Las falsas promesas de los alimentos con aloe vera
El aloe está de moda como ingrediente de yogures y otros lácteos, refrescos supuestamente saludables y hasta concentrados, pero no hay evidencias de que su consumo sirva de algo (y tiene ciertos riesgos).
De milagro dermatológico a superalimento en el lineal del supermercado. Sería extraño -y peligroso- embadurnarnos de gel de aloe tras salir de la ducha y luego untarlo en la tostada del desayuno. Pero eso no ha impedido que se extienda la creencia de que sus propiedades beneficiosas en el campo de la cosmética pueden ampliarse a la alimentación.
Es un efecto halo en toda regla: a partir de las características de un producto nos creamos una opinión sobre él, atribuyéndole propiedades positivas en otros aspectos. La realidad es que, por mucho que sus partidarios lo sugieran, ya puedes comer tractores de aloe vera que no vas a conseguir la piel de Cleopatra recién salida de la bañera de leche de burra. Es más, puedes estar jugándotela.
El aloe vera (o aloe barbadiensis) se usa de forma tópica por sus propiedades cosméticas, y hay evidencia de que puede tener efectos beneficiosos sobre algunos problemas de la piel. El National Institutes of Health considera que hay pruebas suficientes de que puede ayudar en el tratamiento de la psoriasis y los sarpullidos, pero no está tan claro que tenga efectos probados en otros usos típicos como la curación de heridas -una revisión Cochrane sobre el tema determinó que había falta de evidencia- o la reducción de cicatrices. No es mágico, pero tiene una reputación incontestable, ciertas propiedades probadas y es un compuesto seguro, razones más que suficientes para colonizar los estantes de la perfumería.
La piel no es el estómago
¿Por qué no aprovechar su buenísima fama para vender también alimentos? ¿Qué puede salir mal? Además, es un producto natural, y el consumidor inmediatamente asocia -erróneamente- esta característica a beneficioso e inocuo: pues ni lo uno, ni lo otro; que le pregunten a Sócrates por la cicuta. Con este planteamiento, ya podemos entender por qué el aloe vera se usa como ingrediente estrella en alimentos como lácteos, miel o refrescos (aunque su presencia sea la mayor parte de las veces testimonial).
Un yogur natural azucarado al que se añaden 15 gramos de aloe vera se convierte en un producto que puede venderse a seis euros el kilo, duplicando o triplicando el precio de sus homólogos al etiquetarlo como “sensitive”. Si te apetece un refresco con menos de un 0,1% de aloe vera en polvo -lo que cayó en la marmita cuando pusieron una planta de aloe en el despacho del gerente de la empresa-, prepárate para pagarlo a tres euros el litro: el triple que otros productos similares. Unos gramos de ingrediente supuestamente milagroso, una buena publicidad y ya se ha hecho un hueco en el mercado: la receta es infalible.
Si queremos subir la apuesta y aprovechar todas esas propiedades -de las que nadie nos habla claramente, pero que ya se han instalado en nuestras creencias porque relacionamos el aloe con la buena salud-, podemos optar por incorporar a nuestra dieta concentrados en cápsulas o las bebidas que se venden como zumos vegetales o complementos alimenticios, por el módico precio de 20 euros el litro.
Tenemos el elixir de la vida en nuestras manos porque nos han hecho creerlo: para ello, las marcas usan varias estrategias. Algunas empresas deben pensar que la legislación alimentaria no va con ellas, y publicitan sus productos con menciones abiertamente ilegales, indicando que “ayuda en problemas estomacales”, “mejora problemas inflamatorios internos” o incluso que “favorece la pérdida de peso”.
La trampa tiene mil caras
Una táctica más sutil es incluir en un alimento una declaración saludable que sí esté autorizada e insinuar -solo insinuar, o sería un incumplimiento legal- que el responsable de tan maravillosas propiedades es el aloe. Por ejemplo, puede indicarse que tiene la capacidad de “mantener la piel y el cabello” y sugerir que se debe a la presencia de aloe vera, aunque en la letra pequeña ponga que lo que soporta esa declaración es la vitamina B8 (un nutriente para el que sí está aprobada). Es una vitamina sin ningún glamour que puedes encontrar en grandes cantidades en un alimento tan de andar por casa como el huevo: solo falta que los estuches de los huevos incluyan alegaciones saludables, y los veo como estrellas de Instagram. Es cuestión de saber promocionarse.
La realidad es que la Comisión Europea no permite que se haga ninguna alegación de propiedades saludables sobre el aloe ni sobre ninguno de sus compuestos: para poder hacer declaraciones sobre las propiedades beneficiosas de un alimento estas deben estar científicamente demostradas, y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) se encarga de verificarlo.
Así que en 2013, a petición de una empresa productora de complementos alimenticios, la EFSA publicó una opinión científica para valorar el efecto beneficioso sobre la función intestinal de los derivados del hidroxiantraceno (HADs), compuestos diversos que se encuentran en numerosas plantas, entre las que están distintas especies de Aloe. Los HADs tienen una función reconocida como laxantes y están autorizados como medicamento contra el estreñimiento, así que podría tener el mismo efecto si se toman como parte de la dieta, y es lo que la EFSA se propuso averiguar.
Las conclusiones fueron positivas, porque se encontró que estos compuestos mejoraban la función intestinal, reducían el tiempo de tránsito, incrementaban los movimientos y el volumen de las heces y, además, no producían diarrea, siempre que el producto -por ejemplo, el aloe- aportase 10 mg de HADs al día. Aparentemente todo perfecto para poder indicar que mejora la función intestinal; salvo un escollo insalvable: los derivados del hidroxiantraceno.
La seguridad ante todo
Debido a su contenido en HADs -especialmente, aloína-, la EFSA clasifica la planta de aloe dentro de su compendio de sustancias botánicas que contienen compuestos con posibles efectos adversos si se emplean en alimentos o complementos, y para la International Agency for Research on Cancer, el extracto de aloe obtenido de la hoja completa es “posiblemente carcinogénico para humanos”. En 2016, la EFSA consideró el uso de aloe en alimentos como posible riesgo emergente, al detectar que se estaba incrementado su demanda como alimento supuestamente beneficioso, especialmente entre grupos de riesgo, a pesar de que no se conoce su contenido en aloína.
Conscientes de estos riesgos, varios estados miembros de la UE han sido contrarios a aprobar la declaración de propiedades saludables. La EFSA ha evaluado la seguridad de los HADs cuando se usan en alimentos y el resultado no es halagüeño: se consideran genotóxicos -capaces de dañar el ADN- y carcinogénicos, por lo que no puede establecerse una ingesta diaria segura. En vista de esto, y a pesar del dictamen favorable de 2013 de la EFSA, la Comisión Europea ha optado por no autorizar la declaración saludable, lo que supone que ni los alimentos ni los complementos alimenticios con aloe pueden incluir ninguna mención a supuestas propiedades beneficiosas para la salud.
Además, tal como prevé la legislación, la Comisión está investigando si debe restringir, prohibir o someter a control la presencia de HADs en alimentos y complementos alimenticios. Esto podría afectar de hecho a la posibilidad de emplear aloe vera como ingrediente, ya que contiene estos compuestos. Algunos países como Bélgica, Dinamarca, Italia o Francia ya han establecido restricciones al uso de aloe vera en alimentos o complementos alimenticios, pero estas limitaciones solo afectan a su territorio.
En término de seguridad, no es equiparable la ingesta de alimentos que contienen HADs, con el consumo de HADs como medicamento a corto plazo para tratar el estreñimiento ocasional. Este último uso sí se considera seguro, con una dosis máxima de 30 mg al día y ciertas restricciones: no es adecuado en niños menores de 12 años ni mujeres embarazadas o en lactancia, y no deben utilizarse más de una semana. ¿Por qué esta diferencia respecto a su uso en alimentos? Cuando se emplean como medicamento la dosis está controlada y se someten a controles exhaustivos de eficacia y seguridad, algo que no ocurre con los alimentos o los complementos alimenticios.
No todo el aloe es igual
Pero no todos los productos obtenidos a partir de la planta de aloe tienen el mismo contenido en HADs. De la hoja del aloe vera se extraen varias sustancias; el látex, un líquido amarillento que está contenido en la capa que cubre la pulpa, es el que presenta la mayor concentración de HADs. La pulpa está en la parte interna y de esta se obtiene el gel, que está libre de sustancias tóxicas. En la industria alimentaria se emplean tanto el gel como el jugo, y los productos derivados del gel no se consideran problemáticos.
Con el jugo empiezan los dolores de cabeza. El primer conflicto es que el término “jugo” no está bien caracterizado y se utiliza tanto para referirse al látex, como al producto obtenido a partir de la hoja completa (“whole leaf extract” o “whole leaf Aloe vera juice”), y en ambos casos contienen HADs. Para evitar que productos obtenidos del aloe tengan un alto contenido en HADs, en el proceso de obtención del jugo pueden aplicarse procesos de purificación llamados decolorización, que consisten en pasar el jugo a presión sobre placas de carbono o por carbono activado y consiguen eliminar el 99,9% de aloína. Se obtiene lo que se conoce como “Aloe vera decolorized whole leaf extract” (extracto de hoja entera de aloe vera decolorado).
Por su parte, el International Aloe Science Council (IASC) ha establecido un estándar de calidad para certificar que sus jugos de aloe destinados a consumo oral no contienen más de 10 mg aloína por kilo, por lo que el riesgo se reduce. Pero no se elimina debido a varios motivos: que la certificación del IASC solo tiene carácter voluntario, que no hay un límite máximo de aloína establecido para los alimentos y complementos alimenticios que se ponen en el mercado y que, a pesar de que en gran parte de los jugos la aloína se haya eliminado mayoritariamente, la EFSA no considera que haya un nivel de consumo seguro.
Al hablar de seguridad alimentaria, tenemos que barajar siempre el término 'riesgo'. Consumir trozos de aloe vera en un yogur o como parte de una ensalada de forma esporádica no va a exponerte a grandes cantidades de compuestos tóxicos, aunque se consuma la hoja completa. Hacerlo de forma habitual a partir de complementos alimenticios o jugos, en los que además los HADs pueden estar más concentrados, ya es otro cantar. Especialmente si estas preparaciones indican -de forma ilegal- que tiene un efecto laxante, ya que este se debe a la presencia de HADs.
Considerando que no hay evidencias de que tenga beneficios sobre la salud más allá del efecto sobre el estreñimiento, y que hay un riesgo fundamentado -especialmente en determinadas presentaciones-, es mejor dejar el aloe vera al lado de la ducha y buscar otras experiencias gastronómicas menos exóticas, pero con propiedades más que probadas. ¿Qué tal si empiezas por comerte un brócoli?
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