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El poder de la reina Letizia como prescriptora literaria, ¿mito o realidad?

Su espaldarazo a Sonsoles Ónega, ganadora del último Premio Planeta, ha vuelto a poner de manifiesto su creciente influencia en el mundo cultural. “Su poder de irradiación es indiscutible”, reconoce la escritora y crítica literaria Anna Caballé

La reina Letizia, durante su visita a la última Feria del Libro de Madrid, celebrada el pasado mes de mayo en el Parque del Retiro.
La reina Letizia, durante su visita a la última Feria del Libro de Madrid, celebrada el pasado mes de mayo en el Parque del Retiro.Isabel Infantes (EFE)
Martín Bianchi

La tarde del sábado 11 de noviembre, coincidiendo con el Día de las Librerías, doña Letizia se enfundó en un jersey de punto rosa fucsia y una cazadora de cuero a juego para asistir a un acto literario en El Corte Inglés de Callao, en el centro de Madrid. Al llegar a los grandes almacenes, subió a la planta de libros e hizo la cola como el resto de asistentes para que la periodista y escritora Sonsoles Ónega le firmara un ejemplar de Las hijas de la criada, premio Planeta de Novela 2023. La aparición sorpresa de la Reina no tardó en hacerse viral. La lectura del gesto parecía bastante clara. No estaba ahí solo para apoyar a una autora, sino también para respaldar a una amiga y antigua compañera de profesión que un día antes había recibido una dura crítica en Babelia, el suplemento cultural de EL PAÍS. “Mi querida Let, la que has liado”, le escribió Ónega en su dedicatoria.

“De la empresa no hay declaraciones”, responden desde Planeta, tras ser consultados por este periódico sobre el impacto que ha tenido el espaldarazo real en la promoción de la novela de Ónega, quien fue testigo en la boda de don Felipe y doña Letizia. El silencio de la editorial lo llenan otros. Muchos han alabado el gesto y otros —pocos— lo han criticado. “Aunque tú seas reina, ¿puedes irte a El Corte Inglés a promocionar el libro de tu amiga, que sabes que va a hacerse viral y que todo el mundo lo va a grabar? Es que en realidad estamos pagando entre todos esta promo”, dijo Bob Pop en Hoy por Hoy hace unos días. “Entre la crítica de Babelia y la imagen de la Reina apoyando a su amiga, ¿qué va a hacer que venda o no venda más libros?”, planteó el humorista y escritor durante su intervención semanal en la Cadena Ser.

El guiño de doña Letizia a la ganadora del último Premio Planeta —reproducido y analizado hasta la saciedad en periódicos, teles y revistas del corazón— ha vuelto a poner de manifiesto el poder de la Reina como prescriptora literaria. La revista Vanity Fair dedica la portada de su número de diciembre-enero a su creciente influencia en el mundo cultural, recibiendo elogios de figuras de la talla de Ida Vitale, Elvira Lindo y Luis García Montero. “Es una persona culta”, ha sentenciado el director del Instituto Cervantes. La coronación de Letizia como reina cultural es la culminación de un proyecto personal que empezó mucho antes de conocer a Felipe de Borbón y entrar en la Familia Real española. Ya de niña, viviendo en una zona más industrial que residencial de Oviedo, más cerca de una herrería y una estación de autobuses de larga distancia que de una biblioteca o un museo, Letizia Ortiz empezó a cultivar su pasión por la literatura y la cultura.

Reina Letizia y Sonsoles Onega
Sonsoles Ónega firmando un ejemplar de su libro 'Las hijas de la criada' para la reina Letizia, el pasado 11 de noviembre en Madrid.EFE/Editorial Planeta

De pequeña, admiraba la afición por la escritura de su padre, el periodista Jesús Ortiz. Cuando era una adolescente de 13 años y asistía al colegio público La Gesta, sacaba notas altas en Lengua y Literatura. Por las tardes, solía merendar y hacer los deberes en la emisora donde trabajaba su abuela paterna, la popular locutora y actriz María del Carmen Álvarez del Valle. La abuela Menchu, como la llamaba ella, escribía aforismos, ensayos y leía poesía. Fue una de sus primeras influencias culturales. La locutora también la alentó a dar sus primeros pasos en el periodismo. La Letizia niña llegó a dirigir el programa de radio El Columpio, en el que hablaba a un público infantil. Su padre, que de joven había soñado con estudiar Filosofía y Letras, la ayudaba a redactar los guiones.

Cuando tenía 15 años, su familia se trasladó a Madrid por motivos laborales del padre. Dejar Oviedo le abrió nuevos horizontes. Doña Letizia prosiguió sus estudios en el instituto Ramiro de Maeztu, donde terminó el Bachillerato. Allí conoció al profesor Alonso Guerrero, que daba clases de Literatura Española. En las horas libres, el maestro y la alumna se encontraban en la cafetería del instituto para hablar de libros. “Yo discutía mucho de literatura con ella”, explicó Guerrero a Leonardo Faccio en Letizia, la reina impaciente (Debate). Tras nueve años de noviazgo y uno de matrimonio, Guerrero y doña Letizia nunca han dejado de verse. Según le contó a Faccio, de cuando en cuando la Reina esquiva a los periodistas y se reúne a conversar con él en cafés.

Doña Letizia también destacó durante sus estudios de Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información. “Ella tenía hambre de saber”, recordó Fermín Bouza, su profesor de Opinión Pública en la Universidad Complutense de Madrid. “Andaba entre libros, no los leía todos pero los citaba. A ella le removió el mundo ilustrado. Es el mundo que más aprecia”, reveló el sociólogo y escritor a Faccio. Entre 1992 y 1993, la joven periodista realizó prácticas en el periódico La Nueva España de Oviedo, dedicándose principalmente a las áreas de Televisión y Espectáculos. Sus editores la recuerdan como una profesional insistente que citaba a filósofos en las noticias locales. Podía mencionar una diatriba de Séneca contra el hedonismo o las orgías gastronómicas de Nerón en una nota sobre la caída en la venta de helados. No tardó en firmar una sección de reseñas de libros titulada La Brújula. Con 21 años, Letizia Ortiz ya le decía a los españoles lo que debían leer.

Durante sus estudios de doctorado en Guadalajara (México), donde preparaba una tesis sobre prensa y poder, publicó un ensayo sobre la entrevista en profundidad. Lo tituló Guiños sobre guiños sobre guiños, un paper inspirado en el trabajo del antropólogo estadounidense Clifford Geertz que impresionó a sus profesores. También consiguió un trabajo en el diario Siglo 21, donde escribía ingeniosas piezas para el suplemento de ocio Tentaciones. Como cuenta Leonardo Faccio en Letizia, la reina impaciente, la periodista citaba a Benito Pérez Galdós para recomendar un bar que tenía, según ella, “más importancia en la política que un ministerio”, o evocaba a García Márquez para hablar de otro bar cuyos cócteles merecían beberse “bien conversados”. Era tan prolífica que tuvo que adoptar el seudónimo Ada para poder publicar todo lo que escribía.

Cuando saltó la noticia de su compromiso con Felipe de Borbón, en noviembre de 2003, el padre de la periodista, Jesús Ortiz, hizo una breve declaración en el programa de televisión Salsa Rosa. “A mi hija le encanta la cultura, la literatura, es una lectora empedernida”, dijo de la futura reina en horario de máxima audiencia. Unos días después, la propia Letizia lo confirmaba en la pedida de mano, regalándole al príncipe una edición de 1850 de El doncel de don Enrique el doliente, de Mariano José de Larra. “Es una historia caballeresca ambientada en el siglo XV, un libro que quería para él”, explicó, algo tímida, frente a cientos de cámaras y reporteros. La obra se convirtió en un superventas.

La entonces princesa de Asturias, en el XXXVII Salón del Libro Infantil y Juvenil de Madrid, en diciembre de 2013.
La entonces princesa de Asturias, en el XXXVII Salón del Libro Infantil y Juvenil de Madrid, en diciembre de 2013.Javier Lizon (EFE / Cordon Press)

David Rocasolano, primo de la Reina, considera “un mito de la prensa lacaya” que doña Letizia sea una voraz lectora. “Mi prima no ha leído jamás otra cosa que periódicos, algún best-seller tipo Grisham o los libros que le obligaron a leer en el colegio y la facultad (…) Si Letizia, periodista, hubiera regalado a su prometido una selección de los exquisitos artículos de Larra, se hubiera comportado de manera coherente. Pero regalar una obra menor, literalmente prescindible y olvidable del cronista más influyente de la historia de España, me parece un insulto a Larra y para toda la casta periodística. Se debería de haber asesorado mejor”, afirmó Rocasolano en su libro, Adiós, princesa (Akal), publicado en 2013. Los primos no se hablan desde hace más de una década.

Pero como dijo Anna Caballé, autora de El feminismo en España, a Leonardo Faccio, “la mujer culta se ha visto estigmatizada de mil maneras en España por la cultura popular”. A la escritora y crítica literaria no le gusta la palabra “prescriptora” porque considera que tiene una connotación impositiva que le desagrada profundamente, pero no tiene dudas sobre las genuinas inquietudes culturales de la Reina y sobre la influencia que ejerce en el español de a pie. “Me encanta el interés que muestra por la cultura y cómo lo ejerce de una forma transversal, cruzando distintos registros”, explica Caballé en conversación con EL PAÍS. “Su poder de irradiación es indiscutible, pero, como digo, me gusta que lo ejerza con naturalidad, sin imponerse. Siempre eché de menos una mayor implicación de las élites españolas y por supuesto de la clase política en la cultura. Fue el caballo de batalla de Ortega”, continúa.

La reina Letizia inaugurando la Feria del Libro de Madrid de 2022.
La reina Letizia inaugurando la Feria del Libro de Madrid de 2022.álvaro garcía

Realidad o espejismo, el poder de doña Letizia en la cultura está a la vista. Su visita a la Feria del Libro de Madrid es una de las citas más esperadas por libreros y editores. “Gracias a ella, la feria sale en medios en los que de otra manera no aparecería. Difícilmente llegaríamos a la prensa del corazón o a determinados programas con nuestros recursos”, ha explicado Eva Orúe, directora de la Feria, a Vanity Fair. En 2015, la Reina se llevó Ángeles fósiles, de Alan Moore, sobre los héroes de la sociedad ocultista Amanecer Dorado. ¿Su satánica Majestad?, tituló este periódico una crónica que se hizo viral. Este año, se interesó por la colección Reinas consortes, que repasa la vida de las esposas de monarcas medievales, y compró El uso de la foto, de Annie Ernaux; La ciudad de Dios, de Pier Paolo Pasolini; y los Ensayos literarios de H.P. Lovecraft, entre otros. También pasó por la caseta de la librería Mary Read, especializada en LGTBI y transfeminismos, donde adquirió el libro “antimatrimonio” El fin de la novela de amor, de Vivian Gornick. La autora neoyorquina, figura clave de la segunda ola del feminismo, defiende que el mundo ha cambiado y que el amor y el matrimonio “han dejado ser metáforas que representen adecuadamente la felicidad y la realización personal”. Mientras pagaba con un billete de 50 euros, la Reina reconoció a los libreros que conoce a la escritora y que ya había leído Apegos feroces (1987), un relato en el que una joven Gornick narra la compleja relación con su madre y se debate entre los modelos de mujer que ansía y detesta encarnar y que determinarán su relación con los hombres, el trabajo y otras mujeres.

Nadie mejor que doña Letizia sabe lo que puede costar a una mujer encontrar su sitio en el mundo. Desde que llegó a la Familia Real española, hace ahora 20 años, se ha tenido que enfrentar a muchos prejuicios. El hecho de ser divorciada, de clase trabajadora, culta, con opiniones propias e inquietudes intelectuales ha puesto a prueba los convencionalismos de la monarquía y la sociedad española. Pero Anna Caballé considera que todos esos prejuicios ya han quedado “muy atrás”. “Lo ignorábamos todo de su personalidad. Ahora es distinto y ella ha encontrado la forma, o las formas, de darse a conocer”, concluye la crítica literaria. Por los libros que lee la conoceréis.

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Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.

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