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Alyssa Blackwell, la artesana de las escobas que cuestan desde 400 euros y se agotan en horas

La creadora estadounidense es una de las referencias mundiales en la fabricación a mano de escobas a través de su marca Hearth Craft Brooms. Ella defiende el poder ceremonial de utilizarlas más allá de adquirirlas como un objeto decorativo

Alyssa Blackwell, artesana de escobas.
Alyssa Blackwell, artesana de escobas.Leyre López
Lucía Bohórquez

Alyssa Blackwell llegó al mundo de las escobas casi por casualidad. Intentando salir de un momento personal complicado, el placer de crear algo con sus propias manos para reconectar consigo misma llevó a la estadounidense a interesarse por el arte de las escobas. “Soy autodidacta, así que exploré y experimenté mucho con los diseños, mezclando los tradicionales con algunos originales”, cuenta. Un interés inicial que se ha transformado en Hearth Craft Brooms, su marca de escobas manufacturadas nacida en 2018 con la que se ha convertido en una de las referentes mundiales en este tipo de artesanía, en auge en Estados Unidos en los últimos años. Sus escobas viajan desde la pequeña ciudad estadounidense de Eugene, en el Estado de Oregón, donde vive con su marido y sus dos hijos, a países como Francia, Brasil, España o Canadá, en donde sus nuevos propietarios son muchas veces reticentes a darles el uso para el que han sido fabricadas y que ella defiende como un proceso “ceremonial y de limpieza”, tanto física como espiritual.

Esta gurú de las escobas, que cuenta con más de 125.000 seguidores en su perfil de Instagram, participó en el cuarto encuentro global de artesanos Xtant 2024, que durante el mes de mayo se ha celebrado en Palma. En la capital mallorquina ofreció algunas clases y talleres sobre el arte que practica. La materia prima de sus creaciones es el llamado “maíz de escoba”, un tipo de sorgo bicolor que ahora se cultiva principalmente en México, pero que tuvo un esplendor agrícola importante en Estados Unidos, donde algunos agricultores lo están intentando recuperar ahora. Plantar el sorgo, recolectarlo y tratarlo es parte de su proceso creativo. Con él construye los cepillos, de distintos colores, que se atan y tejen con distintas técnicas a los mangos, que Blackwell adquiere a través de un colega que trabaja con un equipo forestal de limpieza y restauración. “Hay una enorme variedad de maderas recolectadas y recuperadas de los bosques de la zona”, explica. Encuentra inspiración y materia prima en los enormes sotos de Oregón y también en otros materiales, como el hueso, que incorpora en algunos de sus diseños para dar un aire diferente a los mangos tradicionales.

Blackwell no solo se centra en la madera como materia principal para los mangos, sino que ha experimentado también con otros elementos como la cerámica y el hierro fundido, como se puede comprobar en su catálogo de creaciones, que incluye escobas de varios tamaños y colores, así como cepillos de mano más pequeños. Para la parte del cepillo el material escogido siempre pasa por el sorgo. Para la artista, permite crear un abanico de cerdas “duradero y fácil de limpiar” que se desliza con un sonido rítmico por el suelo y evoca en su fisionomía a las escobas originarias de Estados Unidos, que se comenzaron a fabricar en el siglo XIX al calor de las plantaciones de sorgo que surgieron a lo ancho y largo del país. El proceso de creación puede ir desde las siete horas de un pequeño cepillo de mano hasta los días enteros que le puede implicar el diseño y la confección de algunas escobas, que se agotan en apenas horas en su tienda online por un precio que puede rondar los 400 euros de media y llegar a superar los 1.200 dólares. “Me gusta experimentar, crear nuevos diseños y jugar, así que no hay un estilo más común que otro”.

La artesana Alyssa Blackweel desea que sus clientes utilicen sus escobas, y no que sirvan únicamente como objetos de decoración.
La artesana Alyssa Blackweel desea que sus clientes utilicen sus escobas, y no que sirvan únicamente como objetos de decoración.Leyre López

Para algunos, es curiosa esta nueva ola de dedicarse a fabricar un utensilio que a lo largo de la historia ha arrastrado un estigma por su vinculación como elemento ritual de las brujas y el folclore que conlleva en las distintas culturas. “Las brujas eran mujeres que tenían su propia voz, económicamente independientes, curanderas y líderes espirituales de sus comunidades que comenzaron a experimentar toda la opresión, la discriminación y el odio en gran parte porque a los hombres en el poder y en la iglesia no les gustan las mujeres que tienen poder o influencia”, opina. Blackwell considera que esta percepción negativa ha cambiado en los últimos años porque las mujeres se han sacudido los estigmas y son, precisamente, independientes para desempeñar el papel que quieran en la comunidad. “Afectas a tu vida con tus pensamientos y eso es lo que es la brujería en pocas palabras”, sostiene.

La materia prima de las creaciones de Alyssa Blackwell es el llamado “maíz de escoba”, un tipo de sorgo bicolor.
La materia prima de las creaciones de Alyssa Blackwell es el llamado “maíz de escoba”, un tipo de sorgo bicolor.Alyssa Blackwell (

Uno de los puntos clave para su negocio es la creciente tendencia de los compradores a volver a lo natural, a lo hecho a mano, que implica una mayor durabilidad de los objetos. “Creo que no hay mucha conciencia sobre las escobas hechas a mano y el tipo de cerdas que utilizan. Se pueden conseguir escobas de maíz en los supermercados, pero están hechas a máquina, no son bonitas y no duran mucho. Quiero que las que fabrico tengan calidad de reliquia y eso significa que puedan pasar de generación en generación”, aspira esta artista. Según asegura, si la escoba se cuida correctamente y se limpia de forma habitual, puede llegar a durar hasta 40 años, con el añadido de que se puede reponer solo la parte del cepillo si se ha desgastado o no se ha conservado en condiciones.

Para la parte del cepillo de las escobas el material escogido siempre pasa por el sorgo.
Además de escobas, la artesana también realiza cepillos de distintos tamaños.Leyre López

Escobas de colores, con trenzados en el mango y madera talla, que se pueden preservar durante décadas y que se convierten en una obra de arte o en una pieza útil, dando la oportunidad a su propietario “de interactuar con el arte a diario en lugar de simplemente contemplarlo”. Esa es la disyuntiva para muchos de sus clientes, que dudan entre usarlas o simplemente colgarlas como piezas de decoración. Blackwell reivindica lo primero: “Los objetos que heredamos y que usamos a diario están conectados a los recuerdos de otras personas. Si tienes la porcelana de tu abuela guardada en una caja en el ático durante 364 días al año, no estás interactuando con el recuerdo de tu abuela y no estás experimentando esa alegría. Cada día tienes algo tan hermoso y tan especial con lo que estás conectado, ¿por qué no interactuar con ello todos los días?”. Para ella es tan sencillo como utilizar cosas en la vida diaria “que alegren, sean bellas y duren mucho tiempo”.

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Sobre la firma

Lucía Bohórquez
Colaboradora de EL PAÍS en las Islas Baleares. Periodista de la Cadena SER en Mallorca desde el año 2008, donde se ha especializado en temas de tribunales. Estudió Periodismo en la Universidad del País Vasco.
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