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El chorizo es 'cool'

¿Estamos subestimando el chorizo? / AINHOA GOMÀ
¿Estamos subestimando el chorizo? / AINHOA GOMÀ
Mikel López Iturriaga

En mis recientes viajes por lo largo y ancho de este mundo -es decir, en un puente que pasé en Londres y navegando por Internet- he observado un fenómeno que me tiene perplejo. Es el boom internacional del chorizo español. Mientras aquí este embutido porcino se considera un producto garrulo, y apenas se sirve más que en parrilladas, bocatas o aperitivos, los anglosajones se han vuelto locos con él y lo usan en los platos más insospechados.

He visto chorizo en pollos rellenos, en guisos, en goulashes y, horreur, en ensaladas. Me he quedado picueto ante recetas de lenguado con chorizo, bacalao con mejillones y chorizo o lubina con chorizo, cebolla roja y tomates cherry. Me ha dejado sin respiración un sandwich de gambas con chorizo, y me ha revuelto el estómago un estofado de, arggg, salmón, langostinos y chorizo.

Supongo que el estatus de potencia mundial alcanzado por nuestra alta cocina en la pasada década ha desatado la pasión por este producto (el otro caso más notable es el del pimentón, una especia que sale más que Rajoy en el New York Times). Pero me da que en un nivel más popular, los responsables de la moda son los chefs mediáticos británicos, que aman el chorizo como a sí mismos y carecen de ninguna clase de complejo a la hora de utilizarlo.

La reina del food porn, Nigella Lawson, se cascó hace ya unos cuantos años unas vieiras con chorizo, en su opinión más satisfactorias que con bacon. En su programa de televisión The F Word, Gordon Ramsay enseñó a unos pilotos de las fuerzas aéreas británicas a cocinar con él el bacalao. Jamie Oliver no tuvo ningún problema en ponerle chorizo frito a una ensaladita de tomate en Jamie does Andalucia, y hasta añadió un poco de ajo por si no era suficientemente potente.

A pocos españoles se les ocurriría mezclar nuestro embutido más cañí con pescado, marisco o verduras crudas, salvo en casos de extrema necesidad o en algún arranque de creatividad causado por el alcohol o las drogas a las tantas de la mañana. Cualquiera de esos platos sería considerado una guarrindongada en toda regla, porque aquí no pasamos de las patatas a la riojana, los potajes de legumbres y algún arroz despistado. Sin embargo, los no nativos juegan con el ingrediente con la alegría de un niño, al no llevar en su ADN toda la carga genético-gastronómica que nos dice a los españoles que el chorizo no encaja con casi nada.

Ante su osadía, podemos adoptar nuestra clásica actitud de superioridad: son anglosajones, por lo que tienden al engendro culinario por definición, y además no tienen ni idea de qué va nuestra cocina. ¿Pero y si somos nosotros los equivocados, y no sabemos sacar partido a uno de nuestros productos más identitarios? ¿No estará el peso de la tradición impidiendo que nos abramos a nuevo universo de sensaciones choriceras?

A pesar de ser medio riojano, y por tanto ferviente devoto del chorizo, me cuesta creer que un sabor tan avasallador como el suyo no acabe cargándose los matices de otros ingredientes mucho más delicados, como los pescados frescos. Sin embargo, la cocina está hecha de contrastes, por lo que tampoco me atrevería a asegurar que esos inventos internacionales son un bodrio. Los macarrones con chorizo, salsa de tomate y queso gratinado tampoco debieron sonar demasiado ortodoxos en su momento, y para mí son uno de los grandes hallazgos de la cocina infantil española. Así que quizá haya que hacer de tripas corazón y lanzarse a experimentar con nuestro embutido más bruto.

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Sobre la firma

Mikel López Iturriaga
Director de El Comidista, web gastronómica en la que publica artículos, recetas y vídeos desde 2010. Ha trabajado como periodista en EL PAÍS, Ya.com o ADN y colaborado en programas de radio como 'Hoy por hoy' (Cadena Ser), 'Las tardes de RNE' y 'Gente despierta'. En televisión presentó programas como El Comidista TV (laSexta) o Banana split (La 2).

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