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Un príncipe contra el Rey: las indagaciones sexuales de Lorenzo de Bélgica sobre su padre

Una biografía sobre Alberto II, rey emérito de los belgas, desvela que su hijo trató de averiguar si cometió delitos

El rey emérito Alberto de Bélgica y detrás su hijo, el príncipe Lorenzo, en el palacio real en diciembre de 2018.
El rey emérito Alberto de Bélgica y detrás su hijo, el príncipe Lorenzo, en el palacio real en diciembre de 2018.OLIVIER MATTHYS (Getty Images)
Álvaro Sánchez

Nacer entre los muros de un palacio brinda acceso a un mundo de comodidades y lujos vedados al común de los mortales. Pero tras las cortinas, entre el rígido protocolo y los estrictos horarios, se gestan a veces dramas y rencores cuyas reverberaciones perduran durante décadas, aunque sean indetectables en las sonrisas profesionales de los retratos reales con los que las monarquías europeas exhiben a sus súbditos la presunta unidad del clan.

Las dos tragedias del príncipe Lorenzo de Bélgica (57 años), hoy señalado con justicia como el hijo díscolo por sus frecuentes meteduras de pata, fueron el abandono y no sentirse valorado. Sus padres, Alberto II y Paola, reyes eméritos, ocupados en otras lides, apenas le prestaban atención. Y su hermano Felipe, entonces heredero y hoy monarca de los belgas, acaparaba el interés. “Eran unos padres terribles, nunca estaban ahí”, explica por vía telefónica Thierry Debels, autor de una biografía sobre Alberto II, de 86 años, que acaba de llegar a las estanterías del país, de momento solo en su versión neerlandesa.

Los pasajes más controvertidos del libro han trascendido incluso antes de que se ponga a la venta. Debels, periodista especializado en la casa real belga, sobre la que ha escrito varias obras, narra un episodio revelador sobre el abismo que llegó a separar a padre e hijo. Según el autor, el príncipe buscó información sobre la posible participación de su padre en delitos sexuales. La idea partió de la publicación de un libro en 2010 sobre el pederasta Marc Dutroux, el hombre que entre 1995 y 1996 secuestró y violó a seis niñas, de las que mató a cuatro. El caso conmocionó a la sociedad belga, y el culpable de aquel horror todavía sigue en prisión, pero durante años circularon rumores, nunca probados, que relacionaron al monarca con redes de menores.

Según el relato de Debels, el príncipe Lorenzo quiso saber de primera mano qué había de verdad en aquello. Para averiguarlo, se puso en contacto con Marc Toussaint, uno de los autores del libro sobre Dutroux, con el que llegó a entrevistarse. “El príncipe me preguntó sobre la posible participación de su padre en delitos sexuales. Quería saber si su padre estaba involucrado. Solo pude responder que no sabía nada, y esa es la verdad", le respondió.

Sentados, Alberto II y Paola de Bélgica, rodeados de sus nietos, nueras e hijos: Lorenzo, detrás de su madre, a su izquierda, Astrid, y a su derecha el rey Felipe de Bélgica.
Sentados, Alberto II y Paola de Bélgica, rodeados de sus nietos, nueras e hijos: Lorenzo, detrás de su madre, a su izquierda, Astrid, y a su derecha el rey Felipe de Bélgica. Olivier Matthys (Getty Images)

Años antes, en 2001, ya circularon historias similares. Un tribunal de París obligó a los autores de otro libro sobre el caso Dutroux publicado por la editorial francesa Flammarion a incluir en sus páginas un desmentido del rey Alberto a las graves acusaciones que se vertían contra él en sus páginas, donde le implicaban en una supuesta mafia de políticos pedófilos. El monarca y el Estado belga presentaron una denuncia y la aclaración figuró en el texto.

La versión recabada por Debels dice que Lorenzo, hijo menor de Alberto II, siguió toda esa polémica de cerca, y quiso obtener información de primera mano. “Tenía pesadillas de niño porque se sentía muy perdido. Y eso nunca se lo ha perdonado a su padre, hasta el punto de que ha ido a la búsqueda de cosas contra él”, explica el biógrafo real. Las incógnitas sobre qué habría hecho en caso de encontrar algo turbio en el pasado de su progenitor están abiertas. “Se puede utilizar para obtener favores, puede haber chantajes”, opina.

Para el escritor, el carácter del príncipe es muy distinto al de su padre. “Es más como su madre Paola, más italiano. Cambiante. Si hoy hace bueno está contento y mañana tal vez no. Alberto es más alemán, más estable”. En los últimos años ha habido intentos por aproximar a padre e hijo, y han aparecido juntos en diversos actos, pero la impresión de Debels es que ni él ni el actual rey Felipe mantienen una relación fluida con el monarca emérito. Solo la princesa Astrid habría llegado a perdonar completamente una infancia marcada por el desapego. “Mi familia nunca me ha apoyado. Ni mi tío el rey Balduino ni mi padre Alberto II. Eran como la Stasi”, llegó a declarar Lorenzo a la cadena RTBF, comparándoles con la temida policía secreta de la Alemania comunista.

La biografía también se interna en un capítulo más reciente pero demoledor para la imagen del rey Alberto II: la falta de reconocimiento de su hija Delphine Boël, a la que los tribunales belgas proclamaron finalmente como tal tras años de litigios. “No reconocerla ha sido su gran error. Si lo hubiera hecho sería el hombre más popular de Bélgica porque ha sido un buen rey. Ahora, cuando pregunto qué piensan de él, ocho de cada diez me responden que fue una vergüenza que no reconociera a su hija. Ya no se le tiene respeto”, señala Debels.

Más allá de los errores en el ámbito personal, el biógrafo del rey valora positivamente el flanco político del mandato real. “Los políticos lo veían al principio demasiado cerrado en cuestiones éticas, como su hermano Balduino que llegó a dejar el trono durante 36 horas para no firmar la ley del aborto, pero comprendió a tiempo que no podía repetir sus errores y se volvió muy flexible. Es un hombre inteligente al que no se puede subestimar”, concluye.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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