Damián Mollá, la voz de Barrancas: “Nadie se autocensura, te estás censurando para que no te maten”
El humorista de ‘El hormiguero’ publica un libro sobre Cultura Clásica, un proyecto personal fuera del programa de Pablo Motos que se suma a una productora, un restaurante y una banda de música
Cuando comenzó a idearse El hormiguero, Damián Mollá (Madrid, 40 años) pidió al presentador, Pablo Motos, no salir en pantalla porque le superaba la timidez. De ahí que cada noche desde hace 15 años dé voz a la hormiga Barrancas. Pero cuesta creer que es una persona introvertida, pues durante la charla en la terraza del edificio donde se rueda el programa, en la calle de Alcalá, se muestra dicharachero, recuerda miles de anécdotas y suelta varios chascarrillos. Su prioridad es el espacio emitido por Antena 3, pero fuera de él también trabaja en una productora, una banda de música y es el dueño del restaurante Vicky, donde se pueden encontrar objetos firmados por celebridades y personajes públicos. De hecho, el expresidente Mariano Rajoy se tomó una caña allí. Mollá también es una persona muy curiosa, y fruto de ese interés acaba de publicar un nuevo libro, Oh, my God!, donde desentraña algunas dudas, como de dónde viene la expresión “dar sopas con honda” o por qué TripAdvisor tiene de logo un búho.
Pregunta. ¿Por qué un humorista escribe un libro sobre mitología en clave popular?
Respuesta. En la pandemia pensé: “Ya que tengo tantas horas libres, voy a estudiar”. Me empecé preguntando una cosa: por qué septiembre no está en la séptima posición, ni octubre en la octava y noviembre en la novena. Y sin darme cuenta ya estaba metido hasta la cocina en un tema superapasionante como es la mitología.
P. En la introducción del libro hace una crítica a la eliminación de la asignatura de Cultura Clásica. ¿Por qué cree relevante que se imparta esta materia en los colegios?
R. Nadie sabe realmente por qué las cosas son como son ni qué sentido tienen, y eso nos lleva a hacer cosas estúpidas. Por ejemplo, la sociedad moderna evidentemente ya no es religiosa. Si te fijas en los grupos de amigos nadie va diciendo “yo soy católico”, es como que te da vergüenza. Sin embargo, nadie tiene pudor en decir “yo soy budista”. No soy católico, no creo en ningún dios, pero desde luego encuentro que tiene cada vez más interés leer la Biblia y conocer la vida de Cristo porque tiene un reflejo en nuestra sociedad.
P. Ha estudiado mitología, da lecciones de inglés con Alberto Alonso [de la escuela Vaughan]… ¿De dónde le viene esta faceta de divulgador?
R. No tengo buena memoria para estudiar y eso me ha fastidiado mucho siempre. Incluso para hacer monólogos me cuesta memorizar. La única manera que tengo de estudiar es entender las cosas en el máximo de su profundidad.
P. De su abuelo León Herman heredó la pasión por dibujar, pero, ¿qué más aspectos compartía con él?
R. Era humorista y músico; yo también. Siempre me he sentido como descendiente directo de él y lo más curioso es que ahora tengo un sobrino, que se llama León, que tiene las mismas inquietudes, misma personalidad, es igual. Veo a mi sobrino y es que lo quiero por encima del resto de la gente, no lo puedo evitar, porque el nivel de identificación es demasiado grande, igual que me pasaba con mi abuelo.
P. Su abuela Musia fue una abogada argentina que luchó por la ley del aborto y la del divorcio en su país. ¿Cómo era esta mujer?
R. Todo lo que me cuentan de ella es maravilla. Una mujer judía en Buenos Aires que trabajaba de abogada, luchando por cambiar el país. Murió cuando yo tenía menos de un año y desde entonces cerca de donde yo esté hay una urraca. Siempre he tenido la sensación de que es mi abuela que me cuida, porque tengo una suerte en la vida que te cagas.
P. Conoció a Juan Ibáñez, la voz de Trancas, en la universidad. ¿Eran buenos o malos estudiantes?
R. No es que fuéramos malos estudiantes, es que lo que había que estudiar estaba mal. Entonces nosotros estudiábamos para el examen y el resto del tiempo lo pasábamos en la cafetería dibujando, haciendo cómics, haciendo radio... La universidad está bien, pero creo que hay que reformular todas las asignaturas y dejar de politizarlo.
P. Con Marron tienen una productora [Tres calaveras huecas], una banda de música [El hombre linterna] y el restaurante Vicky ¿Algo más que se me escape?
R. Con la productora hacemos eventos. Antes trabajábamos mucho con hoteles, pero ahora se ha complicado la cosa y ha habido que hacerlo todo online. Hubo momentos que pensábamos que iba a tener que cerrar. Y justo antes de la pandemia íbamos a hacer con El hombre linterna un concierto de remembers, y cuando termine esto desde luego lo haremos, porque de todo lo que he hecho en la vida lo más divertido es tener un grupo de música.
P. ¿Y cómo nace el restaurante Vicky?
R. La chica que llevaba el lugar donde comíamos nosotros antiguamente, que es Vicky, no pudo renovar el contrato. Entonces como nosotros éramos muy fans de cómo cocinaba, porque la verdad que hace un salmorejo que se te va la olla, le dijimos: “Compramos nosotros el local y tú lo llevas”. Es como un museíto de cosas de El hormiguero. Muchos famosos me han firmado cosas que yo voy poniendo ahí: un libro de Carlos Sainz firmado, de Jorge Lorenzo, Antonio Banderas, Penélope Cruz, Javier Bardem…
P. ¿Qué tal ha llevado el restaurante las restricciones?
R. Lo ha sufrido muchísimo, evidentemente. Pero el otro día Vicky me decía: “Yo he votado a Ayuso”. Estaba muy contenta porque ese cuartelillo de aire ha sido la diferencia de cerrar o no cerrar.
P. Antes de la pandemia trabajaban en el espectáculo El humor que nos prohibieron en la tele, donde hacían ciertas bromas que no se pueden decir en El hormiguero porque también lo ven niños. ¿Hay limitaciones de carácter más político?
R. Estar en El hormiguero te implica pasar por el filtro de lo políticamente correcto que es un poco la nueva censura que vives en la tele. Entonces todo el mundo ya sabe que no hay que hacer chistes machistas, racistas e incluso de comunidades autónomas. Ya solo queda Murcia para reírse. Al principio era muy incómodo, pero en realidad esto lo que te hace es ser mejor humorista.
P. ¿Qué es peor: la autocensura o la censura de arriba?
R. Como decía Franco: “La peor censura es la autocensura”. Yo prefiero la autocensura sin duda. Además, en el fondo la autocensura es censura externa, es decir, nadie se autocensura, te estás censurando para que no te maten.
P. ¿Alguna vez ha tenido que pedir perdón?
R. Sí. La primera vez que tuvimos un problema grave fue con la caza porque Juan y yo la criticábamos mucho en la sección del quiosco y se nos plantó una manifestación de cazadores aquí en El hormiguero. A nosotros nos dicen que vienen cazadores y nos imaginábamos que venían con escopetas. Entonces salió Jorge Salvador a hablar con ellos. Normalmente no hemos tenido grandes dramas, pero hay que reconocer que nuestra posición es complicada, porque nosotros jugamos en la línea de la improvisación. Pero creo que la gente con Trancas y Barrancas es más permisiva porque saben que vamos sin guion.
P. ¿Qué tal son como jefes Pablo Motos y Jorge Salvador?
R. Son muy buenos jefes y muy exigentes. Cuando te tienen que echar una bronca yo prefiero que me la eche Jorge Salvador. Hay gente que le parece que su manera de echar la bronca es muy dura, sin embargo a mí me parece superenternecedora. Una vez se quemó el pelo Boris Izaguirre en un experimento, a mí me dio un ataque de risa y Jorge Salvador vino muy enfadado, pero que muy enfadado. Y te juro que me daba risa ver a Jorge Salvador enfadado porque no sé por qué me resulta tan tierno que no puedo.
P. El programa lleva 15 años. ¿Cuándo acabará: cuando Pablo Motos decida irse o cuando lo hagan las hormigas?
R. Sin duda va a pasar antes cuando Pablo decida irse, a menos que nos quedemos tetrapléjicos de la postura con las hormigas. El momento que vivimos es dulce y no queremos que se acabe. Si tengo que firmar 10 años o nada, yo firmo 10 años.
P. Mari Carmen, de Mari Carmen y sus muñecos, le preguntó en una ocasión si no se ha sentido alguna vez como el personaje. ¿Ha llegado ya a ese punto?
R. Si te digo la verdad, cero. Es verdad que una vez que me meto debajo de la mesa soy el personaje y eso es una cosa automática. Alguna vez me ha pasado que estoy con el muñeco y he dejado de ser el personaje, se me va, sobre todo cuando salen temas de política.
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