Esteban Go: “La primera crítica que recuerdo haber hecho fue: ‘Qué edificios de mierda”
El influencer colombiano tiene 26 años, muchas opiniones, pocos pelos en la lengua y unos veredictos severos sobre diseño con los que ha conquistado a su medio millón seguidores

A muchos seguidores de Esteban Go en Instagram y TikTok les sorprende descubrir que estudió Derecho en vez de Arquitectura, pero nadie duda de que este colombiano de 26 años podría haber hecho una excelente carrera como juez. Sus veredictos sobre diseño son bastante severos. Del minimalismo nórdico, por ejemplo, ha dicho que es como “estar dentro de una nevera pero sin la emoción de encontrar comida”. La silla Panton la despachó en otro vídeo diciendo que si bien en los sesenta planteaba el futuro, “lo único que nos entregó fue un hormigueo de piernas”. Un edificio es de estilo art nouveau si parece “diseñado por una oruga francesa”. Y la lámpara Sputnik se cree mid century pero solo consigue parecer “un erizo mal soldado”.
“Como hay gente que a veces se molesta con mis vídeos (y mi pelo) el año pasado di la posibilidad de comprar mi silencio”, explica Esteban en una conversación telefónica desde Medellín. “No era broma, el enlace de pago en mi web funciona de verdad”. Pero por ahora nadie ha desembolsado la mensualidad de 20 millones de pesos (unos 4.300 euros) que cuesta subscribirse a su oferta de “silencio digital y paz visual”. En el momento de nuestra charla, le siguen más de medio millón de usuarios de Instagram y TikTok, donde muchos ya no solo esperan que dirija sus afilados epigramas contra Le Corbusier o el “narco-barroco” sino también contra las posesiones que le enseñan por foto: gracias a él, el dueño de un salón con el justo número de mesas y sillas en blanco y gris ahora sabe que lo que tiene en casa parece más bien la oficina de “un funcionario que intentó vivir y se rindió a los tres muebles”.
“No sé si les importa mi opinión o solo les gusta sentir que hay alguien al otro lado”, dice Esteban con ese tono taciturno que suele emplear en sus vídeos. “Decepcionante” es su adjetivo preferido para las casas y muebles de sus fans. Según cuenta, la primera impresión de este tipo la tuvo con 15 años en Medellín. Solía pasear con su novia de aquel entonces para ver edificios. “Acá vos vas por la calle y excepto alguno como el de Rogelio Salmona todos los que ves son o extremadamente feos o sacados de plantillas de Revit. La primera crítica que recuerdo haber hecho fue: ‘Qué edificios de mierda”.
Cuando le tocó elegir carrera, le interesaba más saber cómo está configurada la sociedad que una lámpara o una casa y optó por estudiar leyes, pero tras graduarse fichó por una agencia de publicidad especializada en interiorismo y descubrió lo bien que se le daba sentenciar sobre diseño. En 2023, sus clientes necesitaban un vídeo que “hiciera bola” en redes y Esteban les vino con su primer roast viral, un vídeo donde criticaba sillas famosas. “Para los que hemos crecido con internet es distinto, pero en Colombia de muebles de diseño no se habla mucho, también porque es muy caro importarlos. Yo me demoré un huevo en pagar mi lamparilla Eclisse de Artemide, que fue lo primero que me compré cuando empecé a saber más. La tenía en la nochera y yo dormía en un colchón sobre el suelo”.
Un año después y ya en su propio perfil, se había convertido en un invitado temible al que llevar por primera vez a casa. De una chica con una silla Butterfly de Armen, por ejemplo, dará por hecho que es una “influencer que hace hauls de Shein”, mientras que con la dueña de una Tulip quizá saldría pero estaría alerta por si dice algo “medio fascista”. “Estas red flags las empiezo a buscar en el techo. Quien pone plafones de leds no le ha dedicado ni un minuto”.
De crío, la casa llena de cosas de su abuelo le hizo creer que de mayor él preferiría vivir en una más bien despejada, pero como connoisseur ha acabado encontrando su gran némesis en el minimalismo millennial: en concreto, en esa variante de suelos laminados de color gris y paredes de mármol adhesivo que tanto predicamento han tenido todos estos años. “Ahora la gente vive en un sticker. En Colombia, que es un país tan diverso, me molestan más todavía todos estos estilos tan homogéneos, son una barbaridad”, reprocha.
En su particular versión del gráfico de Nolan (en vez de ideologías clasifica estilos según su grado de pretenciosidad y cantidad de cosas), él dice que ahora mismo sus gustos se ubican en las coordenadas de lo colonial, un tipo de decoración (“poco pretencioso, muchas cosas”) que antes no le gustaba pero que ahora ve que al menos abrazó el color local. Espera que, pase lo que pase, su criterio no varíe tanto como para acabar con uno de esos “tumores con botones” que son los sofá Chesterfield, su mueble más odiado. Después de ahorrar mucho, él acaba de comprarse una Aeron de Herman Miller: “En Los Simpson sale como la silla que usa Dios”, dice al fin con ilusión. Estará vigilándonos.
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