El abandono de su madre marcó la vida de la princesa Diana y de su hermano
Charles Spencer, hermano de la princesa, afirma que su madre no estaba “hecha para la maternidad” y que ambos hermanos tuvieron una infancia “traumática”
La princesa Diana no tuvo una infancia del todo feliz. A lo largo de su vida, ella lo contó en entrevistas y charlas: vivió en un lugar que consideraba maravilloso, la finca de Althorp, propiedad de su familia desde hacía siglos, pero rodeada de unos padres que apenas la tenían en cuenta. Nacida en 1961 en el seno de una familia aristocrática (Isabel II, ya entonces reina, asistió a la boda de sus padres, en 1954), Diana tenía dos hermanas mayores, Sarah y Jane, y un hermano menor, Charles, actual conde Spencer, que ahora explica en una entrevista cómo el hecho de que su madre, Frances, les abandonara cuando su hermana pequeña tenía apenas cinco años la marcó de por vida.
Charles Spencer, de 56 años, y su tercera y actual esposa, Karen, de 47, han concedido una larga entrevista al diario británico The Times donde hablan sobre su matrimonio, sobre la finca de Althorp y también sobre Diana. Ambos hermanos tenían una relación muy cercana. Entre ellos se llevaban menos de tres años, mientras que Sarah era 6 años mayor que Diana y 9 años mayor que Charles; y Jane les sacaba cuatro a uno y siete al otro. Es habitual encontrar fotografías de la infancia de Diana y Charles jugando y riendo juntos.
Por eso ambos se unieron más todavía cuando sus padres anunciaron su divorcio. “Diana y yo teníamos dos hermanas mayores que estaban fuera, en la escuela”, explica Charles, refiriéndose a los internados a los que luego ellos también asistirían, “así que ella y yo estábamos juntos en todo, y yo hablaba mucho con ella del asunto”.
Cuando tenía cuatro hijos y poco más de 30 años, Frances Spencer decidió marcharse del hogar que compartía con su entonces marido, John Spencer. Se había casado con él en la abadía de Westminster en 1954, cuando apenas tenía 18 años. En 1966 conoció al rico Peter Shand Kydd, un hombre australiano 11 años mayor que ella heredero de un imperio de papeles pintados. Shand Kydd estaba casado entonces, pero dejó a su mujer y un año después decidieron marcharse juntos y dejar atrás a sus respectivas familias. En 1969 se casaron y se asentaron en Escocia, donde ella vivió hasta el final de sus días, aunque se separaron en 1988 cuando el australiano se marchó con otra mujer.
Con su separación, Frances rompió la relación con sus hijos y fue el conde quien se quedó con la custodia. “Nuestro padre era una fuente tranquila y constante de amor, pero nuestra madre no estaba hecha para la maternidad. No era su culpa, simplemente no estaba capacitada para hacerlo”, reconoce el hoy 9º conde Spencer. “Mi madre estaba enamorada de otra persona, encaprichada, más bien. Mientras recogía sus cosas para irse, le prometió a Diana que volvería para verla. Diana solía esperarla en la puerta de entrada de casa, pero ella nunca volvió”.
Cuenta el hoy conde Spencer que a lo largo del tiempo ha aprendido que “muy pocas personas son destructivas”, sino que a menudo el daño que causan es fruto de la ignorancia, entre otras causas. “Eso me ha hecho tener una cierta predisposición a rescatar a la gente”. Diana y su madre, que sufrió alcoholismo, siguieron manteniendo una fría relación cuando ella llegó a la edad adulta. Sufría Parkinson y también un cáncer cerebral. Dejó de hablarse con Diana cuatro meses antes de que esta falleciera en un accidente de coche en París en el verano de 1997, y la sobrevivió siete años, hasta morir en junio de 2004.
En unas cintas que se filtraron hace unos tres años, las mismas que Andrew Morton utilizó para escribir su polémica biografía Diana: su verdadera historia, confesaba que su infancia había sido “traumática”. Días antes de que su madre se marchara de casa, la pequeña vio cómo su padre la abofeteaba, algo que le impactó profundamente. “Para mi hermano y para mí”, se oía decir a Diana en aquellas grabaciones de los años noventa, “fue una experiencia muy dolorosa. Charles me dijo el otro día que no se había dado cuenta de cuánto le había llegado a afectar el divorcio hasta que él mismo se casó y comenzó a tener una vida propia”.
Charles, que estudió Historia en Eton y Oxford, se casó en 1989 con Victoria Lockwood. Durante años vivieron en Sudáfrica, desde donde volvieron al Reino Unido en 1997, con la muerte de Diana. Entonces ya estaban en pleno proceso de una separación que finalizó en diciembre de ese mismo año. El matrimonio tuvo tres hijas: lady Kitty, las gemelas lady Eliza y lady Amelia, y Louis, hoy vizconde y heredero de su padre. Charles se volvió a casar en 2001 y tuvo dos hijos más, Edmund y lady Lara. Se separó y ha vuelto a casarse, en 2011, con quien es su tercera y todavía esposa, Karen, con quien tiene una hija de siete años, lady Charlotte Diana.
El hermano de la princesa Diana también habla en la entrevista de su propio sufrimiento: “Mi madre se fue de casa cuando yo tenía dos años y me enviaron a un internado a los ocho, así que tuve una infancia bastante rota emocionalmente”. El conde Spencer reconoce que ha estado entrando y saliendo de terapia durante 20 años: “Hice un trabajo muy profundo en mi infeliz infancia el año pasado, que fue agonizante y horrible. No digo eso por autocompasión, me intrigaba que fuera tan desesperadamente desagradable”, dice sobre aquellos años infantiles que tantos les marcaron.
Respecto a la pérdida de su hermana reconoce que le sigue afectando profundamente: “Siempre me sorprende lo difícil que resulta el 31 de agosto de cada año. Siempre me preparo un poco para ello pero me hace venirme abajo. Es un momento muy conmovedor”, ha revelado en estos días en una entrevista en Radio 4 de la BBC..
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.