Pablo López renace de las cenizas de su propio éxito
Tres años después de su último trabajo, el compositor regresa con ‘Unikornio. Once millones de versos después de ti’, un título con mucho significado sobre su amistad con Antonio Orozco
“Mira mamá, todo lo que me han montado aquí, ni que fuera Rihanna”, dice Pablo López mientras muestra a su madre a través de la pantalla del teléfono el gran stand que su discográfica, Universal, ha organizado para la promoción de su nuevo álbum, Unikornio, once millones de versos después de ti. A sus 36 años, cuatro discos y dos Grammy Latinos, López (Fuengirola, Málaga) sigue disfrutando como un niño pequeño con cada uno de sus proyectos. Esos que erizan la piel de sus seguidores que esperaban con ganas el nuevo trabajo de este andaluz afincado en Madrid desde hace más de una década.
Un disco que estrenó el pasado viernes y que ha tardado tres años en llegar porque el artista se lo ha tomado con calma. “En este impasse entre trabajos, en el que uno se mete en una vorágine de hablar con mucha gente, te mueves de un lado para otro… yo he aprendido mucho a escuchar con más sentidos que el del oído”, explica. Se considera una persona reflexiva, pero sin poder controlar esos momentos de improvisación. Tanto al piano como en la vida fuera de los escenarios.
El título escogido no es casual. Aunque escrito con k, Unikornio simboliza la fuerza con la que López ha resurgido de sus propias cenizas. Aquellas en las que podría haberse convertido después del éxito que ha cosechado en estos 12 años desde que salió de la famosa academia de Operación Triunfo, donde fue finalista de la sexta edición. “Ha sido un renacer, pero no porque estuviera en ningún sitio malo, sino más bien como una oda, el paradigma de la evolución de uno mismo”, aclara. De aquel Pablo jovencito y tímido que se dio a conocer en 2008 queda poco. Ahora se presenta como un hombre maduro y más seguro de sí mismo. También más coqueto —ha descubierto que su lado izquierdo es más fotogénico, tanto que en los escenarios ha cambiado el piano de posición para que se le vea mejor— y con más valor, algo que echó en falta en el pasado. “Me gustaría haber sido un poco más atrevido, pero en cuestiones que el que lo lea puede imaginar de lo que estoy hablando”, admite sin desvelar el destinatario del mensaje. “Un poquito menos educado a veces, pero para bien”, añade entre risas.
La incógnita y la reflexión sobrevuelan constantemente en el discurso del cantante que reconoce que con sus nuevas canciones ha logrado reencontrarse consigo mismo y perdonarse. ¿El qué? “Cuando uno se siente abrumado por tanta belleza empieza a abandonarse, y no me refiero a físicamente. Digamos que abusé. Tuve un impacto de belleza por pretender estar instalado totalmente en ella”, explica dejando de nuevo libre la interpretación o tal vez en referencia a haberse convertido en uno de los artistas más conocidos en el panorama televisivo también desde que es coach de La Voz. “Cuando uno conoce a gente tan interesante se vuelve adicto y quiere que cada día pase algo que te ponga los pelos de punta, que te lleve en un vaivén… y eso tiene poco futuro realmente. Me tuve que perdonar haberme olvidado de mí y de mi torpeza y de que soy humano”, admite.
A sacar esos demonios le ha ayudado su fiel compañero, el piano, y este nuevo trabajo que incluye parte de su ADN. De manera literal. En el videoclip La niña de la linterna, López aparece tocando un piano que en medio de la canción prende en llamas y se convierte en unas cenizas que se han utilizado para crear el vinilo que acompaña al nuevo disco. Once millones de versos después de ti, la segunda parte del título del álbum, es una dedicatoria directa a otro compañero, su gran amigo Antonio Orozco. A él, dice, le debe todo lo que es ahora. Su relación comenzó mucho antes de conocerse y gracias al tema Devuélveme la vida de Orozco, que fue mucho más que una conexión con España durante el tiempo que Pablo López vivió en Londres. Antes de conocer su destino final, el malagueño intentaba ganarse la vida de músico callejero en la capital británica. Allí pasó muchas penurias y parte del poco dinero que ganaba lo invertía en escuchar la canción de Orozco desde un cibercafé cerca de su casa. Además de pegarse “unas cuantas lloreras”, López descubrió que eso es lo que él quería. “Devuélveme la vida es uno de los chispazos que a mí me despierta el alma para ver que lo que de verdad quiero es escribir una canción”, explica pausado quien ahora es uno de los compositores más reputados del país (ha escrito canciones a Raphael, David Bisbal, Malú, Natalia Jiménez...). Lo mismo le ocurrió con La margarita dijo no, de Alejandro Sanz. Ahora los tres son íntimos y junto a David Bustamante, Pablo Alborán y otros cuantos forman un exclusivo club que, antes de la pandemia, disfrutaba juntándose en una casa tocando instrumentos y cantando hasta bien entrada la madrugada.
Desde Devuélveme la vida (2001) y El patio (2017), uno de los grandes éxitos de López, se han registrado casi exactamente once millones de canciones en la SGAE, la Sociedad General de Autores y Editores, de ahí esa referencia del actor malagueño al que considera más que un amigo. “Es mi familia. Él se junta con mi entorno y yo con el suyo. Estamos juntos en televisión, en el escenario, en el estudio y hasta el punto de a veces enfadarnos por WhatsApp. Si lo piensas es preocupante”, bromea para después volver a ponerse serio: “Si no hay Antonio Orozco no creo que hubiera Pablo López. Y eso es inevitable”.
No descarta una gira conjunta en un futuro, pero de momento prefiere centrarse en la que tiene por delante, de la que ya ha adelantado que comenzará en abril, si la situación sanitaria lo permite. López, que organizó 30 conciertos por todo el país en plena pandemia, vivió los meses de confinamiento “con cierto optimismo”. Dejando a un lado todo lo que está suponiendo a nivel sanitario y humano, de este “mazazo” se lleva que ha aprendido a ser paciente. Él, que vive con los pies en el suelo y siempre con “esa sensación de alerta constante” porque es consciente de que la fama puede ser efímera, solo le pide al 2021 que nos permita avanzar, aunque sea un poquito: “Creo que el peligro tan grande que puede tener esta situación que estamos viviendo es el estancamiento. Y el agua estancada no sabe bien. Yo espero ayudar con estos 34 minutos de canciones, aunque sea a través de sonrisas y lágrimas”.
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