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Empleo garantizado para los agrónomos

A pesar de que aborda aspectos clave como el cambio climático o la soberanía alimentaria, la demanda de estos estudios es baja

EXTRA ELIGE TU CARRERA 18/06/23
Luis Alvarez (Digital Vision / GETTY IMAGES)

Se atribuye a Confucio la frase que dice que si eliges un trabajo que te guste no tendrás que trabajar ni un día de tu vida. El problema es que no siempre es fácil saber cuál es ese trabajo. Según un estudio de 2019 de la consultoría Círculo Formación, en España, el 78% de los alumnos de Bachillerato no tiene claro qué quiere estudiar después. La cosa se complica porque hoy, además de apetecible, el trabajo deseado debe tener cierta oferta si no queremos que esa búsqueda del ideal de Confucio termine convirtiéndose en pesadilla.

En España hay una formación que baila sobre esos terrenos pantanosos que son el gusto por la profesión y la posibilidad de lograr un empleo: la formación agraria, que siendo una gran desconocida —pese a su importancia— cuenta con una empleabilidad del 100%. Joaquim Aguilella Ribera, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Levante (COIAL), señala que en el caso de la Ingeniería Agronómica hay pleno empleo porque todos los sectores a los que presta sus servicios profesionales están en plena pujanza, bien sea porque se han destapado como necesarios o porque han surgido nuevas necesidades. Esta formación “atiende grandes preocupaciones actuales como el cambio climático, la soberanía alimentaria y energética, la prevención de la contaminación, la alimentación saludable, la distribución y comercialización de alimentos, la gestión del agua, los residuos o la restauración de ecosistemas, además de todas las cuestiones vinculadas con la producción primaria (agricultura y ganadería), de ahí la altísima tasa de empleo”, explica.

Pese a lo anterior, la demanda de estos estudios es anormalmente baja, y la sitúa muy por debajo de las necesidades del mercado. Según el último informe del curso escolar elaborado por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, de los 984.353 alumnos matriculados en el curso 2020-2021, solo 20.940 eligieron un ciclo de la familia agraria, lo que supone poco más de un 2%. “El porcentaje de demanda es mínimo para la industria más grande de nuestro país”, lamenta el decano del COIAL.

Universo desconocido

“No es una titulación de moda entre la población en edad de elegir nuevos estudios universitarios. Probablemente sea debido a que la percepción de lo que es la agronomía y la realidad difieren mucho. Poca gente es consciente de que existe más tecnología en un tomate que en un smartphone”, dice Noelia Ibañez, jefa de estudios de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural de la Universidad Politécnica de Valencia.

En general, socialmente se desconoce en qué consiste la actividad agraria. También el trabajo de un ingeniero agrónomo. “Esta es la ingeniería de los sistemas biológicos, en un sentido muy amplio. Estamos en lo que llamamos la ‘trastienda de la civilización’, ‘la magia de lo cotidiano’. Todos vemos y tenemos comida suficiente, de calidad, a un precio que podemos pagar y a la vuelta de la esquina, pero no nos preguntamos de dónde viene. O peor, pensamos que la acaba de recoger un señor con sombrero de paja, camisa a cuadros y mono tejano. En España todo lo que suena a agrario está tremendamente minusvalorado, básicamente por un profundo desconocimiento”, explica Joaquim Aguilella. Según el decano, se sigue considerando lo rural y lo agrario como un atraso, “aplicándole siempre una mirada condescendiente y llenándola de estereotipos muy alejados de la realidad”.

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GETTY IMAGES

Comparte esta idea Jesús Ochoa Rego, subdirector de coordinación y promoción del departamento de Ingeniería agronómica de la Universidad de Cartagena, para quien es importante destacar algo que muchos estudiantes no saben: tras una formación agraria no es siquiera necesario vivir en el entorno rural. “Nuestros egresados trabajan en industrias y empresas cuyas sedes están ubicadas en el ámbito urbano. Dirigimos empresas y departamentos de empresas, gestionamos recursos, organizamos procesos industriales, diseñamos casi de todo (tecnología, procesos, productos...), proyectamos, evaluamos, asesoramos, desarrollamos tecnología, etcétera. También, tenemos un papel relevante en las administraciones públicas”, ilustra.

En el caso de los ciclos formativos, con habilidades aprendidas desde la práctica, sí cree Pablo Ramírez, profesor del ciclo de formación profesional de Producción Agraria Ecológica en la EFA El Soto, que hay en general un mayor contacto con el ámbito rural, lo que también les permite emplearse de forma sencilla; pero recuerda que tampoco es necesario vivir en lo rural de cara a un desarrollo profesional, ya que son infinitas las posibles salidas laborales. Ramírez es muy optimista: si bien comparte que el agrario es un sector aún desconocido, sí considera que en los últimos años el propio contexto ha servido para situarlo en los discursos sociales como no se había hecho desde hace tiempo. “En los últimos años creo que se está poniendo en valor y se le está dando el reconocimiento que merece. La coyuntura actual, en la que salimos de una pandemia y llega la sequía, aumentan los precios y se produce una guerra, hace que la agricultura y el tejido primario tome cada vez más importancia en el discurso social y en los medios de comunicación”.

Constanza Rubio es la directora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural de la Universidad Politécnica de Valencia, una de las universidades más importantes de España en el campo de la ingeniería y la tecnología. “En nuestra comunidad, en el sector agroalimentario existe una gran demanda laboral, y nuestros y nuestras estudiantes tienen una alta empleabilidad. Por ejemplo, en los estudios de ingeniero agrónomo es bastante habitual que la gente encuentre trabajo antes de finalizar los estudios”.

Presencia femenina

Esta es una de las ingenierías con un mayor porcentaje de mujeres. Actualmente, en la UPV, un 35% de los estudiantes de Grado en Ingeniería Agroalimentaria son mujeres. Y es que cada vez son más las que se interesan por la formación agraria, sobre todo en el caso de estudios superiores: cuanto mayor es el nivel formativo, mayor es la presencia femenina. Así lo señala Aguilella Ribera, quien destaca además el aumento que han visto en los últimos años de mujeres colegiadas nacidas en los años 70 y 80. Y Jesús Ochoa cree importante visibilizar cómo cada vez más las ingenieras agrónomas egresadas ocupan puestos de responsabilidad en grandes empresas.

Sin embargo, llama la atención que la formación profesional de la familia agraria aún esté muy masculinizada. Según datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional, solo alrededor del 20% del alumnado de estos ciclos formativos son mujeres. Pablo Ramírez, como profesor del ciclo de formación profesional de Producción Agraria Ecológica, destaca que el nexo en común del alumnado es su pasión por el campo, el medio ambiente o la naturaleza, y que su alumnado es de lo más heterogéneo: “Ahora tenemos alumnos que llegan desde diferentes lugares: alumnos que no han continuado con el Bachillerato, alumnos que sí lo han hecho y otros con estudios universitarios que ven en la Formación Profesional una manera de reciclarse y optar a más ofertas de empleo”. También ha observado un aumento del interés entre las mujeres. “Actualmente, la proporción de hombres en las aulas de esta rama es mayor, pero esto es algo que ha ido cambiando desde que comencé como docente”, añade Ramírez.

Para Aguilella, la FP es fundamental, ya que que de nada sirve tener a los mejores ingenieros desarrollando e implantando tecnologías si no hay especialistas que las exploten. “Se han estado abriendo escuelas de ingeniería en cada provincia, cuando lo más adecuado para nuestro sistema productivo era el abrir y prestigiar estas titulaciones técnicas”, dice.

Escasa apuesta institucional

A la baja demanda de estos estudios se une que la apuesta institucional por sostener “la industria más importante del país” no es suficientemente ambiciosa. Así lo considera Joaquim Aguilella. “Lo agrario es el blanco fácil para todo. Los riegos están demonizados, la producción cárnica atacada constantemente, la protección de cultivos siempre en el punto de mira; y mientras, la renta de nuestros agricultores cada vez más comprometida, con menos recursos, con más obligaciones. Y ya que hablamos de empleos, con menos personal cualificado para realizar los trabajos”, lamenta.
El sector agrario está muy tecnificado, por lo que es necesario personal formado y preparado, pero también inversión para llevarlo a cabo, por lo que los fondos han puesto el foco en él. “Estamos viviendo un proceso de concentración sin precedentes. Son explotaciones en las que hay trabajando más ingenieros que operarios. Van a necesitar técnicos con unas competencias y capacidades diferentes a las que tienen en estos momentos. Hablamos de explotaciones que se controlan mediante drones e imágenes satélite, disponen de riegos inteligentes y máquinas autónomas. Se controla el estado de maduración de la fruta mediante ultrasonidos, pastorean con GPS o aplican bioestimulantes para potenciar atributos positivos a la producción. Toda esta tecnología es nuestra, pero nadie habla de ella ni se enorgullece, y así no se puede conseguir atraer a nuevas personas”, concluye.

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