Cronuts: los deseados hijos del cruasán y el donut
Tenía otra entrada preparada para hoy, pero debo interrumpir la programación para tratar un asunto de máxima relevancia informativa. Una "última hora", un "urgente", un bombazo en definitiva. En Nueva York ha nacido una nueva especie repostera que quizá cambie para siempre nuestras pastelerías, y por extensión, nuestras vidas. Se llama cronut, es hijo de un francés -el cruasán- y un estadounidense -el donut-, y arrasa en la Gran Manzana. Colas de yonquis del azúcar se forman cada día en la entrada de Dominique Ansel, la pastelería donde lo han inventado, y los medios ya han empezado a hablar de él como "el nuevo cupcake".
Diréis que no es para tanto. Y yo os recordaré que el susodicho cupcake empezó de manera parecida: como una moda neoyorquina. Desde allí se expandió como un virus por todo el mundo, y hoy infecta la mitad de las pastelerías de Occidente y la totalidad de los blogs malenis del universo con sus colorines y sus cuquitoppings. En España, la fiebre ha alcanzado tal temperatura que el libro de cocina más vendido del momento es de cupcakes, y su autora, la bloguera Alma Obregón, ya tiene un programa de televisión en Divinity. Las pseudomagdalenas decoradas también han sido objeto de polémicos artículos de columnistas resentidos que no han sabido sacar tajada del fenómeno.
Pero centrémonos en el cronut. ¿Qué lleva? ¿Cómo se hace? ¿Qué pensará de él Homer Simpson? Según sus creadores, este Frankeweenie de la repostería consiste en una masa especial de cruasán que primero ha sido fermentada y después frita. "Para darles sabor", cuentan en su web, "los cronuts se rebozan en azúcar, después se rellenan con un ganache de vainilla de Tahití, y se terminan con un glaseado de rosas y pétalos de esta flor cristalizados". Nada que sobrepase el millón de calorías, como veis. Para que el público no se aburra del invento, la pastelería planea para los próximos meses nuevos sabores de sirope de arce, limón, dulce de leche o licor.
Cada capa es una lorza. / DOMINIQUE ANSEL
Cola para conseguir un cronut. / DOMINIQUE ANSEL (TWITTER)
El cronut no es barato, y su precio de cinco dólares (unos cuatro euros) apunta a un público de poder adquisitivo alto. En cuanto a su sabor, la revista New York lo describe "como un donut, pero mucho más impresionante". Thrillist habla de una mezcla de relámpago o pepito, zeppole (un dulce italiano) y donut. Su creador, Dominique Ansel, ha dicho a la televisión Fox News que "la gente lo compara con un buñuelo, pero es realmente ligero, se deshace y sabe como un pastel de creps".
Antes de que salir pitando a por la masa de hojaldre del Lidl que tenéis en el congelador y poneros a replicarlo en casa, atended a una pequeña advertencia: no es tan fácil. Al parecer, la masa de cruasán no se lleva muy bien con la fritura, y las posibilidades de acabar con un mondongo grasiento digno de aparecer en Craftfail son amplias. Dominique Ansel afirma que le llevó cerca de 10 intentos y múltiples ajustes de tiempo y temperatura dar con una fórmula de masa que sobrellevara con dignidad el contacto con el aceite vegetal caliente.
El esfuerzo del repostero se ha visto, en cualquier caso, recompensado con creces. Neoyorquinos ansiosos de probar lo último de lo último hacen cola a las 7 de la mañana esperando a que la pastelería abra. Los 200 ejemplares que ésta produce al día -Ansel se niega a subir la cantidad por ahora para que la calidad no se resienta- se venden en menos de una hora. La escasez del producto ha generado una demanda obsesiva, y los pocos que lo han probado exhiben sus trofeos en las redes sociales como si fueran fans enfervorecidas.
¿Llegarán los cronuts a desplazar a los omnipresentes cupcakes? En principio cuenta con algunas desventajas importantes. Su corta vida en buen estado -unas seis horas según sus autores-, aumenta los costes. Parece un producto delicado, lo que complicará su distribución. Y la imitación casera, crucial en el boom de las magdalenas decoradas estadounidenses en Internet, resulta mucho más compleja que la de estas últimas. Ahora bien, la dificultad de elaboración no ha impedido que otras variedades reposteras triunfen en todo el mundo -pienso en los macarons, por ejemplo. Si los cronuts entusiasman, los pasteleros aprenderán a copiarlos, por mucho que Ansel haya patentado el invento. La industria irá después con versiones más baratas y brutas. Y para cuando nos demos cuenta, ya formaran parte de nuestra dieta hipercalórica.
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