Margarita de Dinamarca, la reina que no quiso serlo
La soberana danesa cumple 80 años y pese a que soñó con ser diseñadora nunca ha mostrado señales de querer abdicar
Ser rey o reina no es una tarea que se elige. Son muchos los monarcas que en alguna ocasión han confesado que les hubiera gustado dedicarse a otra cosa. Este es el caso de Margarita de Dinamarca que este jueves cumple 80 años de los que 42 los ha pasado como soberana. La reina de Dinamarca soñó con ser diseñadora pero pese a esta declaración no ha dado nunca señales de querer abdicar como han hecho otros de sus colegas. Es más, en varias ocasiones portavoces de palacio han salido a desmentir un relevo en la corona en favor de Federico, el heredero de 51 años al que, de momento, parece que le tocará seguir esperando.
Margarita de Dinamarca es la reina de la eterna sonrisa pero de férreo carácter. Son famosos los pulsos que ha mantenido durante su reinado no solo en cuestiones de Estado, también en asuntos familiares. El más largo en el tiempo lo tuvo con su marido Enrique, que nunca aceptó el papel de segundón que le otorgaron las reglas de la casa real. Se quejó de ser solo príncipe y de figurar como “un jarrón chino" en los actos oficiales. Pidió más tareas pero su esposa nunca cambió de opinión. Esta postura inflexible le llevó a abandonar en más de una ocasión Dinamarca para instalarse en su castillo de Francia, donde hacía vino y olvidaba sus penas. Se habló de divorcio pero este nunca llegó. Una enfermedad mental acabó con él en febrero de 2018
Esa misma intransigencia la mantuvo Margarita de Dinamarca con su hijo Federico cuando este le anunció su deseo de casarse con una abogada australiana a la que conoció en los Juegos Olímpicos de Sídney durante una noche de copas con otros príncipes europeos, entre ellos Felipe de Borbón. Margarita dijo no a esa unión durante años y Federico amenazó con renunciar a sus derechos dinásticos. En el recuerdo queda esa imagen de Federico llorando al pie del altar esperando a Mary Donaldson el 14 de mayo de 2004 en la catedral de Nuestra Señora de Copenhague tras largas conversaciones con su madre hasta que ella aceptó la boda.
Pero el enlace del heredero Federico con la abogada australiana Mary Donaldson no acabó con la desconfianza de su madre. Dos años después de la boda, la reina puso precio a su hipotética separación. Los abogados de la Casa Real redactaron un nuevo documento que anulaba el acta prenupcial que la pareja firmó al casarse. Las anteriores capitulaciones matrimoniales de los príncipes Federico y Mary quedaron registradas el día en que contrajeron matrimonio. La medida de precaución obedeció al temor de la reina de que su primogénito algún día rompa su matrimonio, como le sucedió a su segundo hijo. El divorcio del príncipe Joaquín le obligó a poner de su bolsillo un millón de euros y vender algunas de sus propiedades para comprar una casa a la princesa Alejandra, además de pagarle una cuantiosa cantidad económica cada año.
Mary es ahora una princesa con altos índices de popularidad en el país y una de las más valoradas de Europa. La pareja ha tenido cuatro hijos. El mayor, Christian, ha posado por primera vez junto a su padre y con su abuela en un reportaje con motivo de su 80º cumpleaños. Unas fotos que fueron realizadas días antes de que comenzara el aislamiento en Dinamarca.
La pandemia por el coronavirus ha obligado a la reina a suspender todos los actos programados para su aniversario, pero no ha frenado el reconocimiento popular. Un movimiento en la redes sociales ha reunido a miles de ciudadanos deseosos de cantarle Cumpleaños feliz.
En este tiempo de reclusión, Margarita está volcada en su tarea de diseñadora. En 2018 se encargó del vestuario y los decorados de El Cascanueces, que se estrenó en los Jardines del Tívoli en Copenhague. Y, en 2009, colaboró en Los cisnes salvajes (De vilde svaner) obra en la que además de ocuparse de la escenografía y del vestuario incluso se atrevió a interpretar un pequeño papel de campesina. La reina apareció en una escena —basada en un cuento del escritor y fabulista danés Hans Christian Andersen— con un pañuelo negro en la cabeza y ropa de mendiga. Otra señal de que es una soberana inusual.
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