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Vino

Cómo conseguir que las etiquetas del vino no te suenen a chino

¿Perdido en el espacio cada vez que entras en una tienda de vinos? Si quieres descubrir detalles que te ayuden a elegir, dale la vuelta a la botella y aprende a interpretar lo que lees.

Etiquetas deseando entregar su información a quien sepa interpretarlas.
Etiquetas deseando entregar su información a quien sepa interpretarlas.PASCUAL DRAKE

Si eres de los que tienen un vino fetiche y llevas bebiendo desde el principio de los tiempos la misma marca, encantado de saludarte, pero nos vemos en el próximo artículo. Si no, si te gusta experimentar un pelín y dar alegrías y sorpresas al paladar, quizá este texto te ayude algo.

Entrar en una tienda de vinos a ver qué vino me llevo es hoy en día como entrar en La Biblioteca de Babel del cuento de Borges a ver qué libro me leo esta semana. Tarea ardua y difícil por la variedad, colores y festival de nombres, etiquetas, autores… Todos intentan captar tu atención de una u otra forma.

Nombres con inspiración genital animal (Cojón de Gato), recuerdos al Rocket Man de Elton John (El Hombre Bala), expresiones de asombro (Madremía), o apellidos de familias del Venetto que en castellano suenan a promiscuidad (Follador). ¡Y esas etiquetas!: cerdos con alas (El Gran Cerdo), hipsters vetustos tocando guitarras eléctricas de dos mástiles (4 Kilos), osos intentado alcanzar una parra (Venta La Ossa) y hasta el sombrero de Clint Eastwood (Predicador).

Y ya no todo se limita a la botella o etiqueta: los hay que vienen con una cresta sobre el tapón (Les Crestes) o incluso dentro de una camisa de fuerza (Loco). Lo que sea con tal de destacar entre los demás.

Y podría estar citando casos y ejemplos hasta que no quede más espacio en internet. “Hasta hace unos años era fácil destacar en un lineal de vinos, ahora son todo flashes que te llaman”, comentaba durante una cata un enólogo que fue pionero en eso de poner nombres que se salieran de marquesados y dibujos de castillos. “Igual ahora hay que volver a poner un castillo en la etiqueta para que se fijen en ti”, bromeaba.

"Y, entonces, ¿qué hago?", dirás. "¿Me llevo el vino que más me llame la atención?". Pues es una opción como cualquier otra, pero corres el riesgo de ser un amante del canto gregoriano y acabar escuchando el Sticky Fingers de los Rolling Stones porque te ha puesto tontín el paquete de Mick Jagger. En el vino, como en los libros, lo que a fin de cuentas debe mandar a la hora de tomar una decisión de compra es la literatura, no los dibujitos. Así que a leer toca, amiguitos.

Primero quitémonos de encima las perogrulladas: en la etiqueta habitualmente encontramos el nombre del vino, el de la bodega, la zona, la uva con la que se ha elaborado, la crianza (reserva, crianza, etc), el grado alcohólico. Y poco más, siendo ya esto mucho. Parte de esta información viene por imperativo de la denominación a la que esté adscrito cada vino (si es que lo está), pero cada una es un mundo y meternos en ese tema es más aburrido que escuchar el Boletín del BOE leído en verso por un político en campaña.

Y eso que ahora hay casos en los que en la etiqueta apenas aparece información y manda la imagen. El resto está en la contraetiqueta. ¡Ah! La subestimada contraetiqueta. ¿Tú te comprarías un libro que no conoces por la portada o por la contraportada? Por la contraportada, ¿no? (Si es por la portada igual acabas en casa con toda la colección de Corín Tellado e igual no era tu idea).

Pues en el vino ocurre exactamente lo mismo. “Las etiquetas han pasado a ser obras de arte”, nos dice Ricardo Arambarri, de Vintae, grupo de bodegas que siempre ha llamado la atención por sus diseños. Y aquí es donde entra en juego nuestra querida contraetiqueta, que cada vez adquiere más protagonismo.

A continuación desglosamos cinco conceptos mucho menos populares que 'reserva' o 'no reserva' que se pueden leer en un vino (a veces, ya que no es obligatorio ponerlos) y que pueden ayudar –y mucho– a saber si merece la pena:

La edad de las cepas: Si pone que las uvas con las que se ha elaborado ese vino son de un viñedo de 50 años, por ejemplo, es que lo son. Es un dato fiable, nadie te va a mentir en eso. Y, cuanto más viejo, mejor. Algunos hablan de la edad de la viña, otros de la edad de la cepa. Es lo mismo. Y cuanto más vieja es la cepa, mejor.

La altura del viñedo: Cuanto más alto, mejor. Se habla de viñas a 600, 800 y hasta más de 1.000 metros sobre el nivel de mar. Cuanta más altura, mayor contraste térmico, y mejor uva. Más calidad.

El tipo de terreno: Que si arcilloso-calcáreo, que si mineral, que si pedregoso. Cuanto menos atractivo es para andar descalzo por él, mejor. Si el terreno merma la capacidad de producir uvas a la cepa, mejor, porque tiene que estresarse (sí, las cepas se estresan) para producir, y lo poco que produce tiene más calidad porque está más concentrado.

La selección de la uva y la distancia del viña: Información sobre si la uva se selecciona en viñedo, si es así es bueno. Es decir, que no toda la uva que se recoge va para adentro, sino solo aquella que cumple unos mínimos. Aunque luego al entrar en bodega siempre hay las llamadas mesas de selección. Y a veces aparece información sobre Si la viña está cerca de la bodega. Cuanto más cerca, mejor, ya que la uva sufre menos en el trayecto.

La gravedad: La uva, cuanto menos se zarandee y se presione, mejor vino produce. Si en la contra etiqueta pone algo similar a “uva conducida por gravedad” o algo similar, es perfecto. La gravedad saca lo mejor de la uva. Hay bodegas que están diseñadas para minimizar el uso de bombas o motores en el proceso de elaboración.

Así que ya lo sabes, la próxima vez que vayas a enfrentarte a una nutrida vinoteca no te olvides de llevarte las gafas de cerca.

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