Val Díez, vicepresidenta de la Academia del Perfume: “Hay menos maestros perfumistas que astronautas en el mundo”
Esta doctora en Farmacia reivindica el esfuerzo científico, tecnológico y sostenible que hay detrás de cada fragancia para conseguir un olor capaz de generar emociones. “Usan de forma general 1.500 sustancias, pero pueden llegar hasta 100.000″
Val Díez (Madrid, 56 años) posa rodeada de frascos pequeños en una estancia convertida en laboratorio para elaborar perfumes. Esta doctora en Farmacia, que dirigió la Agencia Española de Medicamento y Productos Sanitarios y fue secretaria del Plan Nacional sobre el Sida, lleva años dedicada a ese objeto como directora general de Stampa, la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética, y como vicepresidenta de la Fundación Academia del Perfume. “Yo venía del medicamento, pero si lo piensas, enfermos estamos solo a veces, mientras que la higiene y lo que nos ponemos sobre la piel es algo cotidiano. La primera vez que entré en un laboratorio lleno de personas con bata blanca que evalúan las materias primas, con armarios llenos de ingredientes clasificados y medidos, y toda la aparatología me preguntaba: ‘¿Cómo es posible que haya todo esto detrás y no supiera nada?”, explica.
Pregunta. Creo que muchos desconocemos esa parte científica. El perfume es emoción, nos vincula a momentos, pero no a batas blancas…
Respuesta. Es una industria racional, científica y un modelo de negocio exitoso, pero no la puedes desvincular de la parte creativa. En cuanto te enteras de que en el mundo hay menos maestros perfumistas que astronautas…
P. ¿Y qué hace falta para conseguirlo?
R. Todos pensamos que es importante tener olfato, pero además de eso hay que tener una vinculación entre la nariz y el cerebro, porque los maestros perfumistas son capaces de tener identificados y clasificados en su memoria miles de acordes. Y con toda esa información, construir algo distinto que sea capaz de transmitirnos una emoción. Usan de forma general 1.500 sustancias, pero pueden llegar hasta 100.000. A pesar de que veamos muchos perfumes, muy pocas de las creaciones llegan al mercado y, de las que llegan, apenas unas cuantas permanecen más de 15 años.
P. En la Academia de Perfume cada sillón lleva el nombre de una planta. Está el sillón narciso, el jazmín…
R. Cuando la creamos seguimos el modelo de las grandes academias, la de la Lengua, la Medicina, Historia… Identifica los mejores talentos de habla hispana en el sector y estamos muy orgullosos de ser la primera en todo el mundo. Basta con echar un vistazo a nuestra historia, que explica por qué somos una potencia en el mundo del perfume. Es el resultado de muchas historias y muchas épocas.
P. Dice que el perfume acompaña a la propia historia de la humanidad.
R. Hasta el propio nombre, del latín per fumare, evoca la forma que teníamos de conectar con los dioses, quemando algo para que lo recibieran y lo olieran. Eso lo sitúa desde el principio en un nivel muy elevado, porque no escoges cualquier cosa para contactar con tus seres amados, por eso ha estado muy vinculado al misticismo. Después hubo otro momento importante, cuando empezó a vincularse la enfermedad con el mal olor, así que el buen olor indicaba buena salud. Dejó de ser algo solo espiritual, para ser algo también relacionado con el bienestar, un factor que perdura hasta nuestros días. Y en el siglo XVIII, cuando descubrimos que en realidad primero estaba la higiene y luego el buen olor, la élite quiso atribuírselo y empezó a perfumar todo lo que le rodeaba: los guantes, las joyas, los vestidos… Era una manera de protegerse ante esas otras capas de la sociedad que no olían muy bien. De ahí el vínculo del perfume con el lujo.
P. ¿Por qué España es una potencia tan importante para este producto?
R. Está íntimamente vinculado con la naturaleza, y, por tanto, con las rutas comerciales. Cuando Colón decidió ir a la India y acabó en América, iba buscando especias y rutas con productos que aportaran valor e ingresos, y encontró esencias, plantas medicinales e ingredientes. Y seguimos viajando hoy en busca de ingredientes que no conocemos porque no nos basta con lo que ya sabemos. Eso hace del perfume algo muy complejo porque, por ejemplo, estructurar la producción de vainilla en Madagascar significa tener que interactuar con poblaciones locales a las que hay que respetar su modo de vida, la materia prima, sumarle nuestras condiciones de trabajo, el respeto a las mujeres, garantizar que los niños vayan al colegio, calidad y seguridad en la obtención de los productos...
P. Detrás del perfume hay naturaleza, pero también moléculas y la capacidad de sintetizar nuevos olores…
R. Sí, claro. Por ejemplo, todos sabemos a qué huele el mar. Pero ¿cómo le quitas el olor y te lo llevas? Para eso hubo un grupo de científicos y perfumistas que investigaron y diseccionaron moléculas con esas connotaciones hasta que encontraron, hace 30 años, el calone, la primera molécula con olor a brisa marina. Fueron los laboratorios los que hicieron real esa aspiración del ser humano. La combinación entre ciencia y tecnología también permite trabajar con las flores silentes.
P. Que son…
R. Flores que huelen, pero de las que no puedes sacar un aceite esencial, como la magnolia. Pero se puede reproducir el olor gracias a la tecnología. También se utiliza por motivos de sostenibilidad.
P. Sin naturaleza no hay perfume. ¿Cómo afecta el cambio climático al sector?
R. Si es algo que nos preocupa a todos, imagina a los perfumistas, pero han surgido nuevas aportaciones. Por ejemplo, las lavandas son unas plantas de secano y muchas de las plantas aromáticas son de origen silvestre que se adaptan muy bien al medio, con lo cual podemos mover cultivos que tengan interés para la perfumería en vez de otros cultivos muy intensivos en la utilización de agua. El sector de los cítricos, donde España tiene una industria enorme, ha aprendido a optimizar la utilización porque es una materia muy valiosa.
P. Ha dicho que la propia historia de España y su mezcla de culturas la hace única.
R. Sin duda, hasta en la autarquía que vivió España durante el franquismo hizo que surgieran empresas como Gal, Puig, Myrurgia y Dana, que empezaron a crear perfumes con materias primas a veces traídas de estraperlo. Eso creó unos cimientos para que luego, cuando se abrieron las fronteras, las multinacionales convivieran con las empresas nacionales. Hoy somos el segundo exportador mundial de perfumes, solo detrás de Francia y más que Estados unidos, Italia y Alemania. El sector de la perfumería y la cosmética generó un negocio de 10.400 millones de euros en 2023, un 12,1% más que el año anterior, y las exportaciones aumentaron un 20%. Antes de la covid parecía que la industria tenía un crecimiento orgánico, pero, tras la pandemia, hemos notado un crecimiento espectacular. Lo cual nos indica que el perfume es algo vinculado a la autoestima, a la vulnerabilidad, a la recuperación después de algo traumático.
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