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El diésel de origen vegetal rebusca en la basura

Los biocombustibles de primera generación, que se nutren de aceites vegetales utilizados, están dejando paso a la segunda, a base de residuos avanzados

EXTRA RENOVABLES 29/10/23

A finales de 2023, Repsol pondrá en marcha en Cartagena la primera planta de España de producción de biocombustibles fabricados exclusivamente a partir de residuos. En abril, Cepsa anunció la construcción de la mayor instalación de biocombustibles de 2ª generación (2G) del sur de Europa, junto a Bio-Oils (compañía de biocombustibles de Apical), en el Parque Energético La Rábida (Huelva). Son dos maneras de nombrar la misma cosa: carburantes a base no de aceites vegetales utilizados para la alimentación humana y animal (esos son los de 1ª generación), sino de desechos; principalmente biodiésel y diésel renovable (además de SAF, combustible sostenible para la aviación). El sector se ha puesto a escarbar en el cubo de la basura en busca de grasas y aceites vegetales y animales. Tanto que uno de los principales desafíos de la industria es conseguir los antaño desperdicios, hoy una valiosa materia prima por obra y gracia de la economía circular.

Si en España no hay suficientes sobras, se importan. Cepsa y Repsol aseguran estar desarrollando sus propias cadenas de suministro nacionales, mediante acuerdos con asociaciones y cooperativas agroalimentarias. Pero, mientras tanto, y según las últimas estadísticas que publicó la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), entre enero y octubre de 2020, el 18,20% de la materia prima procesada en España para hacer biodiésel vino de China (en 2019 ese porcentaje había sido del 5,98%), y el 17,6%, de Indonesia; solo el 10,72% se recogió de puertas para dentro. Es la constatación de que los países asiáticos, con China como ariete, han entrado en el mercado europeo del biodiésel 2G con sus aceites de cocina usados.

“La Unión Europea está promoviendo el uso de determinados residuos de más difícil recuperación”, incide Enrique González, presidente de la Asociación Nacional de Productores de Biodiésel a partir de Residuos, Ewaba España. De ese cubo de la basura que quedó abierto al principio del reportaje salen despojos útiles cada vez más avanzados: desde restos alimentarios con grasas animales y vegetales hasta la grasa de las plumas de las aves. Una tecnología más sofisticada lo permite, y el mercado, en plena ebullición de ideas y pruebas con distintos materiales, demanda no poner todos los huevos en la misma cesta. “Los huesos de aceituna o los desechos agrarios o forestales pueden mover nuestros vehículos”, recuerdan desde AOP (Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos). Repsol Technology Lab (en Móstoles, Madrid) lleva analizados más de 40 tipos de residuos en los últimos años, como señala Berta Cabello, directora de Combustibles Renovables de la energética.

“Con el Instituto Tecnológico de Canarias estudiamos el desarrollo de biocombustibles a partir de microalgas”, apunta Javier Antúnez, director de Biocombustibles de Cepsa. Al basarse en un cultivo que no compite con la alimentación humana ni animal sería ya 3ª generación, o 3G, que aún se encuentra en fase de pruebas y pilotos. Sin necesidad de pasar todavía de pantalla, Cepsa cuenta con tener una capacidad de 2,5 millones de toneladas de biocombustibles 2G al año para 2030 (actualmente, el 2G representa el 20% del total, según dato de Antúnez); un pellizco importante será SAF. Repsol prevé alcanzar los dos millones de toneladas anuales para esa misma fecha. Por ahora, la producción de biocarburantes (contando biodiésel y HVO o aceite vegetal hidrotratado) de las energéticas integradas en AOP llegó a los 1,36 millones de toneladas en 2021, y bajó a 1,26 millones en 2022.

Este biocombustible reivindica su papel en la transición energética, en parcelas difíciles de poner en marcha con baterías. Como el transporte por carretera, el aéreo y el marítimo, al que, como dice González, le queda una larga travesía hasta alcanzar la reducción de emisiones impuesta por la Unión Europea para 2025. Navantia y Royal Caribbean ya han probado los combustibles renovables 2G de Repsol. A finales de 2022, Cepsa testó por primera vez en España un barco con biocombustibles 2G, que en agosto de 2023 propulsaron 84 viajes por el estrecho de Gibraltar de ferris de Naviera Armas Trasmediterránea. La energética informa de que ya puede suministrar mezclas de biodiésel (y de diésel renovable) en el estrecho de Gibraltar y en el puerto de Barcelona, por gabarras, y, por cisterna, en cualquiera de los más de 60 puertos en los que opera.

Denuncia de desventajas

La carrera se ha acelerado, y los productores de biodiésel denuncian su situación de desventaja frente a los grandes operadores petrolíferos. A principios de año, Ewaba España lanzó un comunicado en el que planteaba un ERTE en toda la industria, ante la “situación dramática” provocada por la falta de reglamento que regule la entrada en vigor en España, desde el 1 de enero de 2023, de la directiva europea de sostenibilidad ambiental FQD (Fuel Quality Directive), que obliga a reducir en un 6% las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) durante el ciclo de vida de los combustibles; consecuentemente, tampoco se han establecido cuáles son las mezclas de biocombustibles permitidas. Esta falta de regulación supone, a su juicio, un “limbo legal” que favorece a las refinerías, “con capacidad de coprocesado y libertad para mezclar su producto sin restricciones”.

Distorsiones del mercado

“Cuando vas a la gasolinera, ¿te has fijado en el cuadrado con un ‘B7′ en la manguera? Significa que la obligación de los operadores de hidrocarburos es de una mezcla de biodiésel del 7%”, explica González. Seguramente suba a un 10%, añade, pero, aunque así sea, insiste en que los productores de biodiésel seguirán estando en inferioridad de condiciones respecto a las petroleras, que están “reduciendo la competencia y acaparando el mercado”. Entre enero y agosto de 2023, la producción de los asociados a Ewaba España —cinco compañías, seis plantas— era un 45% menor que en el mismo periodo de 2022, “cuando tendría que ir a más”, precisa. “No vendemos ni un litro en España; nos tenemos que ir a Francia, Alemania o Italia, a otros mercados en los que no existe esta distorsión, y que sí pagan nuestro producto”. Reclama una fiscalidad adecuada y neutralidad tecnológica, es decir, una regulación “equidistante” que no favorezca el uso de unas tecnologías sobre otras.

Es precisamente la llamada a recibir el mismo trato que otras opciones energéticas la que une al sector del biodiésel, pese a sus evidentes diferencias y tensiones internas. Cuando dice “otras opciones energéticas” se refiere, por dejarlo claro, a la electrificación. “Se confunde a menudo descarbonizar con electrificar, y parece que solo se plantea como válida una opción tecnológica para que reduzcamos nuestras emisiones”, afea la Plataforma para la Promoción de los Ecocombustibles. Por ejemplo, no hay una línea concreta en ningún ­PERTE (acrónimo de Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) dedicada a la producción de ecocombustibles, hace notar la AOP. “Solo indirecta, a través de la producción de hidrógeno renovable, que se utiliza para fabricar e-fuels”, acota.

“Creemos que es positivo que las administraciones garanticen las condiciones necesarias para que haya una competencia sana entre las opciones disponibles, y que los consumidores podamos elegir la opción que mejor se adapta a nuestras necesidades”, apostilla la Plataforma para la Promoción de los Ecocombustibles. Antúnez aboga por que estos sean incluidos como destinatarios de los Next Generation, puesto que “están en línea con los objetivos de la UE en materia de transición energética”, y porque, “por la inmediatez y efectividad de la solución que aportan, estamos convencidos de que dichas ayudas serían altamente eficientes”.

Bioetanol en España: la tormenta perfecta

José Ramón Freire, director general de la Asociación Española del Bioetanol, Bio-E, habla con envidia de la situación en Francia, donde un tercio de los surtidores ofrece E85, es decir, gasolina con un 85% de bioetanol en mezcla. El incentivo fiscal que el Gobierno galo aplica a este alcohol inflamable de origen vegetal ha hecho que su demanda suba un 80% en cinco años. Mientras que en España se ha producido una tormenta perfecta, según lo plantea: una alta fiscalidad, “superior a la de la gasolina”, unida a la estrategia de los grandes operadores petrolíferos de apostar por el biodiésel y de “convencer al Gobierno de que lo mejor era no fijar un objetivo de bioetanol y otro de biodiésel, sino uno general de biocarburantes”, que mezclan en sus refinerías. Aquello desarbola a las biorrefinerías —instalaciones que producen combustibles y químicos a partir de biomasa—. Abengoa, que había apostado fuerte por el bioetanol, se derrumba.
Hasta que hace ocho o nueve años, Francia y otros países europeos “comienzan a tirar del carro” de este biocombustible, y el sector español se pone a producir “más que nunca” (más de 500 millones de litros en 2021, su año récord), pero para vender fuera. Francia es uno de sus principales mercados, pero hay otros 15 países europeos con una alta penetración de E10 (gasolinas mezcladas al 10% con bioetanol), entre ellos, Bélgica, Dinamarca, Alemania y Países Bajos; en España, la mezcla máxima asciende al 5%, según apunta Freire. No se venden vehículos bio, no interesa producir ni distribuir combustibles altos en bioetanol, ni hay inversión ni innovación suficientes, y vuelta a empezar, según la asociación. La innovación es clave para que el bioetanol escarbe, también, en el cubo de la basura y aborde su segunda generación, fabricando a partir de subproductos de la industria agroalimentaria (hollejo de la uva o cáscaras de naranja).
Vertex Bioenergy, antiguo negocio de bioetanol de Abengoa y productor líder en España y Francia, forma parte de Bio-E junto con empresas y cooperativas agrícolas. Porque una de las líneas argumentales es que su producción supone una reindustrialización del campo español, con la consiguiente creación de empleo y freno al despoblamiento. Las biorrefinerías, dice Freire, convierten cultivos de secano como la cebada, el trigo y el maíz, o la remolacha en el norte peninsular, en “productos de mayor valor”. Opina que su extensión implicaría volver a poner a trabajar tierras abandonadas del centro peninsular y de la cornisa cantábrica. “Su productividad aumentaría en un 400% compatibilizando el uso alimentario con el energético”, defiende. Su propuesta es que, puesto que técnicamente se puede disociar la proteína y la celulosa de un cereal u hortaliza, la primera vaya a la mesa y la segunda se convierta en bioalcohol.

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