happened to Generation X? (Ahora que hemos cumplido 40: ¿qué fue de la generación X?). “Después de un rato, comencé a pensar: ‘Espera, ¿y yo? ¿Qué pasa con la generación intermedia?’. Douglas Coupland cree que la respuesta es que están pagando las facturas escolares de sus hijos y los cuidados de sus padres y no tienen mucho tiempo para estar a favor o en contra del sistema”, agrega. Francisco Nixon ve en ello también la mano de las redes sociales. “Las redes no tratan de realidades, sino de discursos, que compiten entre ellos. En ese contexto, las posiciones se simplifican hasta el punto en el que todo queda reducido a un antagonismo entre dos posiciones: nosotros y ellos. Amigo y enemigo. La verdad y la mentira. Hay dos posiciones porque no puede haber tres”.

Se señala que la Generación X empezó a erosionarse tras el desfile de Perry Ellis de 1993, en el que Marc Jacobs transformó los básicos grunge como las amplias camisas de franela en objetos de lujo. “Marc nos envió a mí y a Kurt su colección grunge de Perry Ellis. ¿Sabes lo que hicimos con ella? La quemamos. Éramos punks, no nos gustaban ese tipo de cosas”, declaró en una entrevista Courtney Love, líder de Hole y viuda del cantante de Nirvana. El certificado de defunción oficial llegó cuando, a finales de los noventa, Douglas Coupland se topó en París con una valla publicitaria que anunciaba un modelo de Citroën bautizado como Generación X. El escritor tuvo la certeza de que la publicidad había malinterpretado su novela. Tal vez se hubiese dado cuenta primero si se hubiese pasado por España a mediados de los noventa. Con Reality bites todavía en cartel, una marca de coches vendía, calcando su estética y usando sin sonrojo su banda sonora, un eslogan que se convirtió en broma instantánea: “Joven, pero sobradamente preparado”.

Si, como decía Don Draper, los publicistas inventaron el amor para vender medias de nailon, las generaciones se inventaron para vender coches. Cuando le preguntaron a Coupland cuál creía que era el futuro de la generación a la que dio nombre, el escritor lo tuvo claro: “Una buena botella de Pinot Gris, una cama cómoda, buen wifi y nadie alrededor para molestarlos”. Ni siquiera The Wall Street Journal.

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Sobre la firma

Eva Güimil
Eva Güimil (Mieres, 1972) ha sido directora y guionista de diversos formatos de la televisión autonómica asturiana. Escribe sobre televisión en EL PAÍS y ha colaborado con las ediciones digitales de Icon y 'Vanity Fair'. Ha publicado la biografía de Mecano 'En tu fiesta me colé'.

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