Menú semanal de El Comidista (14 a 20 de septiembre)

Un puré vistoso y sabroso, lejos del color verde-muerto que tenía el que nos daban en el comedor escolar. Si aún tienes trauma, prueba a meter en cada cucharada un poco de lacón.

Unas albóndigas cítricas, dulces e increíblemente esponjosas que además son aptas para celíacos, ya que en lugar de pan usan arroz tostado en la sartén para dar consistencia a la masa.

Un pastel suave y esponjoso como el algodón que te hará ser infiel a tu tarta de queso de cabecera. Con los mismos ingredientes de siempre pero pasados por el filtro japonés: manga a la vez que zen.

Las lentejas rojas tienen una ventaja sobre todas las legumbres: se cocinan extremadamente rápido. Aún así, si eres muy vagoneta, puedes hacer esta crema con lentejas cocidas de bote (¡de buena calidad!).

En la prohibición italiana de mezclar lácteos y frutos del mar en platos de pasta hay una excepción consensuada: las anchoas con mantequilla. Añadimos muchos tomates cherry, algo de ajo, y tenemos un platazo.

Esta fruta es rica en pectinas y fibra, además de estar buenísima, así que aprovecha las que trae la nueva temporada.

Si las acelgas te parecen el sumo aburrimiento y las pencas más, es porque claramente no has probado esta receta. Pocos ingredientes para convertirlas en maravilla.

Este estofado de origen ruso se prepara originariamente con ternera, pero admite variaciones. Lo importante es la cocción en una salsa cremosa y suave con base de nata, tomate y cebolla casi caramelizada.

Una vez acabado el verano, empiezan a aparecer las ganas de encender el horno ¡Inaugura la temporada repostera con un dulce reconfortante!

Damos un giro contemporáneo a un plato tradicional de Semana Santa, acortando la cocción de unas espinacas y cocinando el huevo con el calor residual para que quede cremoso. ¿Resultado? Mismo sabor, mejor textura.

Es la receta ideal si has hecho toneladas de guiso de pescado y no hay suficientes táperes en el mundo para guardarlo.

Tanto higos como brevas son bien combinables: con jamón, mozzarella y avellanas están espectaculares, y al horno, todavía más.

Los champiñones crudos cortados finamente son perfectos para absorber una vinagreta con un toque alegre de mostaza. Un buen tomate refresca el conjunto, y las almendras fritas le dan resistencia al mordisco.

Pocas cosas de tu nevera no son tortilleables, por eso a esta combinación de berenjenas, gambas y aceitunas negras puedes añadirle o quitarle lo que quieras.

Currarse un brioche es una de las experiencias más satisfactorias que puede tener un panadero: integrar la mantequilla en la masa, trabajarla hasta que esté elástica, verla fermentar... y comérselo, claro.

Las carnes de segunda dan lo mejor de si mismas cuando les aplicas una cocción lenta. Este rabo de toro solo necesita un buen fondo de verduras y un poco de vino para convertirse en una delicia.

Están jugosas, están buenas, están de temporada y se pueden comer solas o combinadas. No hay fallo.

Si encender el horno para hacer un gratinado te parece sinónimo de trabajazo, es porque no conoces aún esta parmentier de calabaza, rematada por una capa crujiente de parmesano tostado.

Recuperamos unos pasteles madrileños de principios del siglo pasado. Porque los postres en peligro de extinción nos dan casi la misma pena que las ballenas, los linces o los abejarucos.

Un cóctel dedicado al viajero compositor. Como él, tiene base polaca, un toque francés –se nacionalizó galo en 1835– y unas notas de los limones de la isla de Mallorca, que visitó en 1838.