10 momentos cumbre de 'Masterchef'
Es bueno reconocer tus propios fallos. Cuando empezó Masterchef, escribí una entrada bastante virulenta contra el programa, del que no me gustó casi nada: ni la rigidez de sus conductores, ni los retos impuestos a los contendientes, ni el confusísimo montaje ni su incapacidad para transmitir amor por la cocina o la buena comida. Pero mi error no fue publicar una crítica tan contundente -sigo pensando que aquel primer episodio fue un despropósito-, sino creer que el show no podía remontar.
Me equivocaba: como a tantos, Masterchef ha terminado enganchándome. Le he cogido cariño al jurado y a los concursantes, incluido el pérfido José David. Me he reído un montón con sus frases, sus aciertos y sus desastres. Y he empatizado con ellos viéndoles sufrir en las pruebas. A pesar de que algunos defectillos siguen ahí -esas horrendas declamaciones teatrales del guión a cargo de la presentadora y los chefs del tribunal-, creo que el programa ha mejorado semana a semana, y ha sabido corregir buena parte de sus fallos.
Jordi Cruz y Pepe Rodríguez ya no parecen sargentos chusqueros llevando un cuartel, sino que intercalan sus palos con las convenientes dosis de humor y simpatía. Algunos concursantes se han revelado como personajes con fuerte gancho televisivo, como Maribel. El proceso de cocinado de los platos se explica de forma más o menos comprensible, por lo que el programa lleva a cabo una mínima pero positiva labor divulgadora. Las tensiones entre los aspirantes se relatan con contención, sin caer en miserias de reality cutre. En general, todo fluye con más naturalidad y más gracia que en los comienzos, lo que se traduce en un mayor disfrute para el espectador.
La mala noticia es que Masterchef se acaba hoy. Esta noche sabremos quién se lleva el gato al agua, si Juan Manuel, Eva o Fabián. A mí me gustaría que fuera ella, pero creo que el vencedor será Juan Manuel, porque cae bien a todo el mundo y porque es el que mejor ha evolucionado técnicamente. El pobre Bizcochito, también conocido como El Niño Maleni, puede darse con un canto en el tupé por haber llegado a la final, algo que a su edad -18 años- supone todo un logro. Los responsables del programa han reservado para esta última entrega la aparición del cocinero más famoso de España, Ferran Adrià, quien entregará el trofeo al ganador.
Como aperitivo para esta cita inexcusable, aquí tenéis una recopilación de los que para mí han sido los 10 momentos más gloriosos de Masterchef, con sus correspondientes sugerencias culinarias por si os da por cocinar algo para esta noche.
Hay dos masterchefers que son mi debilidad: Efrén y Juanma. Me habría encantado que llegaran más lejos, pero por desgracia cayeron relativamente pronto. El primero me gusta porque parece una persona inteligente y porque escribe artículos furiosos contra la nata en los carbonara; el segundo, por su actitud distanciada y nada competitiva, propia de una persona que va al concurso a pasárselo bien más que a matarse por ganar. Es decir, por ser una especie de antiJoséDavid. De entre todas las intervenciones de ambos, la más cómica fue el picoteo de queso de Juanma (bueno, fue cómica para el espectador, pero a él le costó la expulsión): los jueces no vieron con buenos ojos que sufriera un ataque repentino de gusa y se fuera comiendo unos restos de manchego mientras hacía una receta.
Para acompañar: Una sopa de tomate con parmesano. Mejor prepararla con antelación: está más rica, y si te zampas el queso durante el cocinado tienes tiempo de bajar a por más.
Si algún concursante ha sido Satán en Masterchef, ése es José David. El valenciano lo ha dado todo para convertirse en el ser más odiado del programa, en un fantástico recital de ambición sin escrúpulos, ausencia total de compañerismo e irritantes aires de marisabidillo de la alta cocina. JD ha sido la encarnación del mal imprescindible en todo concurso o reality, y todos le deberíamos estar muy agradecidos por su generosidad a la hora de dejarse de falsedades y mostrarse como un auténtico villano. De entre todas las escenas memorables que protagonizó, me quedo con el día de las paellas, en el que no sólo cometió uno de los mayores crímenes culinarios posibles con este plato (remover el arroz) sino que se desmayó por el calor y tuvo que ser atendido por un equipo médico de urgencia. Por cierto, que el jamacuco de JD fue citado por Cerezo cuando le preguntaron por sus "mejores momentos" en Masterchef.
Para acompañar: Con este arroz meloso con costilla no te desmayas ni por lo que tarda en hacerse (es bastante sencillo, de parvulitos del arroz) ni por el precio (sale a un euro por ración).
José David cargará para siempre con el sambenito de malvado, pero el premio al momento individual más abyecto de Masterchef se lo lleva Santiaga. La manchega, que fue expulsada y posteriormente rescatada, volvió al programa sedienta de venganza. Los jueces le dejaron elegir qué pescado cocinaría cada concursante en una prueba dedicada a esta materia prima, y cual ángel exterminador, Santiaga eligió cuidadosamente los que podían resultar más difíciles a sus contrincantes. Sus comentarios y sus risitas de persona psíquicamente inestable me hicieron pensar que al final del programa sacaría una pistola o un machete para causar una matanza, pero al final abandonó definitivamente Masterchef sin asesinar a nadie.
Para acompañar: Tiene que ser un cebiche, porque lleva pescado y porque ya sabéis que la venganza es un plato que se sirve frío. Éste de merluza, pepino y tomate es perfecto para esta temporada.
Los cameos de personajes famosos como comensales han sido uno de los ganchos con los que Masterchef ha querido atraer a un sector de público no demasiado interesado en la cocina. Algunos han brindado escenas notables: Colate limpiándole las gafas a Maribel, Almudena Cid flipándolo con unas peras al vino como si fueran cocina de vanguardia, o Lola Herrera y El Brujo siendo definidos por Fabián como "los David Guetta de su generación". La intervención más descerebrada fue, ¡sorpresa!, la de Pocholo Martínez-Bordiú. Tras intentar que los concursantes entonaran un incomprensible grito de guerra ("¡urt, urt, urt!"), agradeció su presencia en el programa con una de esas frases que son oro: "Enhorabuena por invitarme".
Para acompañar: Pocholo habría dado buena cuenta de estos tres cócteles en una sola comida: marianito como aperitivo, pisco sour con el primer plato y el ginger punch como postre. O los tres de aperitivo...
Samantha Vallejo-Nágera ha permanecido tan estirada como su moño. Jordi Cruz empezó cayendo fatal, pero ha evolucionado hasta mostrarse como el tipo entrañable que seguramente es. Ahora bien, la revelación en el jurado ha sido Pepe Rodríguez, un chef que bajo su caratabla esconde una vis comica capaz de levantar el minuto de programa más aburrido. De entre todas sus cáusticas críticas a los platos que presentaban los concursantes, mi preferida es la que dedicó al pollo relleno de Noe, más parecido a un Frankenweenie atropellado y mal cosido después que a algo que te puedan servir en un restaurante. El intento de reanimación del animal fue sencillamente glorioso.
Para acompañar: Si, como Noe, tienes problemas para pillarle el punto de cocción a las piezas grandes, mejor prepara el pollo en trozos pequeños, como estos fingers especiados con crema de garbanzos.
Pepe Rodríguez también se ha distinguido del resto de sus compañeros en el jurado por su peculiar manera de probar los platos. Mientras Jordi y Samantha se meten discretos y educados trocitos de comida en la boca, él arrambla montañas de alimento con la cuchara y se las mete hasta el fondo del gaznate con la elegancia de quien descarga escombros en un contenedor. Su víctima más célebre es el pastel de chocolate con crema inglesa de Clara, con el que sólo le faltó sacar una hogaza de pan para rebañarlo.
Para acompañar: Si tienes tendencia a comer como una piraña después de correr un maratón, lo mejor es optar por la comida ‘de bocado’, como estas rocas con chocolate, maíz y PetaZetas. No te harán ser menos gula, pero no se te notará tanto.
4. 'Croquembouches' después de la batalla
Los cataclismos reposteros han sido una constante en Masterchef, pero sólo una prueba logró lo que parecía imposible: que fracasaran estrepitosamente todos y cada uno de los participantes. El pastelero Paco Torreblanca, que ejerció de patrono en el desafío, se debió de ir directo al psiquiatra para que le recetara antidepresivos tras comprobar que nadie era capaz de replicar su croquembouche, una pirámide de profiteroles o petit-choux bañados en caramelo. Los más avezados lograron crear una especie de torreones arrasados tras alguna batalla con los orcos; los más torpes, plastones de masa pétrea que en vez de donarse a Cáritas se debieron de enviar a Aldeas Infantiles por si los querían usar como cimientos de un albergue. Lo mejor: el descojone que les entra a todos viendo los truños que les han salido.
Para acompañar: Estas ciruelas al vino con mascarpone son todo lo contrario a esa torre imposible de profiteroles: fáciles de hacer, espachurrados y (especialmente si cambiamos el mascarpone por yogur griego) sanas y ligeras. Y están en plena temporada.
Por suerte, en Masterchef no han faltado los platos mal ejecutados y peor presentados: no se me ocurre nada más aburrido que un concurso de cocina sin ellos. Pero de entre todas las agresiones a la sabiduría culinaria, al buen gusto y a la vista en general destaca la tarta de Cerezo. Genial recreación tróspida de un pastel de fresas, este engendro podría aparecer perfectamente en webs de desastres reposteros como Pinstruosity. “Tu tarta es fea”, le dijo Jordi Cruz cuando se la presentó. “Es fea de cojones”, respondió Cerezo en una de sus muchas frases memorables a lo largo del programa. Otras que también me han hecho vibrar han sido “esto es un Alonso-Hamilton” y “como decían OBK, ¿de qué me sirve llorar?”.
Para acompañar: Para ahorrarse desastres como frutas aguachirladas y demás, lo suyo es una tarta de queso sin horno
. Ahora que la temporada de fresas ya está de bajona, mejor acompañarla con cerezas.
Uno de los últimos programas reunió a un montón de chefs con estrella Michelin para que hicieran de jurado en una de las pruebas. El mal rollito que se pareció intuirse entre Sergi Arola y otros cocineros quedó completamente eclipsado por los nombres que José David y Fabián eligieron para sus creaciones. El primero se descolgó con un melifluo “recuerdo de gazpacho”, que no aludía a lo que repite esta sopa si lleva mucho ajo sino a la presencia de la misma en su memoria. No sé quedó atrás la “primavera en Japón” de Bizcochito -un postre con bizcocho de té matcha-, que tras ser acogida con carcajadas por parte de los chefs se ha convertido en todo un emblema de la cursilería aplicada a la denominación de platos.
Para acompañar: Un gazpacho que me trae bastantes recuerdos –por la polémica que suscitó en su momento, más que nada– es el de albahaca y hierbabuena. Además no hay por qué dejarle el ajo, lo que elimina los otros “recuerdos” que suele llevar consigo el gazpacho. Y para el sector más Primavera en Japón, unos dorayaki de té verde y chocolate blanco.
Maribel es el gran descubrimiento de Masterchef. Ningún concursante ha protagonizado tantos momentazos como Lady Alcachofa, que ha brillado por su desparpajo, sus maravillosas apostillas por lo bajinis y, en el fondo, por su sentido común. Resulta difícil elegir un hit maribelesco. Yo tengo especial cariño a sus ataques a José David cuando se ponía barroco (“¿Pétalos de tomate? ¿Pero por qué no lo llama tomate? TOMATE, TOMATE, TOMATE”) y a sus búsquedas de comida en la basura, pero por su carga emotiva me veo obligado a destacar el encontronazo con la cocina tecnoemocional el día de su expulsión.
Maribel se derrumbó al saber que tenía que hacer unas esferificaciones, en una brutal escena que simbolizó la colisión de dos universos, el de la cocina tradicional y el de la tecnoemocional. Después, al ver que no le salían, hizo lo que cualquiera de nosotros habría hecho: tratar de envenenar al jurado utilizando a cascoporro los productos químicos propios de esta técnica.
Para acompañar: Un bacalao con alcachofas y patata nueva. Un plato a medio camino entre la cocina tradicional que traía esta santa mujer de su casa y la moderna que –medio a la fuerza– ha aprendido en el programa. Lleva su ingrediente estrella, la alcachofa, y el que nunca cocinaba porque a su marido no le gusta, el bacalao.
Vídeo: minuto 01:06:40.
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