La guerra de la nostalgia: Felipe González contra ‘Friends’
El expresidente considera sus cuentas ya saldadas y solo sale a divertirse, no a dar explicaciones. Los actores de la comedia, en cambio, dieron demasiadas
Estuvo mejor en su regreso Felipe González que Friends, aunque ninguno de los dos ha regresado, solo han asomado un ratín. Estuvo mejor Felipe porque, por una vez, El Hormiguero fue un programa sobrio que permitió el milagro de la conversación, tan raro en tiempos de tuits. Habría quien echase de menos un poco más de mordiente en la entrevista, pero González considera sus cuentas ya saldadas y solo sale a divertirse, no a dar explicaciones. Los actores de Friends, en cambio, dieron demasiadas, todas irrelevantes.
No digo que estuvieran mal, al contrario. El especial de Friends empieza flojo y crece conforme esa droga cabezona llamada nostalgia hace su efecto. La virtud de Felipe González fue renunciar a esa baza. Hubo su poquito de gloria y su galería de personajes históricos, pero fueron adornos a una intervención presentista de un personaje que se reivindica parte del aquí y del ahora. Las alusiones recurrentes a la edad de Biden eran dardos ambiguos que deberían inquietar a Pedro Sánchez: ¿qué diablos trama Felipe?
El futuro de la nostalgia, precioso ensayo de Svetlana Boym, comienza con unos alemanes ancianos que visitan la ciudad de su juventud, Königsberg, convertida en la soviética Kaliningrado tras 1945. Se acercan a la orilla del río y se refrescan con el agua, evocando un gesto cotidiano de su niñez. Al instante, aúllan de dolor. El agua está contaminada y les ha quemado la cara. Un soldado soviético que contempla la escena se ríe a carcajadas de los viejos por lo que interpreta como un justo castigo a su nostalgia. Los rostros recauchutados de Friends parecen arrasados por el río tóxico de Königsberg, pero la cara bronceada de Felipe no. Quienes esperaban al otro lado de la pantalla que el expresidente se quemase, se han llevado un chasco: es zorro viejo, no prueba el agua contaminada.
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