Max Enrich, el diseñador que defiende la importancia de tener muebles que alegren la vista aunque no sean últiles
Cuando diseñó las lámparas de tubos de cristal TUBS I LLUMS, expuestas en la galería Il-lacions de Barcelona, el objetivo del catalán siempre fue que la forma primara sobre la comodidad. Porque para seguir normativas estrictas ya están las grandes superficies
Los diseños de Max Enrich (Barcelona, 1987) tienen tanto carácter que deciden por sí solos qué quieren ser. Su familia de lámparas TUBS I LLUMS, expuesta hasta el próximo 30 de junio en la galería Il-lacions de Barcelona, funciona y por supuesto ilumina, pero no era esta utilidad lo que perseguía Enrich cuando creó la maqueta de tubos de cristal de la que parte la colección. Era la forma del objeto lo que importaba y fue precisamente la forma lo que le dio la idea de que los arcos que descansaban a lomos de sus parejas encañonaran un haz de luz, que es lo que ahora hacen sin que esta función haya alterado la esencia de su diseño original.
Las ocho lámparas de TUBS I LLUMS, de hecho, no permiten ajustar su foco, ni incorporan ningún tipo de pantalla o tulipa. La luz sale disparada de sus tubos de acero inoxidable hacia una zona muy concreta del suelo o de la pared, algo que hay que reconocer que no las hace demasiado útiles para la lectura y el resto de usos a los que sirven la mayoría de modelos de lámparas que pueden adquirirse en el mercado. “Es lo que me distingue de tiendas como Ikea o Habitat”, apunta Enrich. “Que como no tengo que preocuparme de gustar a todo el mundo ni de seguir normativas estrictas, puedo permitirme diseñar una lámpara que deslumbre o que simplemente sirva para hacer compañía a su dueño”.
Y para argumentar que en realidad sus lámparas son utilísimas, pone el ejemplo de una vela que algunas noches su mujer enciende cuando llega a casa cansada del trabajo. “No huele a nada, apenas da luz y muchas veces mi mujer incluso se olvida de que está ahí y se va a otra habitación, pero veo que encender esa vela la reconforta. Para mí, ese uso de la luz es tan importante como cualquier otro”.
Esa misma tensión entre la funcionalidad y la forma, entre lo caprichoso y lo útil, está muy presente en los demás muebles de Max Enrich. Su repertorio de mesas Stabile, por ejemplo, no son precisamente estables pese a lo que parece indicar su nombre, de manera que, si uno no va con cuidado y amontona arbitrariamente cosas en su superficie, pueden acabar venciéndose.
Su mesa 110kgs, por su parte, aguanta sin problemas las revistas, floreros y ceniceros que se les quiera colocar encima, pero tiene la peculiaridad de que lo que la mantiene firme es una roca de granito negro del peso que indica su título. Habrá a quien le parezca un añadido absurdo, pero más lo es buscarle todos los porqués a las creaciones de alguien como Max Enrich, un diseñador que, tras abandonar sus estudios de arquitectura, decidió seguir la estela de Bruno Munari, Philippe Starck, el grupo Memphis y otros tantos diseñadores a los que si había una pregunta que guiara en su trabajo era justamente la contraria: pero ¿y por qué no?
Según Max Enrich, su propio apartamento de Barcelona está lleno de objetos que ha acumulado sin otro propósito que el de que le alegren la vista: desde unas tijeras que funcionan pero con las que no piensa cortar nada, a un termo precioso que nunca ha usado o sillas de colección en las que jamás permite que descanse nadie. Si las tiene en casa, es sencillamente porque las adora. “Un mueble tiene que ser funcional, vale, pero es que muchas veces me viene un cliente que lo que necesita es llenar una esquina de su casa como sea. Y que una mesita haga acogedora una esquina, ¿no es una función?”.
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