Banderas abandona su proyecto de lujo en el puerto de Málaga por la incertidumbre turística

Terraza de casi 400 metros cuadrados a pie de Mediterráneo y dos salones con casi otro millar de metros en un edificio construido en los años 50. Reformarlo y abrir un restaurante referente en la Costa del Sol era una de las ilusiones recientes de Antonio Banderas. El actor optaba a la concesión por 25 años de la antigua Casa de Botes del Puerto de Málaga en una iniciativa en la que contaba con dos socios locales, pero ha enviado un escrito a la Autoridad Portuaria para retirarse de la puja. La inversión mínima necesaria solo para arrancar el proyecto es de 3,5 millones de euros y, ante la incertidumbre turística y la sombra de una crisis económica, el malagueño ha preferido replegar velas.

La crisis sanitaria ha obligado a Antonio Banderas a reinventarse. Los dos meses de confinamiento solitario en su casa de Marbella le han servido para replantearse algunos de sus negocios. Como este, en el que tenía todas las de ganar porque su proyecto era el más ambicioso. Servía de guinda al puerto malagueño después de la apertura del Palmeral de las Sorpresas y el Muelle Uno, una gran área comercial y de restauración inaugurada en 2012. La culminación de la zona será el futuro restaurante, al que ahora optan otras dos propuestas. Era justo el proyecto que quería Banderas para completar su perfil empresarial que le lleva a sectores tan diversos como la moda, los perfumes, la cultura, la restauración o el inmobiliario.

A mediados de mayo se pudo ver al actor malagueño en la terraza de El Pimpi, uno de los restaurantes más importantes de Málaga y en el que entró como socio a finales de 2017 adquiriendo una parte minoritaria. Su enorme terraza, que linda con el Museo Picasso Málaga y tiene vistas al Teatro Romano y la Alcazaba, está justo en la puerta del ático que el malagueño adquirió en 2014. Una vivienda que decoró con numerosas referencias al mundo de la cultura local, desde versos de Manuel Alcántara a esculturas de Chema Lumbreras.

Compartiendo mesa en El Pimpi se encontraba María Casado, a quien Banderas ha fichado para dirigir una productora audiovisual ligada al Teatro del Soho. Se trata de una idea que nació con el propio proyecto cultural, pero que tras un tiempo en el cajón ha vuelto a estar sobre la mesa con la idea de generar más actividad ligada al propio recinto escénico, cuya apertura en el otoño pasado supuso también otro gesto del malagueño. En sus comunicados siempre subraya que la iniciativa no cuenta con dinero público, que no tiene fines de lucro y que si ha podido salir adelante es gracias a su pulmón financiero y al apoyo de los patrocinadores. “Me he metido en este lío maravilloso. Lo mismo vengo aquí a arruinarme, pero no me importa”, decía en enero de 2018.

“Me voy a comprar un teatro”

Su negativa a que ninguna administración sea parte de su proyecto es una respuesta a los múltiples problemas a los que se enfrentó cuando optó a un concurso público que el Ayuntamiento de Málaga abrió para la creación de un equipamiento cultural en la Plaza de la Merced. Lo ganó, pero varios sectores criticaron que era un traje a su medida y, harto del ruido, abandonó. Decidió entonces trabajar en silencio. Tiempo después, anunció un acuerdo con los propietarios del antiguo cine Alameda para alquilarlo, reformarlo y levantar ahí el Teatro del Soho. Una idea que le llegó tras sufrir un infarto en enero de 2017. “Me vino un flash y me dije: me voy a comprar un teatro”, contaba a EL PAÍS el verano pasado.

El coronavirus ha obligado a cancelar prácticamente al completo la que iba a ser la primera temporada teatral, a aplicar un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) para parte de la plantilla y a dejar en el aire la gira de A Chorus Line. Tras Málaga y Bilbao, la obra estaba en cartelera en Barcelona y luego seguiría en Madrid y Nueva York. Todo han sido golpes económicos que el último ganador del Goya al mejor actor está intentando detener de la mejor manera posible. Ya sea con nuevas iniciativas de seguridad e higiene para la reapertura -aún sin fecha- del teatro, una rebaja en las entradas o la puesta en marcha de Soho TV.

Como empresario, Banderas también sacó una línea de ropa en 2016 para Selected, que lanzó desde Puerto Banús. Lo hacía un año después de empezar a estudiar en la escuela Central Saint Martins de Londres, donde coincidió con Nicole Kimpel, su pareja, que recientemente también ha entrado en el mundo de la moda con la marca Baniki, puesta en marcha junto a su hermana gemela Bárbara. Ambas presentaron sus diseños en la Miami Fashion Week, de la que Banderas es presidente honorario.

Además, el nominado al Oscar por Dolor y Gloria -que compró un avión valorado en 4,5 millones de euros hace algo más de dos años- lleva igualmente más de dos décadas promocionando su propia marca de perfumes. También es, junto a sus socios de El Pimpi, propietario de la heladería LaCaló, que abrió sus puertas en septiembre pasado. Ambos negocios los promueve con cierta frecuencia en sus redes sociales, donde pasa desapercibido otro de sus negocios: el inmobiliario. El actor cuenta con varios pisos y locales en el centro de Málaga. Ahora, eso sí, no podrá sumar un nuevo restaurante a sus variados negocios.