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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Repartiendo felicidad

Todo parecía ligar en el recuento de empresarios catalanes en Madrid y ‘celebrities’ en Barcelona. Hubo un antes y después en este frufrú social, esta historia de dos ciudades, ante el avance del ‘procés’

Barcelona Boris Izaguirre
Rossy de Palma y Bibiana Fernández compartiendo limusina.Carlos Puig
Boris Izaguirre

El fotógrafo y emprendedor Carlos Puig ha inaugurado una exposición en la galería The A Studio en Barcelona. Fotografías que podríamos inscribir en el género de cándidas, no por su candidez, sino por haber sido tomadas informalmente durante fiestas y reuniones perpetradas en Madrid, París y Barcelona, ciudades donde ha transitado su vida personal y profesional. Usando una frase que emplea a menudo, Puig la ha titulado Repartiendo Felicidad. Y es precisamente el reparto de esa felicidad entre Madrid y Barcelona lo que hace interesante la muestra. Asoma en ellas la extraordinaria y poco documentada vida social entre ambas ciudades, sus sociedades, sus costumbres y maneras.

Me gusta llamar a esos años que reflejan las fotos de Puig como “los años del puente aéreo”, que arbitrariamente podría definir que fueron los que sucedieron entre 1998 y el 2012, es decir, entre el cambio de siglo y el auge del independentismo catalán.

La llegada del AVE en 2008 fastidió la hegemonía del puente aéreo. Nunca olvidaré que en uno de esos viajes presenté a Antonio David Flores y Miguel Ángel Rodríguez, días después de la mayoría absoluta de Jose María Aznar. Se hablaba catalán en la intimidad y recuerdo cuando coincidía con Oriol Junqueras en los mostradores de embarque y charlábamos sobre las dietas alimentarias óptimas para nuestras ajetreadas vidas. O cuando viajé junto a Pepe Sancho y le confesé mi interés por la aparición granítica de la montaña de Montserrat antes de enfilar el aterrizaje en el Prat. Una sensación wagneriana que parecía afín al creciente espíritu independentista, aunque luego, el proceso del procés retorció ese romanticismo alemán y lo arrastró a Waterloo. La presión que se ejercía a través del idioma tuvo episodios infelices como el despido de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi de TV3 porque no hablaba bien en catalán. Aquello coincidió con el final de Crónicas marcianas y terminó precipitando mi regreso a Madrid. Sin embargo, esa corriente social entre las dos ciudades, que tan bien reporta Repartiendo Felicidad, mantuvo por unos años más mi dichosa presencia en Barcelona.

Hasta que me convertí en una de esas “celebridades de importación“, un término acuñado por alguno de los prestigiosos y burbujeantes relaciones públicas de Barcelona (una profesión que llego al excedente en ambas ciudades), en referencia al tipo de famoso que los eventos de Barcelona necesitan invitar para captar la atención a los medios. En eso también consistió ese reparto de felicidad: Rossy de Palma y Bibiana Fernández compartiendo limusina, cada una en su pensamiento y en su personaje; Bibiana apoyada en la mejilla de David Delfín, una instantánea que guarda el inmenso afecto que se tuvieron.

Y es que todo parecía ligar en este recuento de empresarios catalanes en Madrid y celebrities en Barcelona. Hubo un antes y después en este frufrú social, esta historia de dos ciudades, ante el avance del procés. Ante la incapacidad de entendimiento desde Madrid a las peticiones de Barcelona, se creó una infelicidad entre ambas que disminuyó los encuentros y las convocatorias. Pero la mirada y la insistencia de Carlos Puig recupera esa felicidad perdida y la pone ante nuestros ojos para contarnos una historia que, ahora, sigue en las negociaciones para una nueva investidura, pero ya desde otro ángulo.

Otra historia asombrosa que vincula dos ciudades es la de los árboles de Navidad. Los alcaldes de Badalona y Vigo no compiten por quién tiene la biblioteca municipal más grande, sino que pelean por ver quién construye en árbol de Navidad más grande. El de Badalona mide 40 metros y el de Vigo 40,5. Estas cifras de vértigo son bombas navideñas que se suman a las que suelta Britney Spears en su autobiografía, La mujer que soy. Sus padres peleaban continuamente. Justin Timberlake la obligó a abortar y después la dejó a través de un SMS. No puede haber felicidad en un bombardeo.

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