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Una película ya vista
Columna
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La guerra entre el pasado y el futuro

Me disgusta hablar de hechos tan horribles en una revista de moda. Es lo malo de las guerras: nos hacen perder nuestra frivolidad

En 1952, estalló en las Islas Marshall la primera bomba termonuclear, una imagen tristemente relevante de nuevo.
En 1952, estalló en las Islas Marshall la primera bomba termonuclear, una imagen tristemente relevante de nuevo.Getty Images

Desde que empezó la guerra fratricida entre Rusia y Ucrania, no dejo de pensar en la Guerra Civil española. Las entregas de armas de las democracias a los ucranios, las alianzas entre Estados totalitarios, la espantosa carnicería de civiles y los millones de refugiados: ¿cómo no recordar la tragedia española de la década de 1930? El nuevo Guernica se llama Mariúpol o Bucha. Estamos esperando al Picasso contemporáneo que sea capaz de pintar esta barbarie. Un siglo después, la historia se repite, la prueba es que los dos bandos se tildan mutuamente de nazis. Ni siquiera son capaces de inventar una palabra nueva. Ya no estamos en el siglo XXI, sino que hemos retrocedido cien años. La Guerra Civil española antecedió por poco a un cataclismo mundial. Solo cabe esperar un destino diferente para Europa en las próximas décadas.

Es increíble lo malos que son los hombres en la Historia. ¿Por qué repetir las mismas masacres una y otra vez? Boooriing! [¡aburridooo!] Es como una película ya vista. Cuando vi los tanques rusos entrar en Ucrania, tuve la impresión de estar viendo otra vez un mal documental sobre Budapest o Praga. Los bombardeos se asemejaban a las imágenes televisadas de la guerra de Irak. El guionista es mediocre, no tiene ninguna imaginación. Se llama Vladimir Putin y su forma de demostrar su hombría es disparando grandes misiles.

Me disgusta hablar de hechos tan horribles en una revista de moda. Es lo malo de las guerras; nos hacen perder nuestra frivolidad. Nos vuelven serios y aburridos. Sin embargo, las guerras deberían darnos ganas de disfrutar de la vida... mientras esperamos la catástrofe atómica. Tom, subdirector de ICON, me escribe para tranquilizarme: “No te preocupes, Fred, las guerras nucleares duran 45 minutos. La destrucción total de Europa durará mucho menos que la pandemia”. Gracias por intentar levantarme la moral. Pensaba que las bombas atómicas se habían fabricado para no utilizarlas nunca. Un experto militar estadounidense encontró un nombre gracioso para resumir la guerra fría: MAD, siglas en inglés de Mutual Assured Destruction, destrucción mutua asegurada. Deberíamos haber desconfiado de un concepto que se supone que nos protege y que lleva el nombre de LOCO (mad en inglés).

Algo ha cambiado ahora: un tirano ha invadido un país vecino y amenaza con lanzar armas nucleares si reaccionamos. Y este tirano está completamente LOCO. La destrucción mutua y global es lo último que le emociona (junto con el envenenamiento de Navalny y la ejecución de Zelenski). Es un chantaje inadmisible, como si en el patio del colegio un tío grandote pegara a un niño pequeño, y si intentáramos defender al niño, el grandullón nos dijera: “Mi padre va a destruir tu casa y a matar a tus padres”. Lo habíamos previsto todo excepto su delirio paranoico. El único que lo vio venir fue el escritor ucranio Andrei Kurkov, que paradójicamente pronuncia palabras tranquilizadoras: “Esta guerra es una lucha entre el pasado y el futuro, y el futuro no puede perder”. No estoy de acuerdo. El futuro puede perder...

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