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Columna
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No hay ‘filin’

En Suiza se investiga qué calidad de regalo serían los más de 60 millones de euros que el rey emérito habría regalado a Corinna Larsen. La examiga se confirma como virus

Adnan Khashoggi y su esposa Shahpari, en París, en 1992.
Adnan Khashoggi y su esposa Shahpari, en París, en 1992.Pool ARNAL/GARCIA (Gamma-Rapho via Getty Images)
Boris Izaguirre

Nunca he sabido diferenciar una amistad de un virus. Cuando engancho con alguien es como una enfermedad. Hasta que no se me pasa la fiebre, no me desprendo. Soy así de intenso. María Jiménez pareciera haber vivido todavía más de la misma manera, al límite de la salud, de la lógica, entregada a la pasión. Así recordamos su febril relación con Pepe Sancho, llena de altibajos, regresos, golpes y acusaciones. Garras y plumas. Pasión de gavilanes. En su reaparición, o resurrección como ella misma lo califica porque resucitó de verdad tras tres meses en coma, Jiménez dijo en verso que lo pasado es pasado pero que el amor es otra cosa. Aprovechó para hablar un poco de Isabel Pantoja. Dijo que cada quien selecciona sus amistades. Y agregó: “No hay filin”. Jiménez activó un virus hacia Pantoja, manteniendo esa eterna y rentable tradición de la rivalidad entre las folclóricas.

España tiene el don de forjar grandes figuras femeninas y que de alguna forma deberían ser consideradas feministas a su manera. Como Pantoja y Jiménez. Son propietarias de las tres F: figura, femenina y folclórica. Esto puede poner los pelos de punta a Irene Montero pero me gusta pensar que en España, un país tan machista como cualquier otro, ser una figura de referencia siendo mujer implica una lucha. Si sumamos ser madre, esposa y artista, a base de corazón, pasión y talento, la conclusión es que nuestras folclóricas representan otras formas de ser mujer. Debería ser materia obligada asistir a uno de sus conciertos. Ambas lo han pasado muy bien y muy mal, con sus obstáculos y sus hombres. Jiménez luchó por regresar a esta vida. Pantoja pagó condena en la cárcel. Y se lanzó a las aguas de Supervivientes sabiendo que ese salto la devolvería a su mejor estatus: estrella. Ahora denuncian que la reina de la copla podría haberse quedado con un vestuario que era prestado. Marlene Dietrich jamás devolvía la ropa que vestía en sus películas, al punto que terminó por involucrarse en su diseño. Travis Banton, su encargado de vestuario favorito y ella probaron más de cien tipos de plumas hasta dar con las de un gallo asiático para el tocado con el que aparece en el primer plano de La Dama de Shanghái. Todo esto mucho antes de la gripe aviar y del coronavirus, por supuesto. Hoy sería impensable probar plumas de ningún tipo. Marlene consideraba un derecho tácito quedarse con la ropa. Lo mismo puede hacer Pantoja. ¿Realmente puede ponérselo alguien más? Sobre todo en este mundo paranoico que vivimos. En una fiesta benéfica en la que estuve el pasado verano, Marlene Morreau se ofreció a modelar un vestido que estaba en subasta. Una vez exhibido en sus deliciosas curvas francesas, la gente regateó el precio porque lo consideraba usado. Me pareció ruin.

La princesa Corinna, en San Petesburgo, en 2017.
La princesa Corinna, en San Petesburgo, en 2017.Mikhail Metzel (Mikhail Metzel/TASS)

Muchas veces sentimos lo difícil que es devolver algo. Sea un vestuario o un regalo. En Suiza se investiga qué calidad de regalo serían los más de 60 millones de euros que el Rey emérito habría regalado a Corinna Larsen. La examiga se confirma como virus. Un estornudo suyo puede ser estremecedor. Sin embargo, ella luce sana y serenísima. Me encantaría recibir un regalo como el suyo pero también obtener ese don para estar supertranquila en momentos superintranquilos. ¿Puede ser que adquieras ese temple solo con viajar en vuelos privados? Según Corinna los hacía por insistencia de Juan Carlos aunque pagados por Álvaro Orleans. “Por discreción y yo cumplí”, publicó este diario. Parece que, al terminar su amistad, como así ocurre en los divorcios, le pidieron que los reembolsara. Un detalle de jet set que me ha dejado mal cuerpo pero por lo visto a ella no.

El sitio para aislarse vuelve a ser Ginebra. Debido a la investigación en curso ha reaparecido otro tiburón de los negocios con aspecto de mujer despampanante, Shapari Zangeneh, la viuda de Adnan Khashoggi, el millonario por excelencia de los años ochenta. Altamente exótica coronada por una belleza felina, casi inquietante, ha negado tener ninguna relación financiera con los supuestos pagos por las negociaciones del AVE a La Meca. Se confirma que es amiga de Larsen o que probablemente haya formado parte de un hipotético y sexi Team Corinna. Lo que no ocurre con Álvaro Orleans de Borbón. Como dijo María Jiménez recordando a Pantoja: “No hay filin. Cada una tiene sus amistades”.

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