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El pequeño gran mundo de las miniaturas, un microcosmos de talento y creatividad más allá de las casas de muñecas

Meticulosas reproducciones a escala de muebles de época, dioramas con tantos detalles como un cuadro de El Bosco o platos de comida en versión diminuta conviven en el universo de las maquetas a pequeña escala, un sector en evolución donde la pericia y la paciencia van de la mano

Miniaturas
Una de las obras en miniatura de Fernando Setién.Bruno Carbonetto
Elena Muñoz

Pocas personas llegan a hacer de su afición de la infancia una forma de vida. David Iriarte no solo lo ha conseguido, sino que ha logrado ser uno de los mejores del mundo en su ámbito: las miniaturas. “Todo empezó en mi infancia, cuando fabricaba todo tipo de maquetas y enseres en madera en la carpintería familiar”, explica acerca de sus primeros pasos. Con solo 38 años se ha convertido en uno de los grandes referentes del miniaturismo dentro y fuera de España gracias a sus minuciosas reproducciones a escala de todo tipo de mobiliario, con especial peso de “los muebles ingleses y franceses de los siglos XVII y XVIII”, apunta Iriarte. El proceso detrás de cada pieza —creadas a escala 1/12, la medida estándar más habitual— es laborioso y no se limita a la fabricación como tal, sino que hay toda una etapa previa de investigación y preparación. Según detalla, todas las obras comienzan creando sus planos y un amplio reportaje fotográfico. “En ocasiones, los propios museos [donde se encuentran algunas de las piezas originales] colaboran”, asegura. El tiempo depende de la dificultad de las técnicas de ebanistería aplicadas, con piezas que implican más de siete meses de trabajo.

Igual que la caligrafía creativa, la costura o la cerámica se han convertido en aficiones en auge en una época donde el trabajo manual sirve como antídoto frente al estrés, el miniaturismo también tiene algo de terapéutico y de romántico. Se ponen en práctica laboriosas técnicas que pueden desaparecer más tarde o más temprano. Esa era una de las grandes preocupaciones de Cristina Noriega, miniaturista desde hace 47 años: “He sido siempre autodidacta y, aunque he impartido algún curso, me daba mucha pena que todos los conocimientos y técnicas que he ido adquiriendo a base de ensayo y error se perdieran, pero mi hija ha comenzado a trabajar conmigo desde hace dos años”, cuenta Noriega, enfermera de profesión. Comenzó realizando maquetas de barcos antes de pasarse a las casas de muñecas y asegura que todos sus muebles, aparatos y habitaciones son fieles réplicas de otros que están en palacios o museos. En muchos casos, realiza piezas bajo pedido, pero, en general, ella elige las obras que hace y cada año las presenta en ferias internacionales, como la de Chicago (EE UU), una de las más importantes del sector junto con la de Londres.

En la feria de Chicago también suele dejarse ver Fernando Setién para mostrar al público sus piezas. Él dejó atrás 26 años dedicado a la carpintería para volcarse por completo a las miniaturas de muebles hace un lustro. Pero, a diferencia de la obra de Iriarte, en su caso prefiere crear piezas contemporáneas, algo poco habitual que demuestra cómo el miniaturismo empieza a transitar hacia nuevos horizontes. Setién trabaja la madera maciza con técnicas propias de la fabricación convencional. “Intento aplicar el procedimiento de la fabricación de un mueble a escala real a la miniatura. El resultado final permite que la miniatura sea lo más realista posible”, apunta este microcarpintero de origen uruguayo y afincado en Barcelona. Sus muebles bien podrían formar parte de una casa actual, si no fuera porque las sillas tienen una altura de siete centímetros y las mesas una dimensión de unos seis centímetros. Los precios de las piezas, vendidas principalmente a través de internet a clientes de Inglaterra y Estados Unidos, oscilan entre los 400 euros de un armario ropero a los 135 euros de una silla de nogal tapizada en cuero.

Uno de los últimos trabajos en marquetería de David Iriarte, a escala 1/12. Se trata de un Buró Mazarin Luis XIV.
Uno de los últimos trabajos en marquetería de David Iriarte, a escala 1/12. Se trata de un Buró Mazarin Luis XIV.

De los muebles de época a la comida diminuta

Las miniaturas forman parte de una práctica antigua, pero en transformación, tal y como evidencian las nuevas corrientes que circulan por internet en torno a esta forma de artesanía. Las clásicas casas de muñeca de estilo victoriano y las maquetas de trenes cruzan nuestra mente al pensar en el miniaturismo, pero cualquier cosa es susceptible de recrearse en versión minúscula. En las redes sociales hay perfiles especializados que demuestran las posibilidades de este microcosmos más allá de lo tradicional y, de paso, descubren este particular universo a un público con una edad media mucho menor que la de los coleccionistas habituales. Desde aparatos tecnológicos hasta comida o plantas, la falta de destreza e imaginación son los únicos límites a la hora de encoger la realidad.

En la primavera de 2022, Stephanie Nguyen, junto a su marido y su hija, comenzó a compartir en TikTok e Instagram vídeos cocinando comida en miniatura. Una porción de pizza del tamaño de una uña, una hamburguesa que se sostiene con la yema del dedo, unos rollitos de salmón que cabrían en un dedal… recetas sencillas y otras más complejas que, muchas veces, se rematan con una lata de cerveza, también en tamaño reducido. La elaboración de los platos no difiere de los procedimientos habituales, pero se necesitan utensilios adaptados. “Encontramos las cosas en internet, en tiendas locales de manualidades, en la caja de juguetes de nuestros hijos… Si no encontramos algo, lo hacemos nosotros mismos”, dice la creadora de la cuenta. Toda la comida es real, por eso a veces lo complicado es “encontrar ingredientes en miniatura”, señala Nguyen. ¿La parte más difícil? Acertar con el punto de cocción de los minialimentos —”no hace falta decir que hemos quemado muchos platos”—, ya que su fuente de calor no tiene ajuste de temperatura. ¿Lo más fácil? “Lavar los platos cuando hemos terminado de grabar”, bromea. El éxito de esta curiosa tendencia no se limita a la esfera digital y ya hay programas de televisión centrados en la temática de la comida diminuta, como Tiny Food Fighter, una especie de MasterChef con platos en miniatura emitido en Estados Unidos en Discovery+.

Tampoco se amedrenta ante las dificultades técnicas Susana López del Toro, la periodista detrás del proyecto Biblioteca de Liliput. Su fascinación por las maquetas y dioramas también comenzó en la infancia. Afectada de fotosensibilidad desde niña, las largas tardes en casa despertaron su imaginación y su habilidad para las artes plásticas: “Siempre me han atraído las miniaturas, los objetos pequeños y los libros diminutos. De niña, mis juguetes preferidos eran los Hogarín y los muñecos Barriguitas, que cabían en la palma de la mano, y mis primeras lecturas fueron los cuentos de la colección Microbio, que eran unos tomos troquelados de solo cinco centímetros de alto”, recuerda de esos años infantiles de descubrimiento.

Pescadería ambientada en los años cincuenta y realizada dentro de una lata de atún de la misma época, una creación de Susana López del Toro.
Pescadería ambientada en los años cincuenta y realizada dentro de una lata de atún de la misma época, una creación de Susana López del Toro.Bruno Carbonetto

Después de varias décadas dedicada al periodismo, desde hace algunos años el trabajo manual de los dioramas ocupa todo su tiempo. Todo comenzó en 2009, cuando la Biblioteca de Castilla-La Mancha le ofreció exponer su colección personal de libritos en una sala del Alcázar de Toledo. La muestra fue un éxito y, 14 años después, López del Toro puede presumir de haber participado en más de 50 exposiciones en espacios culturales y comerciales. Las construcciones que realiza son como El jardín de las delicias de El Bosco, obras salpicadas de diminutos detalles escondidos, trampantojos, elementos que conviene mirar dos veces y objetos reciclados que disfrutan de una segunda vida gracias al ojo creativo de la miniaturista. “Soy yo quien se empeña en poner difícil las cosas porque siempre quiero ir un paso más allá. Cuando realicé El taller de Gutenberg me empeñé en cubrir el tercio inferior de las paredes con una piedra natural de pizarra rojiza similar a la de la cantera que estaba en Mainz, la antigua ciudad donde el primer impresor fundó su taller”, cuenta. Ante la imposibilidad de viajar a la ciudad alemana, buscó “algo similar en España” y se marchó hasta el cacereño pantano del Cíjara “para seleccionar piedrecitas”, que luego tuvo que tallar a mano para que encajaran. Tradición, técnicas artesanas y nuevas tendencias que descubren el carácter más lúdico de las miniaturas definen el horizonte próximo de un trabajo donde la pericia y el talento siempre serán requisitos imprescindibles.

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