Errores y claves para una comunicación de pareja eficaz: el problema no es discutir, sino cómo se hace
Hay personas que prefieren callar para ahorrarse un mal rato, pero evitar conversaciones incómodas agrava los problemas y genera malentendidos. Hay que hablar y hay que saber hacerlo, para lo que los expertos recomiendan empezar por uno mismo, gestionando las propias emociones y pensamientos
“Llevamos 10 años juntos como pareja y no hemos discutido nunca”. Esto que puede sonar a algo bueno quizás no lo sea tanto. Un ideal en las relaciones es que todo fluya como el primer día, que todo sean risas, ilusión, paseos cogidos de la mano… Pero a poco que se haya tenido alguna experiencia de cierta duración, y más si se añade la convivencia, suele ser inevitable que surjan los conflictos y, con ellos, las discusiones. Una pareja que presume de no discutir resulta sospechosa porque genera dudas sobre si realmente jamás han tenido un conflicto (extraño) o si alguna de las partes está evitando las discusiones por miedo, quizás, a expresar su opinión, romper con el buen ambiente o a que en lugar de solucionar el conflicto este empeore.
“La mayor parte del malestar que atiendo en consulta de parejas surge de la incapacidad de gestionar correctamente los conflictos que nos plantea la vida, y la única herramienta sana de la que disponemos es nuestra capacidad para discutir. Así, aprender a gestionar conflictos significa aprender a comunicarse de forma eficaz”, cuenta el psicólogo Juan Muñoz, conocido en redes sociales como Psicologeria (en su cuenta de Instagram acumula 256.000 seguidores). Una comunicación poco eficaz está tras discusiones provocadas por malentendidos, del tipo que una persona está segurísima de haber dicho algo y la otra también lo está de que no lo dijo; o en disputas que incluyen frases como “nunca me escuchas” o “siempre igual contigo”. Porque el problema no está en discutir (al contrario, sirve para resolver discrepancias en la relación y hacer más sólido el vínculo), sino en cómo se hace.
Evitar conversaciones incómodas no parece una buena estrategia para solucionar conflictos, con lo que será cuestión de abordarlos mediante una buena comunicación. Un primer paso para aprender a hablar de manera que nos entendamos, consiste en detectar cuáles son los errores más frecuentes. David Gómez, psicólogo especialista en regulación emocional, relaciones afectivas y autor del libro Un viaje hacia el amor (propio) (editorial Urano, 2024), da unas primeras pistas de qué se hace mal. “Normalmente, nos ponemos a hablar con la otra persona en un momento inadecuado. Hablamos desde el dolor mediante acusación y terminamos polarizados: el ‘tú contra mí' no ha funcionado a ninguna pareja en la historia de la humanidad. La emoción de enfado toma el control y hablamos desde ella, en vez de aceptarla, pero sentarla de copiloto y decidir nosotros hacia dónde queremos llevar la conversación y el conflicto”, asegura. Por su parte, Muñoz añade que “el error fundamental es pretender imponer tu punto de vista sin tener en cuenta que la otra persona tiene sus propios valores, deseos y opiniones, y que estos pueden ser diferentes a los tuyos”.
Qué es mejor: ¿no hablar o hablar mal?
Ante el panorama de una mala conversación, habrá personas que prefieran callar y ahorrarse así un mal rato. Pero esto, que a corto plazo puede ser cómodo, esconde un riesgo: la persona calla y aguanta hasta el día que cae esa gota que le hace explotar y entonces habla pero posiblemente no de la mejor manera. “Esto refleja el ciclo de comunicación de muchísimas personas. Una vez han explotado, no se sienten orgullosas de ello, lo que favorece que vuelvan a callarse hasta que, otra vez, no puedan más. A veces parece un ciclo sin fin, pero realmente es algo que puede trabajarse y mejorar”, comenta Muñoz. El primer paso para romper con este ciclo es tener clara la idea de que “si es importante para ti, es importante y debes comunicarlo”.
Quizás esto resulte complicado para quien tiene una autoestima baja, ya que en esos casos la persona puede no atreverse a exponer el tema conflictivo por inseguridad en sus propias opiniones o por miedo al rechazo. Ante esta situación, según señala Gómez, o se produce el efecto gota que colma el vaso o se da el otro extremo, en el que la persona acepta todo lo que le venga de manera asimétrica y sumisa. “En un contexto de maltrato, imagina las consecuencias”, indica el psicólogo.
Otra dificultad que puede surgir ante conversaciones incómodas es tener miedo a no expresarse correctamente. En este caso, hay que tener presente que los errores existen, que está bien ser críticos, pero también compasivos con uno mismo, que se puede aprender de ellos y que se deben asumir y pedir disculpas cuando sea necesario. “Equivocarse forma parte del proceso de aprender a comunicarse”, comenta Muñoz.
Claves para comunicarse mejor
Hay que hablar y hay que saber hacerlo. De acuerdo. ¿Y qué se puede hacer para mejorar la comunicación? Muñoz, autor del libro Discutir es sano si sabes cómo (Bruguera, 2024), cuenta que hay que empezar por uno mismo: aprender a gestionar las propias emociones, pensamientos y a poner límites. Y luego no quedarnos anclados en la propia experiencia como verdad absoluta. “Entender que nuestra percepción de la realidad es diferente a la percepción de otras personas y que todas son igual de válidas, aunque no todas encajen en nuestro proyecto vital”, explica. A partir de aquí, el experto añade: “Póntelo fácil. Si vas a comunicar algo importante y sientes que se te van a quedar cosas en el tintero, apunta todo lo que quieres decir para que no se te olvide nada”.
Gómez señala también la importancia de elegir el momento adecuado: “Es cuando estamos con un nivel de activación bajito para no soltar el primer exabrupto que se nos pase por la cabeza. No pasa nada por posponer el conflicto a otro momento más oportuno”. También es importante prestar atención al otro desde la empatía, es decir, “escuchar para comprender, no para devolver la pelota con un raquetazo lleno de rabia”.
Heráclito, considerado uno de los padres de la dialéctica, opinaba que la contradicción no paraliza, sino que dinamiza, y Platón escribió sus obras como diálogos a través de preguntas que introducían dudas en los argumentos contrarios. Los grandes filósofos lo tenían claro: dialogar ayuda a pensar mejor. Pero nadie dijo que fuera fácil hacerlo. “A comunicar se aprende comunicando y a discutir se aprende discutiendo, así que comienza a pedalear hasta que te sientas cómodo haciéndolo”, recomienda Muñoz.
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