Buscarse la vida en la moda portuguesa, el escaparate para los riojanos David Catalán y Víctor Huarte
Tras meses de incertidumbre económica, Portugal Fashion, plataforma que reúne a los primeros espadas del diseño y la industria textil lusos, consigue celebrar su 52ª edición mientras estudia una alternativa menos dependiente de las ayudas públicas
Quedan apenas 24 horas para que la presentación de su colección otoño/invierno 2023-2024 clausure la 52ª edición de Portugal Fashion, el escaparate bianual de Oporto donde la moda lusa exhibe sus galones como potencia textil, y David Catalán no las tiene todas consigo. “Aquí se cena pronto, así que veremos si la gente vuelve para verme a mí”, bromea, aunque no proceda en vista de las circunstancias: le ha tocado desfilar a las diez de la noche de un sábado y, encima, ocupando el lugar de las superestrellas Alves/Gonçalves, que esta temporada han dejado sin show a su multitudinaria parroquia en beneficio del negocio (están desarrollando una línea completa para una cadena de hoteles). “Claro que yo soy ya un nombre portugués”, tercia Catalán. Menudo as en la manga el de este diseñador riojano.
Oriundo de Alfaro, Catalán ha hecho de su firma homónima una próspera realidad empresarial al otro lado de la frontera oeste. Llegó hace una década para redondear su formación en la prestigiosa Escola Superior de Artes e Design (ESAD) de Matosinhos, y hoy, a sus 33 años, puede alardear de respaldo industrial, institucional y comercial. “Las facilidades que encuentras en Portugal para producir no las hay en ningún otro sitio. Incluso yo mismo produzco ahora para terceros. Siempre tengo la casa llena de amigos españoles que vienen a buscar factorías o tejidos. Los pedidos mínimos de las fábricas aún no son un disparate como en España”, explica a EL PAÍS. Las primeras noticias que tuvimos de él como diseñador se remontan a 2014, cuando se alzó con el premio al talento emergente de Ego, la jornada de nuevos creadores de la Mercedes Benz Fashion Week Madrid. Pero fue el programa-incubadora lusitano, Bloom, al amparo de Portugal Fashion, el que le dio sentido como etiqueta: “Ya estaba estudiando aquí cuando gané Ego, donde seguí desfilando tres años más, pero no le veía sentido a quedarme en Madrid sin tener una marca comercial”.
Su decisión de establecerse en Oporto por motivos personales/sentimentales resultaría providencial para la consolidación de la marca David Catalán. Empleado en distintas compañías textiles, tuvo la oportunidad de conocer los dimes y diretes del negocio del vestir de primera mano y sabe desde el principio los riesgos de incumplir los estrictos plazos de entrega de los pedidos. “El problema es que si produces en una fábrica que trabaja para Off-White, Prada o Loewe, lo habitual aquí, es muy fácil que te dejen tirado, porque un encargo de un millón de euros siempre tendrá prioridad frente a otro de 200. Tener que recurrir a una fábrica alternativa y hacer un desembolso extra pasa más de lo deseado. El dinero lo mueve todo”, cuenta el diseñador. Él asegura que siempre se ha buscado la vida por sí mismo y que está acostumbrado a sacarse las castañas del fuego: “Lo que ganaba con los concursos lo invertía en la firma. Empecé haciendo mujer, pero lo dejé porque no se vendía, así de simple. También es verdad que el de hombre es un mercado menos hipócrita, y que me divierte más”.
La del otoño/invierno que viene será una temporada ácida e irreverente para la masculinidad no necesariamente fluida que propone Catalán, el apellido como logo en camisetas, sudaderas y chaquetas. Su habitual juego de volúmenes encuentra para la ocasión un generoso aliado en el pantalón cargo con mayor amplitud de pierna y bolsillos más exagerados, puntal de una silueta sobretallada que, milagro, no se rinde al tópico oversize dominante en las últimas pasarelas y que junto a los cortavientos, los gorros de pescador (con orejeras) y las balaclavas ponen en contexto la colección: un recuerdo a los días de rave y faena tras la barra en clubes de música electrónica de su autor (que este verano, por cierto, uniformará al personal del complejo disco-hotelero ibicenco Ushuaïa). De ahí también las piezas inspiradas en la ropa de trabajo (tejido vaquero o nailon) y los tonos flúor hasta en las prendas de punto. La multimarca alemana Zalando y la estadounidense Urban Outfitters, gigantes de la venta electrónica con querencia por el estilo urbano, pueden estar contentas. “Son nuestros principales clientes, junto con Corea del Sur”, informa el riojano, descubierto para el mundo tras desfilar en Milán bajo el paraguas de Portugal Fashion.
La tarea de internacionalización en la que está empeñada la plataforma portuguesa, vital para expandir horizontes y convencer de que la moda lusa también es creatividad, además de confección, continúa en el aire desde la convocatoria del pasado mes de octubre, a la espera de que el Gobierno dé luz verde a la inclusión de Portugal Fashion en la Agenda 2030 y así poder volver a beneficiarse de los fondos europeos pertinentes. Por eso en la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE), organizadora de la pasarela de Oporto, se trabaja ya para depender menos de la subvención pública. En esta 52ª edición “de compromiso” ni siquiera han contado con la ayuda de la Cámara Municipal de la ciudad. “Posponerla nunca ha sido una posibilidad, porque significaría defraudar a las marcas y diseñadores cuyo éxito depende, en gran medida, de nuestro apoyo. Creemos firmemente en la validez, relevancia, interés y necesidad del proyecto y no podemos bajar la guardia”, expone Mónica Neto, directora de Portugal Fashion, que admite las enormes dificultades financieras con las que ha tenido que lidiar una convocatoria orquestada finalmente en dos semanas gracias a la iniciativa privada, tras meses de incertidumbre. “Ahora debemos buscar una nueva dirección estratégica para reforzar nuestro papel en la industria como catalizadores de innovación y talento creativo. Es preciso debatir, estudiar, reflexionar y encontrar una alternativa al modelo actual de pasarela”.
Localizados en un viejo aparcamiento subterráneo, metáfora perfecta de la coyuntura, los 33 desfiles celebrados entre el miércoles y el sábado de la semana pasada fueron una demostración de fuerza ante la adversidad. También la confirmación de que los creadores lusitanos controlan y manejan como pocos la realidad de su mercado, con unas propuestas comerciales justas en concesiones a las tendencias y muy calculadas en términos de riesgo. El streetwear goticista de Alexandra Moura (el interesante efecto mojado de los tejidos llamando al drama), el sport hiperfemenino de Maria Gambina, la sastrería anabolizada de Miguel Vieira (avalada, como de costumbre, por su lujosa marroquinería), los impecables vestidos de invitada de Diogo Miranda (plisados y drapeados como novedad y con novia al final, por si quedaban dudas sobre sus intenciones) o los muy gráficos ejercicios de punto de Susana Bettencourt nunca han tenido menos pérdida. Tampoco la colección de Marques’Almeida, vuelta de tuerca a su extravagante narrativa plagada de autorreferencias y guiños Y2K. Hasta Ernest W. Baker, la otra pica en Flandes de la contemporaneidad indumentaria lusa, jugó sobre seguro apelando directamente a la mujer en su proverbial dandismo.
De nuevo, el escaparate portugués no se ha olvidado de exhibir el músculo zapatero de su industria, liderada por Luis Onofre, o de poner el foco en la excelencia de su artesanía, esta vez recordando el hilado de seda tradicional de Freixo de Espada à Cinta, la única localidad de la península Ibérica en la que todavía se hace de forma manual. Además, ha vuelto a servir de trampolín europeo para los diseñadores africanos y afrocaribeños financiados por el programa Canex, como el sudafricano Ntando XV, el malgache Eric Raisina o la marca trinitense The Cloth. Y, barriendo de nuevo para territorio español, ha asistido al ascenso a la primera división de la pasarela de Huarte, la firma de Víctor Huarte, otro riojano que ha encontrado su lugar profesional en Oporto. “No es solo que tengas más fácil acceso a materias primas, proveedores y talleres de confección, también te abren las puertas, te ayudan y patrocinan. En España me habría costado bastante más esfuerzo y dinero llegar a donde estoy, seguro. Todo ha sido muy rápido y la progresión de la marca, muy buena”, dice a este periódico el creador, de 32 años, que comenzó en 2019 cosiendo mascarillas durante el confinamiento por la pandemia de la covid. Participante del programa Bloom hasta la fecha, hace un par de años ganó uno de los concursos para talentos emergentes que convoca Portugal Fashion, lo que lo llevó a crear una colección cápsula para Salsa, el gigante vaquero luso. Hoy es jefe de diseño de su departamento de tricot masculino y camisería.
“Mi compromiso actual es con la empresa, tengo una responsabilidad con ella en la que me va mi profesionalidad. Por eso mi marca está en segundo plano, de momento”, continúa Huarte, que además de estudiar diseño (en Portugal, como Erasmus en la ESAD) tiene un doble grado en marketing, gestión comercial y administración de empresas. “Si no existe un retorno económico, no vas a durar en esto. Me faltan dedos para contar la cantidad de compañeros que han desistido después de dos años”, dice. Su presencia en Portugal Fashion lo ha posicionado ya en Tranoi, la principal feria de prêt-à-porter de París, rendida a su propuesta mixta de alcance eminentemente juvenil, el denim como protagonista recurrente. Oxidado y cortado en minifaldas y shorts, también masculinos, se impone en su colección otoño/invierno 2023-2024, en contraste con prendas de punto que se detienen antes del ombligo y a medio muslo. La sensualidad preppy era esto. “Creo que soy un afortunado. Portugal Fashion te da una visibilidad que, de otra forma, cuesta conseguir”, remata. “Pero también es verdad que lo que tengo es porque me moví, porque llamé y mandé correos. Nadie regala nada”.
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