Juana Martín: “Ya quisieran muchos de quienes lo dicen como insulto ir vestidos como gitanos”
La diseñadora, primera mujer española en desfilar en la alta costura de París, estrena el vestuario del ballet flamenco ‘Ángeles y demonios’ y presentará en julio su tercera colección en la pasarela francesa
La idea era charlar cara a cara en Madrid, pero a Juana Martín no le daba la vida para salirse un milímetro de su agenda esta semana “frenética”, en la que prepara el vestuario para el estreno de una obra teatral, ultima los detalles de los 28 modelos exclusivos de su tercera colección para los desfiles de la alta costura de París y supervisa unas obras de reforma en su negocio. Así que hablamos por videollamada, ella sentada en el suelo de su taller de Córdoba, entre un barullo de costureras, perchas y pintores, y su hijo Manuel, de cuatro añitos, colándose en el plano de vez en cuando reclamando la atención de su mamá. La jefa de todo esto, en vaqueros y camiseta de batalla, lidia con unos y otros entre ataque y ataque de tos, producto, dice, del estresazo que arrastra las últimas semanas.
¿Le impone tanto estreno?
Fíjate, es extraño. Para concebir una colección de ropa necesito estar en mi mundo, en mi tierra, con mis cosas, por eso no salgo de Córdoba. Pero, a la vez, no sé trabajar sin presión. Mi madre me riñe y me dice que siempre acelero a última hora, pero la adrenalina me pone las pilas.
Empezó diseñando moda flamenca y ahora viste a un ballet. ¿Sus trajes son para bailar?
Bueno, el traje de flamenca no es para bailar, aunque también se baile con él. Es un traje de fiesta, de celebración, de tradición. Mis vestidos para la obra de teatro son de luto, pero también de alegría. En ella, una mujer pasa de la angustia a la esperanza tras un diagnóstico de cáncer. De ahí el título, Ángeles y demonios. Vestir a esa mujer en esa lucha me ha tocado mucho emocionalmente.
¿Tiene casos cercanos?
A mi vera. Mi padre murió de cáncer a los 69 años, después de cuatro años de tratamientos, hospitales y ensayos clínicos, y también mi tía. No lo he superado. Mi padre era mi todo. Mi hijo Manuel nació después de su muerte, tengo a mi marido, a mi madre, a mis hermanos, soy una mujer feliz y plena, pero el dolor de esa ausencia no se quita nunca.
Su padre se dedicaba a la venta ambulante de ropa. ¿Qué aprendió de esa escuela?
Mi padre tenía el puesto más bonito del mercadillo de Córdoba. La gente hacía cola para comprarle vaqueros especiales, rebecas con algún detalle que él encargaba a las fábricas, vestidos preciosos, de todas las tallas, para todo el mundo. Yo me he criado viéndolo, ayudándolo. Los días que no teníamos cole, los hermanos nos poníamos a vigilar el puesto porque en la bulla siempre había alguien que se llevaba algo al descuido. Ese sentido del gusto, del estilo, de oler lo que quiere la gente y dárselo, de la dedicación a los clientes y del trabajo bien hecho es, con la educación y el saber estar, la herencia que he recibido, y los valores que intento transmitirle a mi hijo.
¿Ha sentido alguna vez una mirada diferente por ser gitana?
No te voy a negar que he vivido cosas feas en mi infancia y adolescencia, pero siempre me he revuelto contra eso. Cuando me dicen que soy una gitana aceptada por la sociedad, salto. Nunca he pedido permiso ni perdón por ser gitana. Yo no te perdono a ti por no serlo ni te tengo que dar las gracias por aceptarme. A veces, he oído decir: “Vas vestido como un gitano”. Más quisieran muchos de quienes lo dicen como insulto vestir como gitanos. En eso soy muy severa. Hay gitanos buenos y malos, ricos y pobres, hay de todo, como en todas partes.
Un volante es un derroche de tela. ¿Por qué le gustan tanto?
El volante es universal. De Valentino a Chanel y Lacroix lo han usado. Un volante gusta en Nueva York, Milán, París, Arabia Saudí, cada diseñador lo adapta a su estilo, pero en Andalucía lo llevamos al extremo y es donde mejor lo trabajamos. Un volante, bien llevado, es una gracia, un volumen, un aquí estoy yo, un a mí nadie me tose. Unos volantes bien llevados te dan confianza, te hace sentir poderosa, te dan alas, fuerza, te empoderan.
Hace vestidos para días grandes: de novia, de feria, de ceremonia. ¿Sufrió mucho la pandemia, con sus restricciones a las reuniones sociales?
Lo pasamos fatal, porque nos quedamos sin bodas, sin ferias, sin fiestas y tuvimos que reinventarnos. Diseñamos y vendimos mascarillas y así, sufriendo mucho, he podido conservar el empleo de mis costureras y ahora no paramos de trabajar. Este año las bodas, las ferias y el Rocío han sido la locura. Pero también tengo ropa minimalista, camisetas y vaqueros.
¿Y tendría algo para mí, con mis años, mi talla y mi poco salero?
¿Cómo que si tengo? Lo tengo todo. No hace falta tener 20 años, 90-60-90 de contorno y las tetas en la garganta para que yo te vista. Mi padre vestía, y muy bien, a todas sus clientas. Yo, como estilista, te puedo aconsejar qué ponerte y qué evitar para que vayas bien vestida, pero la mujer se tiene que sentir guapa como es. Yo, por ejemplo, soy bajita, tengo las piernas gorditas, y, aunque tengo mis días malos, hago por sentirme guapa.
¿Todas tenemos complejos?
Mira, yo he tenido en el probador a mujeres perfectísimas amargadas por un pliegue mínimo de piel en la cintura y a otras con evidente sobrepeso, tan sexis y tan felices. Somos inseguras porque queremos ser perfectas y nos comparamos con otras, pero tenemos el poder de ser únicas y no exigirnos tanto, porque podemos ser muy peligrosas para nosotras mismas.
Es la tercera española, y la primera mujer, que desfila en la alta costura de París. ¿Le ‘renta’?
La alta costura no es tan rentable a nivel económico como de prestigio y de altavoz para el resto del mundo. Estar en París no es gratis, ni puede ir quien quiera. Te tienen que invitar. Yo me he buscado las habichuelas toda la vida, nadie me ha regalado nada, y ahí estoy, jugándome el tipo.
Pasar de vender en el mercadillo a la pasarela de París debe de ser estupefaciente para el ego. ¿Cómo vamos de autoestima y amor propio?
La autoestima me la han querido hundir muchas veces en el gremio en España. Cuando han querido pisotearme, he trabajado más. Cuando han querido echarme de un sitio para poner a otro más moderno, me he ido yo. A mí, o me matas del todo, o, si me dejas un hilo de vida, renazco. Ahora la cordobesa, la andaluza, la racial, la de los orígenes, desfila en París, justo antes que Fendi. Parece que allí sí que han entendido mi ADN y mi origen. Así que amor propio, todo. Gracias a eso estoy aquí.
Cordobesa en París
Juana Martín (Córdoba, 49 años) se imagina vestidos y los cose desde que, de niña, se hizo una falda con trapos de la limpieza de su casa y asombrara a sus propios padres, acostumbrados a comprar y vender ropa en los mercadillos ambulantes. Hoy, después de dar el salto al mercado internacional sin salir de su taller cordobés, da trabajo a un puñado de costureras que bordan, en todos los sentidos, sus trajes de novia, flamenca y fiesta, y también sus camisetas y vaqueros. El 27 de junio estrena en Madrid el vestuario del ballet dramático flamenco Ángeles y Demonios, con la bailaora Patricia Donn al frente, y el 6 de julio desfila por tercera vez en la semana de la alta costura de París. Es la tercera española y la primera mujer modista en lograrlo.
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