Las renovables caldean la Bolsa
Los bandazos de las empresas verdes en el mercado bursátil elevan la cautela de los inversores y socava la financiación para la transición energética
El tango es un baile de amor y desamor. Los bailarines se juntan y se separan. Se odian y se quieren, se abrazan y se repelen. Es la polaroid que mejor imagina las energías renovables. No es el camino verde por donde asciende la savia, que muchos creen; es un árbol de corteza dura y lleno de desencuentros. Lo nombrado mil veces. El Pacto Verde de la Unión Europea quiere alcanzar la neutralidad climática en 2050. Lo menos escrito. “La energía solar ha sido asolada por China, al igual que ciertos minerales estratégicos [litio, cobalto, cobre y níquel]”, apunta Gonzalo Escribano, investigador principal y director del programa de Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano. El paso conocido: la electrificación es una urgencia de Europa. La distancia. La consultora McKinsey estima que en 2030 el Viejo Continente necesitará 15 millones de cargadores y unos 14.200 millones de euros para responder a la demanda de estos aparatos en los coches.
Ser renovable es, lo hemos visto, bailar un complejo tango. Suena la música y rompe hermosa, pero los pies huellan un suelo inestable. “Tras conocer estos números imaginemos la inversión que sería necesaria para cambiar tanto nuestro transporte personal como los demás aspectos de la economía real. La estimación de la Unión alcanza los 260.000 millones de euros anuales en la próxima década. En 2030, estaríamos hablando de 2,6 billones”, calcula la firma Schroders. Las renovables son un tango bello… y muy caro. De hecho, el nuevo plan climático de la UE —está previsto que se empiece a aplicar en 2022— propone siete billones de euros en nuevas inversiones verdes hasta 2050. “El paquete de recuperación de Próxima Generación de 750.000 millones equivale al 5,4% del PIB de los Veintisiete durante 2019. La Comisión Europea tratará de recaudar el 30% de los fondos mediante un bono verde de acción climática”, describe Stephen Freedman, especialista en inversión temática de Pictet AM.
La esperanza y la estrategia llegan de movimientos antiguos. El año pasado fue un tiempo de concienciación contra la emergencia del clima. Los gobiernos, las empresas, los mercados financieros y la sociedad entendieron que el infinitivo que marcaba la narrativa de la aldea azul era “sobrevivir”. Junto al problema llegaron muchos con la misma solución y la cotización de las renovables se disparó a máximos. Después acudieron las correcciones; la realidad. Las firmas españolas Capital Energy y Grupo Gransolar no debutarán en Bolsa. El sol no sale siempre para todos. Y la empresa eólica, solar e hidroeléctrica Ecoener caía un 15,2% el primer día (el 4 de mayo pasado) de su estreno en el parqué. Después se recuperó. “Esto no quiere decir que haya una burbuja en las renovables”, afina Luis Padrón de la Cruz, analista de la agencia de Bolsa Renta 4. “Porque la necesidad del cambio de modelo energético en el mundo resulta tangible. Aunque los mercados han descontado muy rápido el futuro”.
Estos espacios verdes son complejos. Necesitan financiación, mucho terreno, permisos medioambientales, la posibilidad de conectarse a la red eléctrica. Una coordinación precisa. En este movimiento, Europa (sobre todo España, Alemania y Francia) ha apostado con mucha fe por financiar proyectos de I+D de hidrógeno, que, por ahora, es una energía deficitaria. Pero brilla en los sectores en los que resulta difícil reducir las emisiones. E igual que la masa es la fuerza por la aceleración, existen normas irrebatibles. “Ningún país del mundo ha sido capaz de generar más bienestar sin mayor consumo eléctrico”, recuerda Ricardo Pedraz, experto de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Descarbonizar el mix eléctrico español parece factible. Sin embargo, solo supone un tercio del total. ¿Y el resto? Petróleo, gas, ciclos combinados.
Una solución nada barata
Volvamos. Harán falta, prevé Schroders, unos 120 billones de dólares (98,6 billones de euros) en inversiones en energías renovables hasta 2050 si queremos cumplir los objetivos de la lucha contra el calentamiento global. Harán falta transformaciones. Por ahora, el presidente estadounidense, Biden, decepcionaba al mundo cuando se desmarcó del impuesto al carbono. Desde luego, la transición será lenta y difícil. “Pensemos en la presión necesaria sobre los márgenes [por ejemplo, en Estados Unidos y Europa] para expulsar del mercado a las centrales eléctricas de combustibles fósiles, un proceso con muchas fricciones económicas y sociales que, a menudo, se ven amortiguadas y ralentizadas por la acción política”, reflexiona Norbert Rücker, director de Economía e Investigación de Próxima Generación del banco suizo Julius Baer. Aunque emplea una semántica de economista, se le entiende bien. El 80% de la energía continúa llegando de los combustibles fósiles.
Desde luego, las energías renovables traen aires nuevos. “La energía eólica marina vivirá un fuerte crecimiento en los próximos años, porque el sector puede ser competitivo en costes frente a la energía solar y la eólica terrestre sin recurrir a subvenciones”, vaticina Christian Rom, cogestor del fondo de energías renovables del banco DNB. Al fondo, la fragmentación aumenta. Cada vez existen más empresas que quieren construir y poseer activos renovables. El banco de inversión Goldman Sachs calcula que solo este año las tecnologías limpias despejarán una posibilidad de inversión de 13.200 millones de euros.
Otros aires se filtran a través de las economías emergentes. Cada nación es un mundo estanco y la geopolítica parece un Monopoly energético. “La Unión Europea debe liderar una diplomacia blanda de las energías verdes, de la transición energética, para situarse por delante de China y Estados Unidos”, avanza Escribano. Es una oportunidad histórica de recuperar parte de la primacía geopolítica perdida tras la II Guerra Mundial. El gigante asiático (responsable del 30% de la polución atmosférica del planeta) se ha comprometido a alcanzar las emisiones netas cero en 2060. Una década más tarde que Europa. Y Biden, en su American Jobs Plan, invertirá 141.000 millones de euros solo en vehículos eléctricos. La carrera ha comenzado. Todo es a la vez súbito y lento; como un tango.
La búsqueda de Dulcinea
La descarbonización mueve la energía eólica y las aspas de los molinos de viento contemporáneos (aerogeneradores) giran en su perpetua búsqueda de Dulcinea. Los analistas de Bank of America prevén que la necesidad de multiplicar la capacidad de producción de esta energía —para aportarla al nuevo mix— será 2,5 veces superior durante los próximos 10 años comparada con 2018-2019. Todo rota a su favor. “El coste de producir eólica ha caído el 45% en los ocho años pasados, y la solar, un 80%. Además, el precio del almacenamiento de la energía a través de baterías de litio descendió el 88% la última década”, relata Xavier Chollet, gestor del fondo Pictet-Clean Energy. Sobre el horizonte, el Acuerdo de París, el Pacto Verde, las políticas de Biden e incluso el mayor compromiso medioambiental chino mueven el cambio. Solo fallan los imponderables. La intermitencia del sol y el viento.
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