Los nuevos ricos
Estupor en Inglaterra por el traspaso de Cole al Manchester por 1.400 millones de pesetas
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Periferia o espacio telemático. Si tuviera que precisar los rasgos esenciales de la ciudad, diría que son la acumulación de informaciones de diversa especie y la fácil e inmediata accesibilidad a lo suministrado por aquellas informaciones. Este mecanismo se ha logrado hasta ahora con el proceso de acumulación humana y la centralización de actividades de la ciudad tradicional, entendida como el ámbito físico de la vida colectiva. En consecuencia, todo lo que intenta negar o reducir la acumulación y la centralización, abre un proceso contra la eficacia de la ciudad y contra su razón de ser. Estos procesos son de índole muy diversa. Unos se vehiculan en la suburbialización y la degradación de la periferia, cuyos orígenes están en una voluntad de segregación social y, a la vez, en la presión del mercado del suelo que, en el liberalismo económico y sus imitaciones socialdemócratas, obliga a alejar del centro las funciones menos rentables. Otros aparecen con la participación ingenua de los ideistas de la nueva Ciudad Funcional -luego reinterpretados a su favor por los promotores de la expansión de las viejas ciudades-, con dos principios radicales: la ciudad verde y la zonificación de funciones. Otros son consecuencia de la incomodidad producida por la excesiva densificación de la información y la accesibilidad: la ciudad, aplastada por los dos sistemas, pierde su forma leíble y, por tanto, su capacidad de comunicación directa, pero, además, se crean en ella tantos grados de inconfortabilidad que algún ciudadano puede preferir los suburbios o las periferias.Así, la ciudad europea se encuentra hoy carcomida por diversos elementos que alteran su justificación histórica: la desintegración de la forma, sin la cual el ciudadano pierde las referencias de vida colectiva; la presencia de guetos en los que se zonifican determinadas funciones, con lo cual se reduce la posibilidad de interferencias; la dispersión en suburbios residenciales que implica ya una negación casi absoluta de la ciudad; el crecimiento caótico de una periferia densa, en la que las tipologías urbanas se organizan sin adecuarse a la permanencia morfológica de la ciudad.