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El caro y complejo nuevo capítulo de la vida de Enrique de Inglaterra y Meghan Markle

Se calcula que necesitarán 30 millones de euros para empezar su vida en Estados Unidos y han contratado a quien fue responsable de la fundación Gates para llevar la suya

Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, el 9 de marzo, en su último acto como miembros de la familia real británica.
Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, el 9 de marzo, en su último acto como miembros de la familia real británica.TOLGA AKMEN (AFP)
María Porcel

Buscaban privacidad, pero puede que donde caigan sea en el ostracismo. Meghan Markle y Enrique de Inglaterra dan estos días sus primeros pasos en su nueva vida independiente, sin el terrible peso que, al parecer, les suponía el título de Altezas Reales. Desde el martes 31 de marzo, los duques de Sussex —ese título sí lo seguirán manteniendo, al ser un regalo de bodas de Isabel II— vuelan solos. Y solos tendrán que vivir. No será fácil, ni barato. No para una pareja que necesita de un hogar, guardaespaldas, ayudantes, agentes de prensa y demás séquito, y además instalados en la otra punta del mundo. Su coste social y reputacional tampoco va a ser barato: de pertenecer a una de las familias más respetadas del mundo pasarán a ser unos famosos más en el ecosistema de Los Ángeles, buscando un trabajo, un hueco en una alfombra roja o unas exclusivas que, hasta ahora, no es que no necesitaran, sino que rechazaban.

Según los cálculos de los expertos, la independencia les va a salir cara a los Sussex, o a quienquiera que a partir de ahora les mantenga. No será el erario público británico, ni tampoco Donald Trump, que les dio una seca bienvenida a sus dominios en un tuit y después les despachó con un “Estados Unidos no pagará su seguridad. ¡Que lo paguen ellos!”.

El coste de esas ansias de independencia es difícil de ponderar, pero expertos en la familia real hablan en los medios británicos de que requerirá de una inversión inicial de unos 30 millones de euros. Para empezar, una casa como la que ellos querrían y en Bel Air o Malibú, donde al parecer viven ahora con su hijo Archie, puede superar fácilmente los 25 millones de euros. Y luego está la cuestión de la seguridad. Se baraja que los duques están al habla con una de las principales empresas del sector, que gestiona los guardaespaldas de los famosos de Hollywood, prestando servicios a Angelina Jolie o Brad Pitt: su precio ronda los 500 euros por profesional al día. Solo en seguridad gastarían más de 4,5 millones de euros al año.

La cartera de Carlos de Inglaterra estará ahí, al menos al principio. El príncipe de Gales ayudará a su hijo, su nuera y su nieto al menos durante el primer año, hasta que se asienten y tengan cómo ganarse la vida. Se calcula que podría aportarles algo más de dos millones de euros. Además, Enrique cuenta con la herencia de su madre, Diana, y Markle con los ingresos de su época de actriz. Pero no será suficiente.

Enrique podrá ser relaciones públicas de marcas u organizaciones, producir contenidos audiovisuales (como ya hace), participar en charlas o escribir libros, al beneficioso estilo de los Obama. Markle, por su parte, ya ha empezado a moverse. El 3 de abril se estrenará en Disney+ el documental Los elefantes, original de la factoría, cuya narración hace la duquesa. El doblaje se realizó en Londres el pasado otoño. Pero esta historia sobre el tránsito de una familia de elefantes por el desierto del Kalahari, y la participación en ella de Meghan Markle, ya ha sido calificada de un poco sentimental, cursi o atildada por los medios especializados, que apenas la califican con dos o tres estrellas sobre cinco.

En cualquier caso, es un primer paso para la nueva vida de la duquesa de Sussex, que podría pasar a formar parte de la factoría Disney o contemplar otras ofertas: uno de los creadores de Los Simpson afirma que le encantaría contar con ella para poner voz a su personaje. Le lloverán ofertas: un ejecutivo de medios y propietario de una importante agencia de relaciones públicas de Canadá explicaba hace un par de semanas en medios locales que estaban “inundados” de “ofertas muy potentes” para Markle, y que esta podría llegar a ingresar 100 millones de euros anuales.

Los duques no podrán contar con las estructuras de palacio. Igual que han despedido al personal de su residencia, Frogmore Cottage, y de su oficina en Londres, tendrán que buscar otro nuevo equipo en California y Canadá, donde vivirán. Ya tienen un fichaje: el de Elizabeth St. Laurent. Esta profesional con más de 15 años de experiencia ha trabajado en la Fundación Gates y después para la propia para Melinda Gates en su organización Pivotal Ventures. Ha estado con ellos durante ocho años y hasta hace pocos días, cuando dijo adiós a su equipo con un cariñoso mensaje donde daba a conocer que se convertía en “la jefa de personal y directora ejecutiva de la fundación” de los duques de Sussex.

Una fundación que, ahora mismo, está en pausa. Los acontecimientos no han permitido su lanzamiento, previsto para los primeros días de abril. La crisis del coronavirus ha frenado poco los planes de los duques pero esto, que necesita logística, personal y recursos, no ha tenido más remedio que ponerse en pausa.

Enrique de Inglaterra y Meghan Markle con su hijo Archie, en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, el pasado mes de septiembre.
Enrique de Inglaterra y Meghan Markle con su hijo Archie, en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, el pasado mes de septiembre. Toby Melville (REUTERS)

Aún así, la pareja no ha parado. Una decisión que choca a quienes conocen a Enrique de Inglaterra. Una de sus biógrafas, Angela Levin, ha publicado un duro artículo en Tatler, la revista favorita de la alta sociedad británica, expresando su dolor y decepción por la decisión tomada por los Sussex. “Es terriblemente triste tener que decirlo, pero según han pasado las semanas el comportamiento de Enrique y Meghan ha sido cada vez más egoísta. Uno habría pensado que en sus últimos días como parte de la familia real británica mantendría su gracia y dignidad”, afirma Levin.

Como dice la biógrafa, “su elección de prioridades se parece más a la de unos adolescentes caprichosos que a las de adultos de treinta y tantos años”. “Veo a un Enrique agrio, insensible, estresado. Apenas le reconozco y creo que por dentro está roto de tener que dejar su país, a su familia y sus vínculos militares. Quizá intenta lidiar con ello enfocando su resentimiento en el hecho de haber sido supuestamente dejado de lado por su familia”, afirma la experta.

Ni una inédita crisis planetaria ha frenado sus planes. Los duques han llevado la decisión de marcharse hasta las últimas consecuencias, independientemente de la pandemia del coronavirus que asola al mundo y que necesita de líderes visibles que tomen decisiones, muestren apoyo y den consuelo, un papel que estaría hecho a la medida de Enrique. Su abuela, Isabel II con la que mantiene una cariñosa relación, cumplirá 93 años en días mientras está aislada en su querido castillo de Windsor con su esposo, el duque de Edimburgo, de 98. Su padre, Carlos de Inglaterra, de 71, acaba de terminar el aislamiento tras pasar el coronavirus. Su hermano, Guillermo, es el rostro visible de la institución y planea incluso retomar su empleo como piloto de helicópteros para ayudar. Enrique y Meghan, mientras, quedan desdibujados, como un perfil de Instagram en pausa, como un par de famosos sin más en la jungla de Los Ángeles

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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