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La princesa Irene de Orange y su indiscreto amante

La tía del actual rey de Holanda mantuvo una relación extramatrimonial con un ayudante de su padre durante tres años cuando ella estaba casada con Carlos Hugo de Borbón

La princesa Irene de Holanda, en Ámsterdam en septiembre de 2019.
La princesa Irene de Holanda, en Ámsterdam en septiembre de 2019.Mischa Schoemaker ( / Cordon Press)
Isabel Ferrer

“Claro que no estuvo bien, pero creo que si tu matrimonio, o cualquier otra relación de pareja es armonioso, no necesitas a nadie más”. Ronnie Wolff, antiguo oficial de la Marina neerlandesa, ha resumido así sus casi tres años de romance con la princesa Irene de Orange, una de las hijas del fallecido príncipe Bernardo, esposo de la antigua reina Juliana. Tanto Irene como Wolff estaban casados, y él trabajaba, además, como ayudante de campo de Bernardo, pero asegura ahora que compartió “un tiempo precioso con Irene”, aunque le costó el cargo. Fue despedido.

Ronnie Wolff tiene 83 años, y entre 1976 y 1979, mientras cumplía con sus labores con Bernardo, conoció a la princesa Irene, que ha cumplido 80. El amor entre ambos surgió durante unas vacaciones en Porto Ercole, en la Toscana italiana, donde la familia real neerlandesa tenía una casa de veraneo, según ha explicado al rotativo De Telegraaf. “Allí hablamos por primera vez, y de nuevo al siguiente día, cuando ella estaba sola. Teníamos intereses comunes y pensábamos igual sobre asuntos que afectaban a la sociedad. Jugamos mucho al tenis, y sí, [el sentimiento] empezó a crecer”, declara en la entrevista. Irene estaba casada entonces con el príncipe Carlos Hugo de Borbón Parma, con el que tuvo cuatro hijos, y del que se divorció en 1981. “Estas cosas pueden pasar: en un momento determinado surge una relación”, añade Wolff, que describe luego el grado de exposición social que alcanzaron. “En Países Bajos, acudimos juntos a las fiestas y fuimos de visita a casas de amigos; de vez en cuando, también nos alojábamos juntos. En total, la relación se prolongó durante dos años y medio”, asegura.

Su unión con los Orange fue excelente, y pasaba con ellos tres meses anuales de vacaciones en la costa italiana, en la villa El Elefante Feliz, con toda clase de reuniones familiares. Allí es donde asegura que surgió su romance con la princesa Irene. ¿Fue amor?, le preguntan durante la entrevista. “Sí. Estábamos enamorados y en ese estado te quieres, por supuesto”, responde Wolff. A continuación, describe a la princesa como “bella, inteligente y atractiva, con un aura maravillosa, y había una química que puedes traducir como amor”. Cuando el romance se filtró a la prensa hace cuarenta años, se acabó su carrera en la Marina y encontró trabajo “en el mundo empresarial”.

Hijo de un general del Ejército del Aire, Ronnie Wolff, nació en Bandung, la actual Indonesia, y estuvo internado allí, con su madre, en un campo de concentración japonés durante la II Guerra Mundial. En la entrevista, recuerda que se tomó “como un honor trabajar para Bernardo”, aunque en 1976, al principio de su labor, estalló el escándalo de los presuntos sobornos en la venta de aviones de la compañía Lockheed, que salpicaron al príncipe. Bernardo fue obligado a abandonar sus principales cargos oficiales, y Wolff admite que pensó lo siguiente: “Qué hago aquí, me dije. Quiero marchar, pero no era posible, claro”. Casado en segundas nupcias, asegura que mira atrás “con satisfacción porque he sido siempre un optimista”. Convertida al catolicismo para casarse con Carlos Hugo de Borbón Parma, la princesa Irene es hoy una firme defensora de la naturaleza. Sobre las revelaciones de su amante no ha hecho comentarios.

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