Todo lo que el diseño puede hacer por Valencia
Varios proyectos ligados a la Capital Mundial del Diseño 2022 fomentan la discusión pública sobre el impacto del urbanismo y el pensamiento crítico en la vida cotidiana de una ciudad definida tanto por Calatrava como por el Cabanyal
En Àgora, el pabellón que a partir de junio presidirá la plaza del Ayuntamiento de Valencia, se podrán ver muchas de las iniciativas que la ciudad ya ha activado como Capital Mundial del Diseño del 2022. Entre ellas, hay una que tratará de explicarle a la población, políticos incluidos, hasta qué punto el diseño está presente en sus vidas, de modo que puedan tomar conciencia de lo mucho que les afecta o beneficia en el día a día. “Si te ponen una multa y no se puede leer bien, o si el protocolo y la burocracia que conlleva son una pesadilla, a ti eso te va a repercutir para mal”, apunta Xavi Calvo, director de la capitalidad.
Pero la idea del Àgora no es nueva. En Taipéi se construyó un contenedor con un propósito parecido, también en Helsinki, que en 2012 aprovechó el mismo título de Valencia para trazar una estrategia de desarrollo a corto y largo plazo desde una oficina de diseño, más transversal que la figura de un director creativo que opera dentro de un ayuntamiento. En la oficina de la capital finlandesa se estudian los problemas de la gente local, se idean soluciones de comunicación, urbanismo y arquitectura y, antes de aplicarlas a la realidad, las ponen en práctica con los propios ciudadanos mediante pruebas piloto. Parece cosa de otro mundo, y lo es, pero tampoco supone algo imposible de replicar y contemplar en los presupuestos de cualquier población principal en España. Por ahora en la ciudad levantina se ha ordenado la creación de un consejo de diseño municipal. “Empezará en breve”, informa Calvo, comentando que el objetivo es demostrar con informes que sí hace falta tal oficina.
Mientras el caballo de Troya hace sus intentos por entrar, ya se trabaja en revitalizar la Marina junto a la playa del Cabanyal, donde se están mudando las empresas más jóvenes, en gran parte estudios de arquitectura y diseño. El plan es crear un distrito especializado en ello. “No es un proyecto de palas excavadoras ni de recalificar suelos”, aclara el director de la capitalidad. “Lo que queremos es impulsar un movimiento que ya de por sí es orgánico para que el talento de aquí sepa dónde acudir, porque siempre hay dudas. A mí me ha pasado, yo soy diseñador y cuando quieres montar un estudio acabas abriéndolo donde es más fácil, o te vas a zonas que piensas que son fundamentales y luego resultan súper incómodas”. Xavi Calvo menciona la palabra clúster, es a lo que se aspira: “Son muy interesantes esos polígonos donde se junta un tipo de industria, porque no va de hacerse la competencia sino de crecer y hacerse fuertes respetando las diferencias”.
En la Marina se encuentra las Naves, el centro en el que se han presentado exposiciones como València 360. En ella, cinco despachos jóvenes de arquitectura –tres locales, uno de Zimbabue y otro con miembros italianos y portugueses– imaginaron el futuro creando cada uno dos imágenes virtuales, una utópica y otra distópica, sobre varios puntos polémicos de la ciudad. Sitios que conforman el ideario de la urbe y de los que todo aquel que viva en ella tiene una opinión al respecto.
La famosa plaza de la Virgen figuraba, así como la playa de la Malvarrosa, la Torre Miramar –un mirador en medio de una rotonda a cargo de Calatrava– y el nuevo cauce del río Turia. “A los estudios les pedimos que llevaran las imágenes al límite, era importante que al verlas la gente se plantease más preguntas que respuestas”, cuenta Alexandre García Estellés, arquitecto y miembro de Non Architecture, la organización sin ánimo de lucro con sede en Ámsterdam que comisarió la muestra. García quiso que los participantes abordasen el mayor suelo agrícola de Europa dentro de los límites de un territorio municipal, la famosa Horta. “Los que somos de Valencia tenemos claro que la queremos pero, ¿de qué manera nos gustaría que se desarrollara? ¿Acabará siendo un espacio de recreo, un parque al que acudimos todos, o va a seguir siendo un lugar de producción alimentaria?”, se cuestiona.
Puede que, con la desertificación, nazca un secarral tal y como se plasmó en la exposición, o que allí se construyan unos edificios en altura automatizados en los que cada una de sus plantas actúe como campo de cultivo. “Un poco como lo que ha ocurrido con los humanos en las ciudades”, compara el arquitecto. “Para que todo resulte más sostenible, vivimos en bloques verticales, así que, ¿por qué la agricultura no puede copiar ese modelo? Seríamos capaces de producir para todos de forma local y esos edificios, a lo mejor, incluso podrían convertirse en la imagen icónica por la que se conocería Valencia”.
Sea cual sea su futuro, lo cierto es que ya se han dado grandes avances en relación al terreno agrícola de la ciudad, como els Miradors de l’Horta, un festival pensado para replantearse el formato de esta zona que durante el mandato de Rita Barberá intentó urbanizarse con varios proyectos inmobiliarios. El director de la capitalidad, de hecho, sabe que un enfoque del diseño así, con todas las iniciativas que están organizándose en 2022, jamás podría haberse dado en aquella Valencia que recuerda el periodista Rodrigo Terrasa en su libro La ciudad de la euforia. “En ese momento igual habría cabido una capitalidad basada en traer a la gente más famosa del mundo del lujo, a grandes fastos y estrellas, pero este mensaje tan social sería imposible”, sentencia Calvo. “Yo intenté tener reuniones con los gobiernos de antes y nada, no hubo manera”.
Subraya que no se trata de un asunto de izquierdas o derechas. Ni siquiera de partidos: “Más bien depende de la gente que hay en ellos, que ahora mismo han sido sensibles, tanto los que están gobernando como los que no”. Calvo tampoco cree que el consejo actual y la oficina de diseño, de aprobarse en los presupuestos municipales de 2023, puedan desmantelarse con un futuro cambio de gobierno. “Tengo muchas esperanzas en los políticos, en que sean inteligentes y vean las bondades de todo esto, aunque solo sea por algo tan egoísta como ascender en su carrera”, apuntala.
Pero, ¿acaso se pueden ganar votos de esa manera? Según él, sí: “Lo vi en algunos políticos hace una década, apostaban por la industria porque a nivel de reputación les venía muy bien. Al tener una comunidad que los defendía, la cuantificaron y de repente vieron que no eran cuatro gatos, era un sector sólido con una exportación enorme”. Y la cifra solo ha ido en aumento. Según afirma la Directora de Red de Diseño del Foro de Marcas Renombradas Españolas, Marisa Santamaría, las exportaciones de las firmas españolas dedicadas al hábitat alcanza hoy de un 70 a un 95%, pese a los años de pandemia, la crisis del transporte y el consecuente aumento de los costes de la distribución. La industria del diseño, no solo por sus cifras sino por sus procesos, puede ser un agente de cambio mucho más allá de los 365 días que dura la capitalidad Mundial del Diseño que quiza permita que una ciudad como Valencia siga cosechando éxitos para sus propios habitantes.
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