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La triste realidad de los lácteos españoles

Mikel López Iturriaga

Un estudio de la OCU publicado ayer ofrece datos preocupantes sobre la calidad de la leche entera que se consume en España. Tras analizar 47 marcas, la organización de consumidores asegura que algunas no aportan el contenido mínimo de grasa, tienen poco calcio y demasiado fósforo por el posible añadido de estabilizantes, se sobreexponen a tratamientos térmicos agresivos con lo que pierden demasiados nutrientes o directamente son demasiado viejas.

Mientras marcas como Pascual -la mejor valorada-, Hacendado, Consum o Kaiku aprueban con notable, otras como Carrefour Discount, Condis, Puleva, Ram o El Castillo suspenden con tan mala puntuación que la OCU desaconseja su consumo. La palma se la lleva Polesa, que obtiene una puntuación de 10 sobre 100. Me ha sorprendido la inclusión de Llet Nostra entre las peores, puesto que es una leche que consumo con frecuencia y que daba por decente.

Claro que el estudio no sólo valora el sabor, medido por un panel de catadores expertos en leche, sino también el etiquetado, los valores nutricionales, la calidad química de la leche -algunas marcas añaden sueros de quesería, ¡arg!- y su higiene. La Federación Nacional de Industrias Lácteas ha negado validez al informe diciendo que "carece de rigor y fundamento" y que la leche actual "es de mejor calidad que hace 10 años", mientras que el Ministerio de Medio Ambiente Rural y Marino insiste en que "el sector aplica rigurosamente la legislación de la UE".

Desde la ignorancia de ser un simple consumidor, y con mi paladar como único criterio, siempre he pensado que habría que dar un premio a los grandes productores de leche en España. Conseguir la transformación de una bebida sabrosa con cuerpo, de textura placentera y sabor ligeramente dulce en un insípido aguachirri no debe de ser fácil. Hay que currárselo mucho.

Cualquier persona con cierta edad recordará cómo era leche hace décadas (por ejemplo, la Collantes que se vendía en los setenta), y la podrá comparar en su memoria gustativa con la birria actual. Es cierto que hay algunas alternativas para evitar la por lo general horrorosa leche uperizada de tetra-brick. Una es la fresca pasterizada, que siempre está algo mejor. Lo mismo se puede decir de la ecológica, que aunque es más cara al menos te garantiza que la vaca ha probado la hierba alguna vez en su vida.

Iniciativas especialmente loables respecto a este producto son las máquinas expendedoras de leche, que sirven para que los ganaderos puedan vender directamente al público y dejar de recibir las míseras cantidades de dinero que les pagan los intermediarios o las grandes centrales. Que yo sepa, existen en unas cuantas provincias, y en Madrid y Barcelona hay dos webs que te ayudan a localizarlas, Mivaca y Lletfresca. Tras catar la que se vende en Laredo (Cantabria), afirmo que es lo más parecido a la leche de verdad que he probado en el mercado.

Ampliando un poco el foco, veremos que la situación de los otros lácteos de vaca no induce a dar saltos de alegría. Hay productores y marcas pequeñas que los hacen bastante buenos, pero la mayoría no alcanzan una gran distribución o deben vender a precios altos. Un caso excepcional en Cataluña es el de La Fageda, una cooperativa sin ánimo de lucro que ha logrado estar presente en muchos supermercados con unos yogures muy dignos.

Sin embargo, el panorama de las grandes marcas es de lo más triste, y sus yogures, mantequillas y natas son tan mediocres como la leche. Basta con cruzar la frontera por el norte, darse una vuelta por algún hipermercado europeo, comprar unos cuantos lácteos y comparar. No sólo hay más variedad de productos, sino que la calidad está varios enteros por encima. Incluso las mismas marcas que están en España ofrecen un nivel superior.

Para explicar la situación, se suele argüir que este país es "mediterráneo" y que no tiene mucha tradición de lácteos. Lo pongo en duda. Al menos en el norte, España ha producido leche excelente desde tiempo inmemorial. Me temo que más bien se debe a otros factores, entre los que destacaría la preferencia por la leche uperizada del consumidor español, con la consiguiente anulación del gusto en este terreno; la falta de una oferta competitiva de verdad y el hecho de que España tenga que importar el más de una tercera parte de la leche que consume. Y cómo no, también tendrá algo que ver nuestra proverbial falta de exigencia a la hora de comprar cualquier tipo de alimento: si nos conformamos con cualquier leche, atendiendo sólo al criterio del precio aunque tengamos posibles para aspirar a más, beberemos agua blanqueada por los siglos de los siglos.

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Sobre la firma

Mikel López Iturriaga
Director de El Comidista, web gastronómica en la que publica artículos, recetas y vídeos desde 2010. Ha trabajado como periodista en EL PAÍS, Ya.com o ADN y colaborado en programas de radio como 'Hoy por hoy' (Cadena Ser), 'Las tardes de RNE' y 'Gente despierta'. En televisión presentó programas como El Comidista TV (laSexta) o Banana split (La 2).

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