La revolución de la moda en el mundo árabe
Caras conocidas como Virgil Abloh, Naomi Campbell o Alexa Chung han asistido a la entrega de premios de la Fashion Trust Arabia que se ha celebrado bajo el techo del Museo Nacional de Qatar liderado por la jequesa
Mientras los líderes mundiales se reunían en Glasgow para hablar del cambio climático esta semana, en Doha, oasis distópico de rascacielos multicolores a las orillas del mar arábigo y uno de los epicentros del modelo energético basado en los combustibles fósiles (Qatar es el 14º productor principal de petróleo del planeta), se reunieron otro tipo de líderes: los que deciden qué se pone el mundo, qué moda se consume, pero sobre todo de qué forma se va a consumir. Bajo el techo del Museo Nacional de Qatar, una rosa del desierto gigante diseñada por el Pritzker Jean Nouvel para brillar entre la calima, se reunieron en torno a las mismas mesas personas tan dispares como el director creativo de Valentino (propiedad de la familia real catarí), Pierpaolo Piccioli, el enfant terrible de Louis Vuitton, Virgil Abloh, el diseñador libanés Elie Saab, el fundador de Moncler, Remo Ruffini, la veterana y respetadísima Alberta Ferretti, las modelos Naomi Campbell, Natalia Vodianova o Irina Shayk, el legendario director de Dazed and Confused (y expareja de Kate Moss), Jefferson Hack, los fotógrafos Juergen Teller y Brigitte Lacombe, el director del máster de moda de Central Saint Martins, Fabio Piras, los actores Joshua Jackson y Gillian Anderson o la influencer Alexa Chung, que se mostraba impresionada por la convocatoria: “Es emocionante volver a estar todos juntos y poder hablar de moda”, decía, mirando perpleja a su alrededor, donde una sección de violín de la escuela nacional de música de Afganistán (Qatar fue uno de los primeros países en abrir el tráfico aéreo a este país tras la caída de Kabul) ponía la música y llenaba el espacio de simbolismo.
La excusa para este evento era la entrega de premios de la Fashion Trust Arabia (FTA), la fundación que preside la jequesa Mozah bint Nasser al-Missned, una mujer cuyo gusto por la alta costura le ha valido constantes portadas en la prensa couché de todo el mundo y, más importante, la relación con las casas de moda más prestigiosas, que ahora quiere utilizar para cambiar su país. Los invitados de la industria occidental no solo estaban allí para vivir unos días de genuino lujo costeados por una casa real que invierte en negocios estratégicos o para figurar en las fotos, sino para asesorar en persona sobre su trabajo a los 24 finalistas del segundo premio de la FTA, jóvenes diseñadores de Oriente Próximo y el norte de África que no poseen los medios ni los contactos para dar el salto al mercado global.
El concurso, que celebró su primera edición en 2019 y tuvo que frenar en seco con la llegada de la pandemia, cuenta además con un país invitado de una economía emergente. Este año se trataba de Colombia: “Uno de los principales asesores de la casa real catarí es colombiano, de ahí la conexión”, explicaba la creativa Juanita García, que no podía creerse que Haider Ackermann hubiese alabado sus cortes o que Elie Saab acabase de hablarle maravillas sobre el crochet que tejen para ella las mujeres artesanas de Boyacá y que forma parte de las prendas que crea mezclando esas labores ancestrales con restos de tela de Hermès o Loro Piana que compra a proveedores de retales viejos. Porque aunque suene paradójico, en la cuna de la economía del petróleo la sostenibilidad también vertebra las conversaciones, y el debate estaba muy presente en este certamen de moda donde el jurado ponía especial atención a los proyectos que tuviesen en cuenta la trazabilidad de sus productos.
“¿Te imaginas lo que supone para mí haber recibido la opinión personal y argumentada sobre mis piezas de alguien como Pierpaolo Piccioli?”, decía el iraquí Malik Thomas: “Me dijo que quizá no soy diseñador, sino simplemente un artista”, contaba sorprendido por la brutal sinceridad del gran jefe de la casa Valentino. “Pierpaolo puede parece cruel, pero al final les está dando consejos que les ayudan a cambiar totalmente la orientación de su negocio y que pueden suponer la diferencia entre triunfar y fracasar”, explicaba a este periódico la influyente periodista libanesa Tania Fares, copresidenta de la FTA y mano derecha en esta iniciativa de Al-Mayassa bint Hamad bin Khalifa Al Thani, hija de la jequesa. Sentada en un lujoso salón del Mandarin Oriental de Msheireb —el impresionante nuevo distrito diseñado por el estudio de John McAslan desde el que el país, totalmente dependiente de la industria de petróleo, quiere impulsar las actividades creativas y abrir otro sector económico—, Fares, que vivió en primera persona la brutal explosión del puerto de Beirut a mediados de 2020 se mostraba igual de impresionada que el resto de invitados ante el éxito de convocatoria de la iniciativa: “Es que no acepto un no por respuesta”, bromeaba. Consciente de que después del año de la pandemia la idea de que una de las casas reales más ricas del mundo se interese por dinamizar la moda no amarga a ninguno de los pesos pesados presentes en el certamen —ni siquiera cuando el proceso para conseguir la ‘Ehteraz’, el permiso covid para entrar en el país, es una auténtica yincana—, Fares cree que hay un genuino interés en los presentes por buscar nuevos talentos y alternativas para que no sean siempre los mismos nombres los que tocan la gloria y que puedan “sumar su talento a la producción occidental”.
Los ganadores del certamen, en el que se reconocen cuatro categorías —complementos, ropa de fiesta, país invitado y joven talento— reciben como premio dos años de asesoramiento, pero solo uno de ellos, el joven, gana 200.000 euros. El afortunado ha sido el sudanés el Tayeb, un carismático creador que ha reciclado los símbolos nacionales de su país y los ha mezclado con su propia simbología patriótica para crear un folclore propio. El dinero que recibe no es nada desdeñable en el que sin embargo, no está el quid de la cuestión. Como explicaban los creativos de Alado, una de las firmas colombianas que se presentó a concurso: “Con tiempo nosotros podríamos conseguir esa cifra en Medellín, pero lo que de verdad te proyecta globalmente es la repercusión mediática y para eso hace falta lo que te dan aquí. Contactos”.
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