Cómo convertir una agresión homófoba en una canción feliz
Evripidis Sabatis, músico griego residente en Barcelona, fue atacado en Atenas. De ese trauma nació ‘Melancholia’: una pieza fundamental de su nuevo disco, lleno de electropop nostálgico y radiante.
Hace casi siete años, Evripidis Sabatis, que toca con el nombre de Evripidis and His Tragedies, sufrió un ataque homófobo cuando estaba con su pareja de entonces de vacaciones en Atenas. Los dos habían subido a una colina a ver la puesta de sol y beberse unos vinos cuando se les echaron encima unos tipos que probablemente pertenecían al grupo de extrema derecha Amanecer Dorado y empezaron a golpearles. Al huir, Evripidis tuvo que saltar de un pequeño barranco y se rompió un pie. “Ya estaba un poco deprimido, pero entonces toqué fondo”, explica. Ni siquiera denunció a los agresores porque la policía griega estaba entonces, dice, llena de simpatizantes de Amanecer Dorado y hubiera sido exponerse demasiado.
En esos días, una amiga le cedió la habitación de su hija para refugiarse. “Solo había un montón de muñecos de peluche y un piano”. Allí compuso Melancholia, una de las piezas clave de su nuevo álbum, Neos Kosmos (Snap! Clap! Club). Quien espere una canción espesa y torturada se equivoca. El tema, que sí tiene su poso triste, es más bien una explosión de sonidos superpuestos con mil texturas, una pieza de electrónica energizante. “Un año después de escribirla, la pasé del griego al inglés y la convertí en electropop. Le añadí un fondo de amigas que hacen como de coro de tragedia griega que empodera al protagonista. Me imaginé lo valioso que es tener amigas”, cuenta sentado en un banco del parque de la Ciutadella de Barcelona, con los patos del estanque haciéndole la segunda voz.
Sabatis llegó a la ciudad hace ya 17 años y desde entonces se ha convertido en pieza clave y gran aglutinador de la escena indie local, siempre metido en festivales de los que no patrocina ninguna cerveza y saraos inesperados. La última vez que lo vi en directo, le cuento, fue en una jornada de actividades infantiles que organiza una librería en la que se marcó, junto al ilustrador Toni Hervàs, una versión cabaret de Medea con canciones de Astrud, Las Grecas y Rocío Jurado para un público entusiasta con una media de edad de cuatro años. Fue glorioso.
En sus discos (este es el quinto) tendía a rodearse de multitud de colaboradores, tocaba con un pequeño ejército de músicos bien ensamblados. “Yo creo que lo hacía porque me apetecía hacer música con mis amigos. Pero ahora que lo veo con perspectiva no entiendo muy bien el motivo. Con los pocos medios que he tenido siempre, no sé por qué hacía música con tanta gente”. Un concierto especialmente mágico de la sueca Molly Nilsson que vio en Nueva York hace ya años le decidió a reorientarse hacia otro sonido para este quinto disco, una cosa más lo fi y electropop, influida por Pet Shop Boys, Soft Cell y Roxanne Clifford de Veronica Falls. “Vi a Molly con una pista de acompañamiento y pensé: ‘Igual no me hace falta más’. Además, estoy cansado de tocar el piano en los conciertos. Lo que me apetece es bailar”. Así que recuperó canciones que ha ido escribiendo en los últimos siete años, aprendió a usar el software que le daba “pavor” y grabó la mayor parte de las canciones en casa, con su novio, para después añadir sintetizadores.
Neos Kosmos es también un disco de felicidad doméstica: termina con una bonita oda que le dedica Evripidis a su novio, en concreto a la nuca de su novio, The back of your neck. “Es una canción que celebra el contacto físico, no necesariamente sexual. El disco sale de esta relación muy bonita, estable. Es la primera vez que siento que tengo un hogar-hogar”. Hay también un tema en griego, Kanonikotita. “Significa normalidad. La canción critica mucho lo que se considera normal, que suele ser un intento de opresión, y habla de cómo lo normal no es más que una manera de hacer infelices a las personas. Hago referencia al caso de un chico que se encontró muerto en un pantano después de un caso de bullying y a un artista drag al que asesinaron en medio de la calle”.
Que le apeteciera hacer un disco menos aparatoso y más electrónico no implica que vaya a dejar de organizar noches de versiones y aglutinamientos de juventud musical. Ahora se siente muy cercano a la nueva generación de intérpretes de bedroom pop (como se conoce al género de pop casero hecho con pocos medios) como Rebe, Cabiria y Stephen Please. “Me encantan, me da mucha vida que existan, ojalá hubiera habido algo así cuando yo empecé”.
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