Tinta de tinto
Tras décadas sin salirse de los diseños clasicorros, en los últimos años los bodegueros se han soltado la melena con las etiquetas de sus vinos. Los escudos y las tipografías caligráficas han dado paso a toda clase de imágenes impensables en el pasado: escenas de cómic, fotos con primeros planos de labriegos, recopilaciones de insultos o ilustraciones con figuras extrañas como cerdos voladores, señores con cabeza de pez en triciclo, hombres bala y mujeres cañón. Todo vale para transmitir una determinada personalidad o destacar en un mercado / jungla en el que compiten casi tantas marcas como especies hay en el Amazonas.
En este clima de fiebre innovadora, un pequeño estudio de diseño radicado en una zona tan vinatera como el Penedès acaba de lograr lo que parecía imposible: crear un envoltorio y unas etiquetas únicas. La genial (¿o peregrina?) idea de Ladyssenyadora, equipo formado por Montserrat Raventós, Jordi Roca y Raimon Benach, ha sido utilizar el propio vino para fabricar la tinta con la que imprimir ambas cosas. El caldo en cuestión, una edición limitada que el estudio recibió como pago en especie de un trabajo para un bodeguero, lleva su peculiaridad en el nombre: Tinta de Vi ("tinta de vino" en catalán).
"De repente nos encontramos con 150 botellas llenas de vino tinto encima de la mesa, todas ellas desnudas y sin nombre. Ahí empezó el ejercicio de vestirlas y crear un empaquetado de principio a fin sin reglas de juego", cuentan desde Ladyssenyadora. Entonces se encendió la lucecita: tenían que imprimir el vino... con vino. "Teníamos el conocimiento de que antiguamente se usaban los pigmentos elaborados con alimentos para pintar, e incluso habíamos hecho la prueba de usar el vino tinto como si se tratara de tinta china para otro trabajo, pero nunca habíamos oído la idea de introducirlo en una impresora, y menos en una máquina de imprenta. Así que cuando tuvimos la idea nos aventuramos a ello sin saber cómo sería el resultado final".
Primero intentaron deshidratar los posos del vino, pero el pigmento resultante no funcionó. Después probaron con lo primero que se le habría ocurrido a un cocinillas como yo: reducir el vino en una cazuela a fuego lento. No sirvió. La reducción en horno con ventilador y el llenado de un cartucho de impresora con vino no ofreció mejores resultados. Cuando casi habían renunciado, los diseñadores se dieron cuenta de que en una de las bandejas que habían usado para las pruebas y que habían dejado en el tejado se estaba formando un "moco morado" con la consistencia y el color que buscaban. De esta forma, el proceso de evaporación del vino hasta convertirse en tinta, del que podéis ver un bonito resumen en el vídeo que encabeza esta entrada, duró varias lunas.
La gente con cabezas de animales es tendencia. / LADYSSENYADORA
La técnica escogida para imprimir tanto para la lámina que envuelve la botella como para la etiqueta fue la serigrafía. "La diferencia", matizan, "es que en la primera la impresión el trabajo fue manual y tardamos 2 días, y en la segunda nos dirigimos a una imprenta especializada en etiquetaje de vino y en 10 minutos estuvo listo". El papel con el que trabajaban tampoco era asunto baladí. Exigía ser de gran calidad, suficientemente poroso como absorber bien la tinta (que había adquirido textura de mermelada) y que minimizara el problema del secado. También que fuera fino para poder envolver y que quedara bien sujeto a la botella. "Al final nos decidimos por el Fredigoni Arco Print White de 70 gramos para el póster, y para la etiqueta usamos un papel autoadhesivo de las mismas características, uno de los mejores que existen para etiquetaje de vino: el Manter Cotone Bianco de 120 gramos".
Volviendo al lenguaje que somos capaces de entender todos los mortales –y no sólo los diseñadores–, no podíamos evitar preguntarles si la tinta olía como su componente principal. "Huelen a vino sobretodo los primeros días pero con el tiempo va desapareciendo. ¡Aún no hemos encontrado la fórmula para conservarlo!", se lamentan. Algunos otros cambios que experimenta la impresión tienen que ver con el cambio de color de la tinta. "El color inicial, que es un burdeos de una tonalidad fuerte, en algunos casos se oxida y en otros no, y aún no sabemos muy bien por qué. Según el lugar donde se almacena se oxida más o menos, y se vuelve de unos colores más o menos oscuros".
Aunque en un principio las botellas de Tinta de Vi estaban pensadas para regalar a amigos, proveedores y clientes, sus creadores han puesto a la venta las botellas sobrantes ante la expectación que ha despertado el experimento (se pueden conseguir escribiendo a info@ladyssenyadora.com y previo pago de 50 euros). Yo creo que me voy a pillar un ejemplar: dar con una obra de arte con la que además te puedas toñar no es algo que pase a menudo.
Documentación: Mònica Escudero.
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