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La violeta, la flor que vence al invierno, se saborea en caramelo y prevenía las resacas

Esta planta ligada al amor es nativa de Europa y de Asia occidental, está provista de unos tallos laterales y sus hojas acorazonadas tienen un color verde hierba muy atractivo. Ha sido protagonista de canciones y es una de las 10 flores más representadas en el Museo del Prado

Violetas primavera
Una flor de violeta en los Reales Alcázares de Sevilla.Eduardo Barba
Eduardo Barba

El latir de la primavera es un sonido sordo que recorre cada raíz sepultada en la tierra. Tintinea en el encuentro de los rayos de sol con los carámbanos de hielo del alero del tejado. Se colorea con las flores sobre lechos de hojas secas que remueven los mirlos en su búsqueda de lombrices. La alegría de encontrar a viejas conocidas tiñendo con sus pétalos los jardines esboza sonrisas en los jardineros, y una de estas especies es la violeta (Viola odorata). Ya en estas semanas muchas plantas herbáceas se aprestan a abrir sus encantos. La violeta, además, los aliña con uno de los aromas más exquisitos que existen en un jardín, en el que se combinan la dulzura y la sobriedad. Y aunque sus tonos no sean los más vívidos, se enseñorean sobre otras plantas que tapizan el suelo bajo los arbustos y los árboles.

Se cuenta que, en la Corte vienesa del duque Leopoldo VI, en el siglo XIII, existía una tradición ligada a la delicada violeta. La primera persona que encontraba una de estas plantas en flor en marzo tenía la obligación de acudir a la Corte e informar al duque. Así, una comitiva partiría en ese mismo momento a la búsqueda de ese primer anuncio de que el frío estaba presto a desaparecer, o que, al menos, quedaba menos tiempo de espera ante días más cálidos. Una vez allí, la doncella más humilde tenía el honor de cortarla. El invierno sería vencido, y los juegos y los paseos al aire libre se redoblarían haciendo olvidar la oscuridad de los días más cortos.

Esta planta herbácea, nativa de Europa y de Asia occidental, está provista de unos tallos laterales, los estolones, que le facilitan colonizar todo a su alrededor. Aunque no es invasora, es capaz de cubrir fácilmente muchos metros cuadrados ella sola si las condiciones le son propicias. La violeta es feliz en el jardín con una luz intensa, pero también a la sombra con algún rayo de sol que se cuele de vez en cuando entre otras plantas más altas. De esta manera, es una planta tapizante excelente para cultivar bajo los arbustos o en las lindes de senderos.

Sus hojas acorazonadas tienen un color verde hierba muy atractivo, que puede hacer un contraste ideal con plantas de colores verdes más oscuros. Asimismo, es perfecta para crecer en las macetas de una terraza o de una ventana, conjuntándola con otras especies en el mismo tiesto. Lo que no le gusta a la violeta son los extremos, y en un verano muy cálido y seco vegetará peor, al igual que con los fríos muy intensos. Pero retomará el crecimiento cuando los calores se vayan, así como esas heladas que la dejan paralizada.

Las hojas de la violeta tienen una característica forma acorazonada.
Las hojas de la violeta tienen una característica forma acorazonada.Eduardo Barba

El experto cultivador Roy E. Coombs menciona en su exhaustivo libro, titulado Violetas: la historia y el cultivo de las violetas perfumadas sobre las violetas (por su traducción al español), el posible origen de su uso como flor cortada: según el padre de la botánica, el griego Teofrasto, esta fue una de las primeras plantas de flor en cultivarse para ser comercializadas en el mercado de Atenas.

“El 9 de noviembre ya empieza a haber violetas, como en la canción de Cecilia, y su temporada de venta se alarga hasta pasado el Día de los Enamorados, el 14 de febrero. La letra de Cecilia, tan emotiva, cuenta una historia de amores secretos, amparada bajo el aroma de las violetas: ‘¿Quién la escribía versos?, dime, ¿quién era? / ¿Quién la mandaba flores por primavera? / ¿Quién cada nueve de noviembre, como siempre, sin tarjeta / La mandaba un ramito de violetas?”, explica Javier Feliu, propietario en Valencia de la floristería Feliu. Pero sí que se sabe el nombre de quien le procura las violetas a su floristería: Vicente Beltrán, uno de los últimos productores de esta flor en España.

Un ramito de violetas confeccionado por la floristería Feliu de Valencia con las flores de Vicente Beltrán.
Un ramito de violetas confeccionado por la floristería Feliu de Valencia con las flores de Vicente Beltrán.Floristeria Feliu

“Es un trabajo que nadie quiere ya, por desgracia”, relata Beltrán, “porque es duro, su recolección es costosa. Las violetas se plantan en marzo y se empiezan a recolectar en noviembre, aunque cada vez se alarga más el calor y es más difícil encontrar flores en esas fechas”. Con un negocio fundado en Benisanó (Valencia) hace más de 50 años por su padre y sus tíos, en Flores Beltrán siguen reproduciendo las mismas plantas que se compraron en la época en la que se instauró la empresa. “Nuestros principales clientes son las floristerías”, prosigue Beltrán, “aunque también hay clientes más específicos. Por ejemplo, todos los años envío a Sevilla en marzo para las Hermanas de la Cruz, que es cuando dan una violeta bendecida a cada persona que acude a conmemorar el día que falleció Santa Ángela de la Cruz”. Hasta principio de primavera las plantas de violeta producen flores: “Y hay novias que la eligen para sus ramos, muchas veces porque era la que llevaron sus madres en el día de su boda”, recuerda.

Desde muy antiguo, el amor está plenamente ligado a esta modesta flor, que es uno de los atributos de la diosa griega Afrodita, por su aroma seductor, que le da el nombre popular de violeta de olor. Es incluso comestible y también se elaboran caramelos y licores con ella. Además, es poseedora de una simbología muy rica. Tanto es así que llega de igual forma al mundo de los muertos, cuando los antiguos romanos las depositaban en las tumbas en el Dies violaris, el día de la violeta. Al mismo tiempo, su nexo con la Virgen María es ancestral, a la que se apelaba también como “violeta de humildad”.

En 'La bacanal de los andrios', de Tiziano, las flores de violeta hacen acto de presencia en dos lugares: en la cabeza de un niño y en la oreja y escote de una de las mujeres recostadas sobre la pradera.
En 'La bacanal de los andrios', de Tiziano, las flores de violeta hacen acto de presencia en dos lugares: en la cabeza de un niño y en la oreja y escote de una de las mujeres recostadas sobre la pradera.Museo Nacional del Prado

El arte tampoco podía permanecer indiferente ante tanta humilde belleza. En el Museo Nacional del Prado, la violeta es una de las 10 flores más representadas en las obras de su colección, y aparece en docenas y docenas de cuadros de todas las épocas. En uno en concreto, La bacanal de los andrios, de Tiziano, las flores de violeta hacen acto de presencia en dos lugares muy destacados: en la cabeza de un niño que orina en el arroyo de vino que fluye por la isla y en la oreja y escote de una de las mujeres recostadas sobre la pradera. En el primer caso, es debido a la creencia que se tenía en la antigua Grecia de que, al utilizar una corona de violetas, se prevenía la resaca. En el segundo emplazamiento, es muy posible que haga referencia a la violeta como flor del amor, en un cuadro que es un canto a la vida y a los placeres. Porque la violeta pertenece a ellos, sin duda.

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Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.

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