Carne o pescado
Boris Johnson está más entrado en carnes que Novak Djokovic pero los dos demuestran que el poder te nubla la visión y fastidia el paladar. Cuando te gustan los sabores fuertes, solo quieres más
Estos días en Florencia sintonizo la señal internacional de TVE y me sorprende la insistencia en hablar de una crisis de imagen de nuestro país en el exterior a causa de las declaraciones del ministro de Consumo acerca de las macrogranjas y la calidad, sostenible o no, de nuestra carne. Al zapear entre otros canales internacionales, ninguno habla de la mala imagen de nuestra carne.
Pero algo huele mal. Las noticias, desde Al Jazeera hasta Fox, son: el dilema australiano con Novak Djokovic; la ridícula, pero muy medida, disculpa de Boris Johnson por sus fiestas durante el confinamiento; o las descocadas fiestas sexuales del príncipe Andrés. Lo más parecido, en lo carnal, que encuentro es la aseveración de la revista Tatler de que nuestro rey Felipe es el más atractivo de los monarcas. En la revista italiana Gente lo califican de “affascinante”, aunque un poco “soffocatto” por su madre antes de su matrimonio.
¿Carne o pescado? Para mí resultó un descubrimiento que fuera un código para adivinar las apetencias sexuales de cada uno. Yo soy más carnívoro y aunque lamento que generen gases nocivos para la sostenibilidad, reconozco que me pierde un buen filete. Y un buen muslo, como los del tenista serbio antivacunas. Si pudiéramos conocer el interior de las neveras de muchos políticos nos sorprenderíamos, porque cada vez somos todos más sostenibles y nos acostumbramos a degustar hamburguesas hechas con champiñones o soja. Y leche de avena, que por cierto, algunos aseguran que “mariconea”, por eso los de Vox no la prueban.
De hecho, Djokovic, ese hombre del que sí se habla en todo el mundo y que está creando una verdadera crisis de imagen para el tenis, para Serbia, para Australia y para las vacunas; mantiene ese espectacular físico porque evita la carne y obtiene proteína de otras fuentes. Es probable que su alimentación también esté marcada por sus problemas cardiacos, con los cuales esquiva la vacuna y que todo esto, triturado, le haya vuelto egoísta y extremo.
La situación se ha convertido en proteína para los telediarios. Ahora estamos en que a lo mejor le deportan. Está claro que hay mucho en juego y que es un privilegiado al que se le permite todo porque es como un anabolizante que realza el torneo donde juega. Si al final consigue jugar, sin estar vacunado, el tenis va a empezar a oler como la carne mala.
Igual que San Lorenzo, santo patrón de Florencia, Boris Johnson está en el asador. ¡Qué martirio tiene este primer ministro con su vida doméstica y las barbacoas que no ha querido perderse pese al confinamiento que ha impuesto a sus ciudadanos! Boris está más entrado en carnes que Djokovic, pero los dos demuestran que el poder te nubla la visión y fastidia el paladar. Cuando te gustan los sabores fuertes, solo quieres más. Puede ser que Johnson no sepa decirle que no a su actual esposa, Carrie Johnson, a la que en la BBC han llamado “party addict”. Igual que al ministro de Consumo español, a Johnson también le piden la renuncia. Será como otro partido de tenis ver quien gana.
Cuando hablamos de carne, tenemos que hablar de colágeno, juventud y pedigrí. Todo eso lo tiene, a raudales, Rocco Ritchie, el hijo de Madonna y Guy Ritchie, que esta semana se ha cocinado como la única noticia nutritiva. Rocco vende cuadros por 30.000 euros con pseudónimo, pero su verdadera firma es su aspecto. Un look a medio camino entre la serie cinematográfica sobre Sherlock Holmes, dirigida por su padre y escenas del documental En la cama con Madonna. Rocco ha conseguido mezclar, con estilo y picardía, la carne con el pescado y crearse un dandi que confirma que la alimentación es tan importante como los genes. Recordemos que cuando Rocco era un niño, su madre pegó un post-it en la nevera que rezaba: “Manzana sí, plátano no”.
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