Ponerse a plan (primera parte: el gimnasio)
El autor de 'Sinopsis de Cine' y 'La Luisi'se enfrenta a la dura realidad: después de un verano desayunando batidos de albóndigas –empujados con bacon– toca ponerle puertas al campo de la gochez.
Ya ha pasado el verano, por fin. Septiembre es el mes del fresquito, la vuelta al cole y los coleccionables de gilipolleces de los que sólo compras el primer número. Pero sobre todo es el mes de los buenos propósitos, como si fuera el segundo mes de enero del año. Y entre esos propósitos el más habitual es el de ponerse en forma. Te has pasado el verano a redoble de las fauces, comiéndote hasta las migas de las tetas, y ahora estás que no cabes en ti mismo.
Después de las vacaciones, subirse a la báscula es como jugar a la ruleta de la suerte, que lo mismo caes en el 60 que en el 120. Así que antes de nada tienes que preguntarte: ¿estás realmente morroño? Aquí tienes algunas pistas que te ayudarán a descubrir si estás por encima de tu peso ideal (recuerda que el peso ideal de una persona es el que pone en el ascensor):
- Te tiras en bomba a la piscina y el bordillo se llena de peces muertos.
- Tu abuela no te insiste para que repitas.
- Estás en la playa tomando el sol y vienen unos ecologistas a ponerte toallas húmedas encima y a llevarte al agua en brazos.
- Vas a un cumpleaños y el de la fiesta te dice que las croquetas están contadas, que hay dos por persona, y te pregunta cuántas te has comido.
- Te levantas y la silla de piscina se va contigo.
- El chino del bufé libre te mira con recelo.
- Hay señoras con sillas y abanico sentadas a la sombra que das.
- Si eres hombre tienes que hacer pis de oído.
- Cada vez que vas al baño mueren dos hadas.
- En el desayuno se te caen los pechos en el Colacao.
- Te subes a la báscula y la aguja da la vuelta entera y vuelve al cero.
- Te tienes que poner los pantalones del año pasado aguantando la respiración y dando saltos.
- Tu culo tiene más pulgadas que tu televisor.
Si te resulta familiar alguna de las circunstancias anteriores significa que te has puesto guapo de lejos. Y eso hay que remediarlo: como dice tu madre, no ya por estética, sino por salud.
Lo primero que haces es apuntarte al gimnasio porque te gusta tirar tu dinero a la basura. Además, la chiquina de la recepción te ha liado y has pagado el año entero por adelantado, que pagar mes a mes es de cobardes. Te ha dado la tarzana y te has flipado. Es normal. Los gimnasios viven de gente como tú, que paga y no va.
Con toda tu ilusión te compras el chándal, las zapatillas y te lanzas a la vida sana. Es hora de meterse en una clase para quemar un poco de grasa. Lees el folleto con todas las actividades: aquagym, stretching, aerobox, fight-do, power plate, spinning, indoor cycle, body pump, fit-ball, power jump, X55, sh’bam, body balance, fitbox, body combat, gap, indoorwalk… Te acabas de quedar bizco. Le das la vuelta al folleto no sea que lo estés leyendo al revés, pero no. Y tampoco te has vuelto gilipollas; son ellos.
Al final eliges una clase al azar y te plantas en medio con tu pantaloncito corto y tu camiseta de tirantes, como Josefa la cerda, y un señor con leotardos pone música y te grita que eres una becerra inmunda mientras tú giras, das palmas y pegas puñetazos al aire como un borracho. A los 45 minutos sales de ahí agarrándote a las paredes. Llevas la cinta del pelo por los ojos, la camiseta por el ombligo y el culo se te ha comido las mallas. Parece que vienes de una reyerta en el mercadillo.
Nada, el gimnasio no es lo tuyo. A ti te gusta el sofá más que a una choni el capó de un Opel Astra. Si quieres ponerte en forma y perder esos kilitos del verano tendrás que hacer dieta. ¡Se puede comer sano, ligero y rico! Mentira cochina. A mí no me engañan con esos anuncios de gente que es feliz desayunando alfalfa con requesón. Eso en mi pueblo eso se lo damos de comer al gorrino y luego nos lo comemos nosotros a él, como manda la Biblia.
Y ahora, con todo el asco de mi alma, voy a empezar el régimen. Porque prefiero comer de rodillas que vivir haciendo footing. Ya os contaré.
(Continuará)
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.