Gelati Ernesto: la heladería en Valladolid que también ofrece tarrinas para perros
Piña con ginseng, coco con arroz o zanahoria morada y yogur son los tres sabores sin azúcar que un heladero en Valladolid comenzó a elaborar para los canes a quienes sus dueños siempre terminaban dando helado de persona
Barry jadea. El denso pelaje negro atrae calor y el frenesí del perrito también contribuye al sofocón. Los humanos también sudan y buscan refrigerio en la plaza Mayor de Valladolid, con oferta variada para las personas pero escasa para sus mascotas. En una de sus bocacalles, en los soportales de origen renacentista, está la solución. Gelati Ernesto, reza un cartel, junto a una advertencia: “¡Descubre los nuevos helados para perros!”. Las personas pueden elegir entre chocolate, limón, tarta de queso, stracciatella, oreo, yogur, fresa o turrón, entre muchas otras tentaciones azucaradas. Para Barry y compañía hay tres opciones: piña con ginseng, coco con arroz o zanahoria morada y yogur. Gustos poco aptos para el paladar del cliente bípedo pero deliciosos y nutritivos para los canes, ansiosos de alimentos refrigerados. El perrito olisquea la tarrina y tantea la cucharilla antes de lamer y lamer el producto, encantado, mientras sus propietarios se abalanzan sobre sus sabores predilectos.
A Luis Torío, heladero encargado del negocio, se le cae la baba. Este cliente perruno, un Pomerania, le recuerda a su Sarkozy, un ejemplar de la misma raza con quien pasó 19 felices años. Así, se deshace en mimos y atenciones sobre el animal, demasiado ocupado con su helado como para hacer caso. Torío se ha acostumbrado a este perfil de público, “entre 30 y 50 al día”, gracias a una reflexión que hizo hace apenas unos años. Gelati Ernesto abrió hace una década y era recurrente la escena de ver a compradores de los cucuruchos o tarrinas ofrecerles la crema helada a sus mascotas. “¡No les des, que la sacarosa no es buena!”, les exclamaba el experto heladero, pues los azúcares son perjudiciales para los cánidos. Un encuentro entre heladeros europeos le sirvió para hablar con otros colegas y sopesar cómo adaptar esta delicia veraniega para las lenguas y colmillos perrunos. “Fue de la manera más tonta, después de una cena. Hemos hablado con muchos veterinarios y nutricionistas especializados”, afirma Torío, quien cree que solo existen variedades como esta en Mallorca y en Canarias, además de la suya en Valladolid. “Son todo ingredientes naturales, con leche vegetal para que no tenga lactosa”, desgrana el autor, quien recomienda ofrecerlo con calma “y que los perros lo coman como nosotros, hay que dárselo despacio y que no se lo coman de un bocado, que no se pongan nerviosos”. Barry cumple y lo come civilizadamente, encantado al relamerse la nariz y los bigotes cuando se los mancha.
El heladero atiende en el establecimiento de la plaza Mayor vallisoletana, reconocible por una vaca a sus puertas, y enseña el taller del fondo del local, donde elabora el producto “con proporciones secretas” más allá de los citados ingredientes. Una nevera contiene decenas de tarrinas preparadas previamente para despacharlas rápidamente, muchas veces acompañadas de un capricho para las personas. El precio, el mismo: 3,20 euros en un helado básico. Pablo Molina y Beatriz Arcos, de 30 y 31 años, dan buena cuenta de su tarrina mientras se deleitan con la merienda de Barry, con quien suelen entrar en este negocio, pero para quien nunca habían pedido un helado. “Lo habíamos visto otras veces, pero no estábamos seguros, parece que le ha encantado”, sostiene Molina sobre el sabor elegido para su mascota, el de zanahoria morada y yogur. Vaya si le ha gustado, pues por un rato deja de ladrar y saludar a otros perros y se centra en la merienda.
Luis Torío detalla que el sabor resulta poco apetecible para las personas y que los clientes suelen comprar por mera intuición, sin saber del todo bien cuál de las tres posibilidades agradará más a su acompañante, pero de momento todo son comentarios positivos.
La veterinaria y especialista en nutrición animal Sara Martín valora esta idea “porque refresca y es una genial fuente de hidratación, los perros no tienen glándulas sudoríparas y, a veces, les cuesta beber el agua que necesitan”. La experta considera que estos productos pueden ser útiles para incorporar “componentes funcionales”, pero que como consumo esporádico tampoco necesitan extras especiales. Martín destaca especialmente que esta inventiva sirve para “estimularlos a comer cosas distintas, no solo pienso, para que no se aburran y tengan variedad”.
La también vallisoletana, conocida en redes sociales como My vet nutricionist, comprende que el heladero se escandalizara cuando veía a clientes dándoles a probar sus helados a las mascotas: “Los sabores para humanos muchas veces son tóxicos, como el chocolate, es muy grave. Son muy susceptibles, no hay una dosis segura”. Lo mismo con los gustos con toques de café, inapropiados por la cafeína, pero más recomendables los de fresa: “La fresa previene el alzhéimer canino”. Eso sí, sin azúcar, solo componentes naturales como esta fruta y la leche. Luis Torío afirma que solo usa leche vegetal para los helados caninos. Martín lo aprueba, pero añade que la leche de oveja o de cabra puede ser beneficiosa para los canes, no tanto así la de vaca: “Hay algunos muy sensibles y que les puede dar trastornos gastrointestinales”. Ella tiene una gata, así que no puede acercarse a Gelati Ernesto a probar, pero sí reconoce que si tuviera un perro le agasajaría con el helado: “Solo por no verle con la cara de pobrecito si yo me cojo uno, sobre todo llevando ingredientes buenos”.
Dos clientas se dirigen hacia Gelati Ernesto con la decisión tomada de refrescarse ellas y satisfacer a Ryu, también hambriento. Eva Martín y María Rodríguez, de 29 y 25 años, afirman ser “clientas habituales” y han optado por estrenar a su mascota en el arte del helado. “Lo hemos visto en TikTok y al pasar por delante otras veces”, anuncian. Las chicas miran la carta y una de ellas duda al revisar la oferta para los perros antes de decantarse por el de piña y ginseng: “Los sabores… mmmm…”, duda. Su acompañante despacha esos recelos: “¡Son sabores para los perros, no para ti!”.
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