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Tarta al whisky

100% viejuna y 100% casera, la estrella de la cocina ochentera vuelve siempre con el calor, igual que 'Verano Azul', 'El equipo A' o 'El coche fantástico'.

Pacman de amor y licor.
Pacman de amor y licor.ANA VEGA 'BISCAYENNE'

La tarta al whisky es una de las estrellas de El Comidista, y eso que hasta hoy no tenía receta. Como buena diva que se precie, concedió una sola entrevista para la saga de Comida Viejuna hace más de cuatro años y su mánager no nos dejó hacerle preguntas íntimas: qué ingredientes lleva, cómo se hace y hasta qué punto embolinga.

A lo Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses, la tarta helada al whisky vuelve a los escenarios para recordar a sus admiradores que aún está viva. Un poco loca, quizás, y con menos glamour del que ostentaba antaño cuando era reina de los bodorrios y emperatriz de los postres de la casa. Ah, qué tiempos aquellos. Devorada por su propio éxito en los ochenta, acabó como vedette de cuarta fila asomando la patita en los lineales de congelados, borracha de güiscazo malo y bizcocho corchopán. Como todas las grandes estrellas venidas a menos, pasó varias temporadas en la López Ibor y la Buchinger quitándose la adicción a los focos y los bufés libres. Un juguete roto de la heladería.

Así que dentro de nuestra labor rehabilitadora de la cocina viejuna, toca rescatar la tarta al whisky, intentando restituir el lustre a este gran hit de nuestra gastronomía. Porque otra cosa no, pero ahí donde lo veis este postre tiene pedigrí castizo y pasaporte español. Sus orígenes son oscuros (si alguien puede ilustrarnos en la materia, alabado sea) y lo único que le hemos sonsacado acerca de su edad es que en 1947 ya aparecía en el catálogo de Frigo. Ese mismo año el torero Juan Belmonte protagonizaba un anuncio de whisky con vaquilla y guardia civil incluidos, así que se ve que el espirituoso en cuestión estaba de moda. Quién inventó la tarta y quién copió a quién es otro cantar, pero lo importante es que su consumo se extendió como la plaga por España y Portugal y en los años setenta no había convite en el que no se incluyera.

Vosotros también sois fans de esta tarta desde los tiempos de Verano azul, lo sé, y estáis hartos de sentir complejo por vuestra escasa modernidad cada vez que queréis pedirla. ¡Rebelaos! ¿No volvieron las hombreras y los tupés? Pues eso.

La prueba de que el helado al whisky era lo más: la botella-copa-macetero.
La prueba de que el helado al whisky era lo más: la botella-copa-macetero.TODOCOLECCIÓN

La tarta helada al whisky sigue viva: ya sea en los chiringuitos, con churretones de nata de spray, o en el mismísimo Mugaritz, donde ofrecen una versión sofisticada con mermelada de whisky y bizcocho crujiente. Recetas hay muchas, así que yo he optado por una digna de la mismísima Tasca Suprema, casera, buenísima y muy fácil. Con atajo para no tener que encender el horno y diversas opciones para vagos redomados. Si no os da la real gana de hacer la crema, podéis usar un buen helado comprado del sabor que más os conjunte.

Eso sí, acompañad la tarta con un buen cóctel de gambas o unos huevos rellenos, sacad los platos Duralex y regad el trozo que os toque con un buen chorro de güisqui del mueble bar. Ya dormiréis la siesta.

Dificultad: Apta para abuelas piripis.

Ingredientes

Para una tarta de unos 22 cm de diámetro:

  • 150 g de bizcochos de soletilla, sobaos, o 1 plancha de bizcocho
  • 100 ml de agua
  • 50 g de azúcar
  • 60 ml de whisky
  • 150 g de leche condensada
  • 150 g de queso crema (tipo Philadelphia)
  • 250 ml de nata para montar, fría
  • 1 vaina de vainilla o 1 cucharada de esencia o pasta de vainilla
  • 4 yemas de huevo
  • el mismo peso de las yemas en azúcar
  • el mismo peso de las yemas en agua
  • 1 hoja de gelatina
  • opcional: almendra crocanti o fileteada y nata montada

Instrucciones

1.
Forrar un molde desmontable con papel de horno o film plástico, para que sea fácil sacar la tarta terminada. Cubrir el fondo con una capa de bizcochos, sobaos o similar.
2.
Para hacer el almíbar: echar el agua, el azúcar y la mitad del whisky en un cazo, calentarlo todo hasta que hierva y mantenerlo en ebullición unos 10 minutos.
3.
Emborrachar generosamente el bizcocho con el almíbar.
4.
Si se usa la vainilla natural, abrir la vaina y raspar su interior con una cuchara rescatando las semillas.
5.
Montar la nata en un bol grande. Aparte, batir la leche condensada con el queso, la vainilla y el whisky que había sobrado. Verter esta mezcla sobre la nata montada, poco a poco y mezclando suavemente para no perder su textura esponjosa.
6.
Echar la crema sobre el bizcocho, tapar el molde y meterlo en el congelador varias horas, hasta que esté firme.
7.
Para hacer la cobertura de yema: remojar la hoja de gelatina en un vaso de agua fría. Preparar un almíbar con el mismo peso de las yemas en azúcar y agua, hirviéndolo hasta que espese ligeramente sin coger color e introducir dentro de él la gelatina escurrida. Batir las yemas en un cuenco y verter encima el almíbar en forma de hilo, batiendo sin parar con unas varillas.
8.
Sacar la tarta del congelador, esparcir por encima la crema de yemas y volver a congelar bien tapada.
9.
Sacar 20 minutos antes de servir, desmoldar y espolvorear con azúcar para quemarlo con un soplete y crear una superficie acaramelada. Opcionalmente, decorar los bordes con almendra, nata montada o ambas cosas.

Observaciones muy prácticas: por supuesto, si preferís usar bizcocho casero podéis hacer la receta de éste que más rabia os dé y utilizar una capa delgada como base; también sirve una mezcla de galleta triturada y mantequilla. En vez de la crema se puede utilizar un buen helado ligeramente descongelado y bien esparcido, se pueden poner dos capas de bizcocho, añadir más whisky o cambiar éste por otro licor de vuestro gusto.

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