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Más allá de la corbata: ¿deberían los hombres prescindir del traje para ahorrar en energía?

El presidente del Gobierno ha pedido a sus ministros y al sector privado que eviten el uso de este complemento para gastar menos en aire acondicionado, una medida que ha generado polémica y que, según una voz experta, resulta insuficiente

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la presentación del Informe de rendición de cuentas del Gobierno de España el 29 de julio de 2022.Foto: JAIME VILLANUEVA | Vídeo: EPV

Pedro Sánchez sorprendió el pasado 29 de julio durante su tradicional balance del curso político al proponer una curiosa medida para el ahorro energético: quitarse la corbata. El presidente del Gobierno explicó que prescindir de esta prenda podría ayudar a disminuir el uso del aire acondicionado: “Y antes de terminar, sí me gustaría que vieran que no llevo corbata; eso significa que podemos todos también ahorrar desde el punto de vista energético y he pedido a los ministros, a todos los responsables públicos y al sector privado, si aún no lo ha hecho, que, cuando no sea necesario, que no utilicen la corbata, porque así también estaremos haciendo frente al ahorro energético que tan necesario es en nuestro país”.

Las críticas no han tardado en llegar: desde el Partido Popular no solo han rechazado la medida, sino que han criticado la incongruencia del presidente al desplazarse en helicóptero a la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) para tomar el avión con el que iba a empezar una gira por los Balcanes: “El trayecto se ha iniciado a las 14.02 (50 minutos después de terminar su intervención pública) y le ha ahorrado al presidente del Gobierno apenas 10 minutos respecto a ese mismo traslado realizado por carretera. Por tanto, tenía tiempo de sobra para desplazarse en coche gastando unos cinco litros de gasóleo y no los alrededores de 180 kilos de queroseno quemados en el Súper puma del Ejército del Aire”, decía el texto divulgado por fuentes del PP. Santiago Abascal, líder de VOX, tuiteó unos minutos más tarde de la intervención de Sánchez: “No es que no tenga corbata. Es que no tiene vergüenza quien trata de ocultar la inflación que arruina a los españoles con debates estúpidos”. En redes sociales, la polémica ha abierto dos frentes: por un lado, aquellos que, en oposición a la sugerencia de Sánchez, proponen como forma de protesta llevar corbata incluso en la playa. Por otro, aquellos como el que apunta la usuaria @vonlichtenkraut en una opinión bastante extendida entre el sector femenino: “Tengo amigas que tienen que ir al trabajo con rebeca en verano porque hay señoros con traje y corbata que necesitan tener el aire a 18°”.

Prescindir de la corbata ya no es un gesto disruptivo al tratarse de una prenda que cada día está más en desuso. Tal y como apuntaba el periodista y escritor argentino Martín Caparrós en un artículo publicado en este mismo medio titulado, precisamente, ¡Adiós, corbata!: “Símbolo de pertenencia de clase y de poder desde principios del siglo XX, el antaño inevitable trozo de tela va perdiendo presencia”. La corbata, que antes servía a quien la llevaba para marcar una pertenencia a un determinado sector social o, más bien, para desmarcarse del resto (del obrero, del campesino, del desempleado o de la mujer) poco a poco fue perdiendo esa función, para convertirse en un mero ornamento: “Sabrían que resultó decisiva la conducta de ciertos jefes de los entonces Estados Unidos, Francia, España, Italia”, escribía Caparrós, “si hasta ese momento era impensable que aparecieran en cualquier ceremonia oficial sin el trozo, en esos años lo impensable empezó a suceder y creó escuela, tanto que, poco después, la corbata era un gesto retro que muy pocos chistosos afectaban”.

Para Patrycia Centeno, periodista, experta en el estudio del lenguaje no verbal como herramienta de comunicación política y corporativa y autora del ensayo Política y moda: la imagen del poder (Editorial Península, 2012), el debate no es, como menciona Abascal, estúpido, pero sí insuficiente: “La medida no sirve de nada: el hecho de que un hombre se quite la corbata no conlleva un mayor ahorro de energía. Este gesto tendría que venir acompañado de otros gestos indumentarios y hubiese sido mejor intentar formar en un tema que es básico, que es que existen tejidos de temporada”. Centeno alude a la pérdida de conocimientos estilísticos que sí conocían nuestros abuelos y bisabuelos, como son el conocimiento de determinados tejidos orgánicos y naturales, como el lino, el algodón fino o la seda, para sobrevivir a temporadas más calurosas y lograr refrescarse. Prendas y tejidos que, como apunta la periodista, son idóneas para mantener la temperatura corporal al tiempo que favorecen que la temperatura exterior no penetre. En España, ninguna institución pública obliga por ley o norma a ningún representante público a llevar corbata, como bien recuerda Centeno: “Es un acuerdo tácito porque existe un uniforme diplomático occidental desde hace dos siglos y los cambios en este uniforme han sido ínfimos”. Al final, quien ostenta el poder, no necesita modificarlo.

El primer ministro japonés Junichiro Koizumi en un evento en el año 2005 en Tokio, cuando lanzó su campaña de ropa informal en un esfuerzo por ahorrar energía y paliar los efectos del cambio climático.
El primer ministro japonés Junichiro Koizumi en un evento en el año 2005 en Tokio, cuando lanzó su campaña de ropa informal en un esfuerzo por ahorrar energía y paliar los efectos del cambio climático. Koichi Kamoshida (Getty Images)

En 2005, el Gobierno nipón dio ejemplo al prescindir de la indumentaria tradicional en época estival buscando un ahorro energético con vistas a cumplir el Protocolo de Kioto. En aquel momento fue chocante para una sociedad conservadora acostumbrada al traje oscuro y la corbata para los negocios. Desde su Ejecutivo confiaron en que una vestimenta más ligera durante el húmedo y pegajoso verano nipón evitaría el uso desmesurado de los aparatos de aire acondicionado en los edificios, tanto de la Administración pública como del sector privado. El primero en dar ejemplo con la nueva medida fue el entonces jefe del Ejecutivo, Junichiro Koizumi, quien apareció vestido con un pantalón blanco y una amplia camisa azul de manga larga, con los faldones por fuera y exclamando “¡Qué cómodo es vestir sin corbata!”, nada más llegar a su despacho. “Este gesto fue mucho más allá de la corbata”, explica Centeno, “fue una cuestión de educación sobre indumentaria: se retiró la corbata, se retiró la pesada americana, las prendas que utilizaban eran de un algodón finísimo, además empezaron a vestir con prendas mucho más amplias para que el aire circulase”.

La corbata debería ser, por tanto, tan solo el comienzo de un largo proceso que podría suponer una revolución estilística masculina, como ha sucedido con la indumentaria femenina. Ese traje masculino impuesto hace dos siglos por la burguesía no ha variado apenas, mientras que las mujeres han ido haciendo revoluciones indumentarias al tiempo que hacían revoluciones sociales, a menudo, incluso apropiándose del armario masculino añadiendo elementos como los pantalones o el traje. Los hombres, por el contrario, no han hecho ninguna revolución y, si se ha hecho, tan solo se encuentra en los márgenes. “Los hombres también deberían dar pasos en ese sentido. Si nos ponemos a pensarlo, una falda es la prenda adecuada para el verano... pero ningún hombre se atrevería a llevarla, muchísimo menos al Congreso, ¿por qué? Porque todo lo que conlleve feminizar el atuendo masculino es bajar un escalón jerárquico, mientras que cuando nosotras nos masculinizamos a través de un traje, subimos ese escalón”, apunta Patrycia Centeno, que recuerda que, precisamente, el estudio de la falda la sitúa como una prenda masculina y viril, que tiene su origen en el imperio romano, “pero, claro, hemos asociado un determinado género a determinadas prendas, cuando las prendas nacen sin género”. Volviendo a la corbata, la periodista apunta que Pedro Sánchez podría haber propuesto llevar abanico, pero a ningún hombre en el Congreso se le pasaría por la cabeza abanicarse, porque se trata de un complemento con un fuerte componente de género.

Las altas temperaturas derrumbaron los protocolos durante la última cumbre del G7, celebrada en casa del canciller alemán Olaf Scholtz en los alpes bávaros, quien quitó la obligación de llevar corbata, dejando una estampa para el recuerdo el pasado 22 de junio de 2022.
Las altas temperaturas derrumbaron los protocolos durante la última cumbre del G7, celebrada en casa del canciller alemán Olaf Scholtz en los alpes bávaros, quien quitó la obligación de llevar corbata, dejando una estampa para el recuerdo el pasado 22 de junio de 2022.Thomas Lohnes (Getty)

¿Se pueden romper las estrictas normas de la indumentaria masculina? ¿Es posible librarse del traje? Solo si este símbolo de poder se sustituye por otro, como una sudadera gris. En este contexto, el traje sí ha iniciado un camino descendente si nos fijamos en cómo visten los poseedores de las grandes fortunas del mundo tecnológico, quienes han impuesto la sudadera y la informalidad sobre el encorsetado traje en un aparente desinterés por la moda, y también como forma de diferenciarse de los habituales trabajadores de cuello blanco que antes amasaban sus fortunas en Wall Street. “En Silicon Valley no darle importancia a cómo vistes es un mérito, un signo de que tienes cosas más importantes que hacer que preocuparte por lo que llevas puesto”, explica la socióloga Carrie Yodanis en su ensayo Vestirse (Alianza Editorial, 2021), en el que analiza las pautas que determinan cómo y por qué vestimos de una forma u otra. “Sin embargo, la capacidad de hacer como que tu imagen no te importa es privilegio exclusivo de aquellas personas cuya posición social es lo suficientemente elevada como para fingir que no les importa”, añade.

En comunicación política sí importa la indumentaria. O el gesto, regresando a la corbata. Pero algunos gestos pueden resultar transformadores. Además del caso de Japón, desde 2010, en Cuba el traje diplomático oficial es la guayabera, una camisa de algodón o lino y de uso informal que presenta cuatro bolsillos frontales decorados con jaretas y largos faldones que se llevan sueltos sobre el pantalón y que, pese a tener un origen campesino, se ha convertido en el uniforme transversal que lucen tanto mandatarios como celebridades. “En el mundo cada vez va a hacer más calor”, apunta Patrycia Centeno, “y es natural acudir a prendas que nos permiten resistir los embistes del clima”. Quizás, al final una revolución en la indumentaria no venga por una toma de conciencia, sino por una cuestión de necesidad.

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