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Lo que cuesta vivir bajo la leyenda de Camarón

La familia del mito del cante es una piña, un clan cerrado que vive y sigue refugiado tras la sombra y la marca de José Monge

Camarón de la Isla, durante una actuación en mayo de 1990.
Camarón de la Isla, durante una actuación en mayo de 1990.Uly Martín (EL PAÍS)
Amalia Bulnes

Es una piña, un clan cerrado que se protege desde dentro y que, cuando el mito del cante hubiera cumplido 70 años, sigue viviendo de manera tradicional en La Línea de la Concepción (Cádiz). La familia de Camarón de la Isla sigue capitaneada por su viuda, Dolores Montoya La Chispa, que aún hoy regenta una mercería en esta localidad anexa a Gibraltar y mantiene reunidos en torno a ella a sus cuatro hijos: Gema, Rocío, Luis y José Monge Montoya.

La casa de las medias, en la calle del Teatro, la mercería de la viuda de Camarón, no es solo un punto de encuentro para familia y amigos. Es también un lugar de peregrinación: “Un muchacho australiano vendió su moto y con el dinero se vino a conocer a la familia de José”, contaba La Chispa en una entrevista para EL PAÍS en 2002. Este aparente alboroto ha formado históricamente parte de la rutina habitual de la familia, que apenas sí han intentado perseguir la senda irrepetible marcada por su padre, aunque sus vidas sigan girando —siempre azuzadas por la polémica— alrededor de la memoria de este genio irrepetible. En el caso de Luis Monge (41 años), no al cante, pero sí ha despuntado como guitarrista flamenco. Debutó en Algeciras en 2004 con su disco De buena rama. Familia Camarón; y posteriormente ha creado espectáculos como Eterno Camarón, basado en la historia de su padre. La sombra del mito, queda claro en la trayectoria del joven, es alargada.

No es el caso de su hijo menor, conocido artísticamente como Mancloy —que significa príncipe en calé—, el hijo rapero de Camarón. José (29 años) apenas tiene recuerdos de su padre –tenía un año cuando se quedó huérfano–, ha roto radicalmente con la tradición flamenca, pero lleva el rostro de Camarón tatuado en el pecho. Es, sin duda, la figura más polémica de la familia. De niño cantaba, pero asegura su entorno que le pudo la presión, todos esos ojos mitómanos posados en su garganta, y un día se calló. Ahora rapea letras que dividen a sus vecinos: “Yo soy de La Línea, soy de La Atunara, paso fardos por la noche y de madrugada”, dice el estribillo de su último videoclip publicado en YouTube el pasado mes de mayo, en el que muchos ven una nítida apología del narcotráfico. En sus vídeos se refuerzan los versos con reflejos de los pulsos entre los narcotraficantes y las fuerzas del orden, incluida una brutal colisión entre vehículos de delincuentes contra policías.

Dolores Montoya 'La Chispa' y José Monge, viuda e hijo de Camarón, reciben un disco de oro por su obra póstuma, en marzo de 2004.
Dolores Montoya 'La Chispa' y José Monge, viuda e hijo de Camarón, reciben un disco de oro por su obra póstuma, en marzo de 2004.Europa Press Reportajes (Europa Press)

Las hijas, Gema (39 años) y Rocío (37), se casaron muy jóvenes, siguiendo la tradición gitana, y llevan una vida convencional como amas de casa. Aun así, José Monge Cruz, Camarón de la Isla, sigue manteniendo a su familia. Camarón es una marca que no ha perdido interés y la leyenda no hace sino crecer con los años, como predijo en su disco talismán, La leyenda del tiempo. Todos se refugian bajo el manto de protección que genera, emocional y económicamente, el hecho de ser los herederos de José Monge Cruz.

De hecho, detrás del férreo control del uso de la imagen, nombre, obra y todo lo relacionado con este artista nacido en San Fernando (Cádiz), la familia no oculta un legítimo interés económico. La última polémica a este respecto se produjo, precisamente, el día en que José Monge hubiera cumplido 70 años —el pasado 5 de diciembre—. Los herederos decidieron hacer público el conflicto que le enfrenta al Ayuntamiento de San Fernando en relación al Centro de Interpretación Camarón de la Isla, un museo dedicado a proteger el legado del cantaor flamenco cuya construcción acaba de finalizar, “pero que no cuenta con la autorización de la familia para la utilización de la imagen ni la marca del cantaor, ni con los derechos de propiedad intelectual”, aseguran en un comunicado.

Los hechos se remontan a 2014, cuando el Consistorio presentó un proyecto de construcción museístico dedicado a la memoria del genio, para el que se firmó un convenio que, aseguran, recogía la necesidad del consentimiento de la familia para la cesión de los derechos de imagen, propiedad intelectual y de la marca Camarón de la Isla, por los que pidieron una compensación económica. Los herederos denuncian ahora que no se ha respetado este punto y van a formalizar en los próximos días acciones judiciales de intromisión ilegítima en el uso de la marca contra el Ayuntamiento.

En paralelo, La Chispa ha dado instrucciones al despacho que les representa —el bufete sevillano Carrión Salamanca— para actuar contra todo aquel que esté haciendo un uso “ilegal” –siempre bajo su criterio– de la marca Camarón, “por lo que en breve se emprenderán acciones judiciales contra todo el que fabrique, comercialice o intermedie en la venta de merchandising y artículos de consumo sin la correspondiente licencia de uso”, indican sus abogados que, sin embargo, no han querido responder a EL PAÍS a preguntas como a cuánto asciende el valor de la marca Camarón, cuánto genera al año y cómo se gestionan sus derechos de propiedad intelectual. Paradójicamente, esta absoluta opacidad es interpretada por el despacho como una manipulación de la prensa. “Algunos medios están tergiversando las cosas, no estamos hablando de la herencia de Camarón, sino de su marca, una cuestión legítima que lleva reclamándose desde antes de que se construyera el museo”, han asegurado en una brevísima respuesta a preguntas de este periódico. Aún no se sabe quién ganará este pleito. Pero sí quien pierde: Camarón y su memoria.

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