Juan Carlos I vuelve a Wight, la isla inglesa donde se gestó la ‘maldición’ sanguínea de los Borbones
El rey emérito ha llegado este jueves a Cowes para disputar el Campeonato del Mundo de Vela de la clase 6 metros. Su abuela, su bisabuela y su tatarabuela británicas, portadoras del gen de la hemofilia que diezmó a una generación de la Familia Real española, se criaron en esta isla
A los cortesanos de Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I, no les entusiasmaba la idea de que el rey de España se casara con Victoria Eugenia de Battenberg. La princesa, nieta de la reina Victoria de Inglaterra, era anglicana, no hablaba español y, a ojos de la rancia corte alfonsina, tenía un rango inferior al monarca. También la veían demasiado moderna y mundana. Y estaba la cuestión de la hemofilia, una enfermedad de la sangre que acechaba a la familia real británica y que corría por las venas de Victoria Eugenia y dos de sus hermanos varones. En el Palacio Real de Madrid nadie quería que la princesa Ena fuera reina, a excepción del propio Alfonso XIII, que se salió con la suya e hizo público el compromiso en febrero de 1906. A comienzos de mayo de ese año, tres semanas antes de que se celebrara la boda en la madrileña iglesia de San Jerónimo el Real, el rey visitó de incógnito la isla de Wight, en la costa sur de Inglaterra, donde su prometida había pasado parte de su infancia y juventud. El abuelo del rey emérito llegó en su yate, el Giralda, y recorrió con Ena el castillo victoriano de Osborne House, donde ella se había criado.
Juan Carlos I ha estado muchas veces en Wight. Su padre, el conde de Barcelona, le hizo de cicerone en los años cincuenta y sesenta. El rey emérito, que conoce bien esta isla frente a la ciudad de Southampton, llegó el jueves con la intención de participar el lunes en la primera jornada del Campeonato del Mundo de Vela de la clase 6 metros, categoría en la que se ha especializado en estos últimos años. A sus 85 años, se ha puesto en forma con la intención de revalidar el doble mundial que logró en Vancouver (Canadá), en 2017, y en Hanko (Finlandia), en 2019. Cuando no esté compitiendo a bordo del Bribón, el exjefe del Estado estará en Cowes, no muy lejos de donde su abuela, su bisabuela y su tatarabuela británicas crecieron. En principio, su plan es quedarse en la isla hasta el día 8, cuando finalice la competición.
Las conexiones entre la Familia Real española y Wight se pueden remontar hasta los tiempos de los Trastámara. Ya en 1374, Fernán Sánchez de Tovar, marino castellano al servicio de Enrique de Castilla, saqueó y quemó la isla durante la guerra de los Cien Años. Pero la más pacífica tradición real de navegar por las aguas bravas de este enclave inglés comenzó con Alfonso XIII y Ena. El abuelo del rey emérito, un anglófilo amante de deportes como la vela y el polo, solía visitarla en verano para participar en las regatas de balandros a bordo de su embarcación, el Hispania. A Ena también le gustaba volver a Osborne House, la casa de veraneo de su infancia. Cuando no podía hacerlo, se contentaba con el palacio de La Magdalena, en Santander, una mansión inspirada en la residencia pintoresquista inglesa de los Hornillos, en la localidad cántabra de Las Fraguas. Cantabria era lo más cerca que podía estar de Inglaterra.
La luna de miel de Alfonso XIII y Ena solo duró un año. En 1907, un año después de su boda, la pareja descubrió que su hijo primogénito recién nacido, el príncipe Alfonso, había heredado de su madre la hemofilia, un trastorno hemorrágico que no permite que la sangre coagule de manera adecuada. El sexto hijo del matrimonio, el infante Gonzalo, también nació hemofílico. Los niños no pudieron recibir la formación que exigía su rango ni desarrollar sus funciones públicas con normalidad por culpa de la enfermedad. La mala salud del príncipe de Asturias y del infante erosionó la relación de los reyes y terminó matando a sus vástagos: Gonzalo, el más pequeño, falleció en 1934. Solo tenía 19 años. Alfonso, el mayor, murió en 1938, con 31.
La maldición de los Borbones se gestó en Wight, donde se encuentra ahora Juan Carlos I. Victoria de Inglaterra y su marido, el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, tatarabuelos del rey emérito, construyeron Osborne House en Cowes entre 1845 y 1851 y la convirtieron en su residencia de verano y casa privada. La monarca inglesa, portadora del gen de la hemofilia por una mutación espontánea, transmitió la enfermedad a tres de sus nueve hijos. Las princesas Alicia y Beatriz fueron portadoras y Leopoldo, el menor, heredó la hemofilia tipo B. A través de ellos pasó a las familias reales de Rusia, Alemania y España.
En el verano de 1885, la princesa Beatriz del Reino Unido, hija favorita de la reina Victoria y bisabuela de Juan Carlos I, se casó con el príncipe Enrique de Battenberg en la iglesia de Santa Mildred, en Whippingham, un pequeño pueblo de Wight. La pareja pasó su luna de miel en Quarr Abbey House, a pocos kilómetros de Osborne House. Ahora, Juan Carlos I tiene previsto hospedarse en la casa de unos amigos no muy lejos de allí.
La princesa Beatriz del Reino Unido, bisabuela del rey emérito, transmitió el gen de la hemofilia a sus hijos, incluida Victoria Eugenia, y Ena lo introdujo en la Familia Real española. El drama de la hemofilia diezmó a una generación de los Borbones, pero también despejó el camino de Juan Carlos I al trono. Alfonso de Borbón y Battenberg, primogénito de Alfonso XIII, tuvo que renunciar a sus derechos sucesorios en el verano de 1933 para poder casarse con la plebeya cubana Edelmira Sampedro. Consciente de su enfermedad y de que jamás llegaría a reinar, prefirió anteponer el amor al deber. Cinco años después, ya divorciado de Edelmira, falleció desangrado tras sufrir un accidente de tráfico en Miami. El infante Jaime, segundo en la línea de sucesión y sordomudo casi de nacimiento, también fue obligado a renunciar a sus derechos aquel verano del 33. Un año después, en el verano de 1934, el infante Gonzalo, el pequeño, murió a causa de una hemorragia hemofílica tras una colisión leve en una carretera austríaca. Su hermana, la infanta Beatriz, que viajaba con él, salió ilesa.
Todas esas renuncias y muertes colocaron a Juan de Borbón y a su hijo, Juan Carlos, en primera línea en la carrera para reinar en España. En los próximos días, el padre de Felipe VI correrá en las aguas de Wight con la ilusión de volver a ocupar un primer puesto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.