Ojo a la trampa de la conciliación
La pandemia ha dejado a niños, ancianos y enfermos con menos apoyos que nunca, y el peso de sus cuidados recae sobre las mujeres. Para no retroceder décadas en igualdad urge que haya corresponsabilidad con los hombres y que el trabajo sea (de verdad) flexible, insisten los expertos. Solo lo conseguiremos poniendo recursos
La pandemia ha desnudado la fragilidad del modelo de cuidados español. Las familias con niños perdieron de la noche a la mañana dos de sus principales recursos de conciliación, las escuelas y los abuelos. Y las que tienen mayores o dependientes a cargo quedaron sin apoyos fundamentales como los centros de día o la ayuda a domicilio, o asistiendo con impotencia al drama que se producía en las residencias. En un sistema basado en el cuidado gratuito y a cargo de las mujeres, que absorben la demanda creciente, explica María Ángeles Durán, profesora de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Premio Nacional de Sociología, son ellas las que están salvando —como ya venían haciendo— la crisis, a costa de la sobrecarga de compatibilizar empleo, educación, tareas domésticas y cuidado.
La crisis de la covid supone un grave riesgo de retroceder décadas de avances en materia de igualdad, advierte un informe de la fundación Eurofound, por el considerable aumento de la participación de las mujeres en el trabajo no remunerado. “Las mujeres soportan un peso desproporcionado en el cuidado de los niños, que puede poner en peligro sus oportunidades laborales”, avisa el FMI. Antes de la pandemia, las mujeres con empleo a tiempo completo ya dedicaban de media 13 horas más a la semana que los hombres al trabajo no remunerado (27 frente a 14), según la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo de 2015, una carga que se ha intensificado. Para paliar los problemas, el Gobierno aprobó el Plan Me Cuida, que permite al trabajador pedir adaptaciones o reducciones de jornada o excedencias. Esta iniciativa es muy criticada por dejar su concesión a la voluntad de las empresas y por no contemplar medidas como permisos pagados para cuarentenas.
Pero la experiencia del confinamiento también es una oportunidad de avanzar en corresponsabilidad y flexibilidad, defendidas por los expertos consultados para que la conciliación de vida laboral y personal y los cuidados dejen de ser asunto de mujeres. En esas semanas aumentó la participación de los varones en el hogar, según varias encuestas. Y muchas empresas saltaron, aunque de forma improvisada, a modelos de organización más flexibles, principalmente con el teletrabajo.
1. El valor de los cuidados
Las mujeres dedican de media dos horas diarias más que los hombres a tareas del hogar y cuidado. A precio de mercado son más de 100.000 millones de euros al año, un 8% del PIB de 2019, según Analistas Financieros Internacionales. Pero como no computan, parecen invisibles. En nuestra escala de valores, explica Durán, del CSIC, solo se entiende como riqueza lo que produce dinero. Por eso el cuidado de niños, enfermos y ancianos recae en los que cobran menos, inmigrantes y mujeres. “Sería necesaria una revolución para poner los cuidados en el centro”, afirma. Para convertirlos en un derecho garantizado hacen falta recursos. Y para subir impuestos, una opinión pública concienciada. La pandemia nos abre los ojos a la importancia de los cuidados, tanto para el bienestar de las personas como para que la economía funcione, pero la socióloga duda de que, en plena recesión, sea suficiente.
Las Administraciones deberían asumir servicios como una red pública y gratuita de escuelas infantiles, centros de día y residencias, cree Constanza Tobío, catedrática de Sociología en la Universidad Carlos III. También, medidas de apoyo para el cuidado, como un permiso pagado de corta duración para enfermedad o, en el momento actual, cuarentenas. Este tipo de permisos figura en una directiva europea que el Gobierno debe aplicar antes de agosto de 2022, aunque la norma comunitaria no exige que sean remunerados.
2. De la conciliación a la corresponsabilidad
La ley contempla muchas medidas de conciliación que sobre el papel pueden usar tanto hombres como mujeres, explica Cristina Aragón, profesora de Derecho del Trabajo en la UNED. Pero en la práctica, ellas tomaron el 91,3% de las reducciones de jornada en 2019 (según la Encuesta de Población Activa) y el 86,96% de excedencias por cuidado familiar (según la Seguridad Social). Aragón habla de “medidas trampa” o “bumerán”: parecen una ayuda, pero acaban volviéndose contra las mujeres, percibidas por la empresa como menos comprometidas, lo que las penaliza en carreras y pensiones. “Es el mito de la libre elección”, dice Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres, una de las voces más activas en el campo de la conciliación. “Crees que eliges reducir tu jornada, pero si tuvieras un horario flexible, o tu pareja se encargara del hogar al 50%, no tendrías que hacerlo”.
Hay que cambiar el foco de la conciliación a la corresponsabilidad, afirma la socióloga Teresa Jurado, que coordina un proyecto europeo sobre el papel de los hombres como cuidadores. Un estudio similar en España concluyó que los varones solo toman medidas que aumentan su participación en el hogar si no merman sus ingresos, como la flexibilidad horaria. Dando un paso más, podrían funcionar permisos pagados para cuidar en casos puntuales, como enfermedad, solo para los padres, que si no se cogen, se pierden, propone Pilar Núñez-Cortés, directora del Centro de Estudios Sagardoy. Es decir, como los permisos de paternidad igualitarios, un paso importante para implicar a los varones en el cuidado y que las empresas empiecen a asumir que los hombres faltarán tras tener hijos. En el primer semestre de 2020, la Seguridad Social concedió 117.775 de estas prestaciones, con una duración de 12 semanas, frente a 112.990 prestaciones a las madres. Desde enero, ambas estarán equiparadas en 16 semanas. Falta por ver las medidas que se incluirán en la ley de tiempo corresponsable que prepara el Gobierno.
“Hemos crecido pensando que las mujeres cuidamos mejor, pero los estudios demuestran que es una cuestión de tiempo y de aprendizaje, no biológica, salvo la lactancia materna”, dice Núñez-Cortés. Coincide Constanza Tobío, que incide en que para el hombre cuidar de los niños es también un derecho, muy gratificante, que hasta hace poco se le ha negado por su rol de sustentador.
3. La palabra clave: flexibilidad
Poder entrar media hora más tarde para llevar a los niños al colegio o al abuelo al centro de día. Una bolsa de horas para necesidades puntuales recuperables otro día. Medidas así, en los sectores en los que sea posible, facilitarían la conciliación, sin un coste económico, aunque sí organizativo. Una cultura empresarial muy presencialista, una larga jornada partida, y un tejido productivo en el que el 99% de empresas son pymes lo complican. El reto es cambiar a un sistema basado en la confianza y el cumplimiento de objetivos. La flexibilidad y las medidas de conciliación “mejoran la relación laboral y el compromiso”, apunta Roberto Martínez, director de la Fundación Más Familia, que concede un certificado a las empresas con buenas prácticas en este campo. “Hay que cambiar la mentalidad del empresario, que vea que sirve para retener el talento”, abunda María José Álvarez, profesora de Derecho del Trabajo en la Universidad Pontificia Comillas.
La pandemia supone una oportunidad para “rediseñar el sistema productivo y laboral, articulando formas de trabajar más flexibles”, asegura Ana Bujaldón, presidenta de la federación de mujeres directivas y empresarias Fedepe. Un 59,7% de las compañías ha implantado el teletrabajo y horarios flexibles en la crisis, según una encuesta de Adecco. En 2019, apenas el 4,8% de los ocupados teletrabajó. Las ventajas del modelo: menos desplazamientos y estrés si un niño enferma. Los riesgos: estar todo el día conectado o que sea la mujer la que teletrabaje y cuide. “Es muy tentador, reduce mucho la necesidad de guarderías o servicios como el aula matinal”, advierte Tobío. Para evitarlo, coinciden los expertos, se ha de garantizar que no sea obligatorio ni al 100%. Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres, cree que la base debe ser la flexibilidad y confianza. “No sirve si están controlando con una aplicación que estés conectado y cumpliendo un horario”.
4. Menos niños, más tarde
El año pasado se registró en España el menor número de nacimientos de toda la serie histórica del INE, que comenzó en 1941. Las cohortes de mujeres en edad fértil son menos numerosas. En España cada vez se tienen menos niños y más tarde. Esto último es lo que preocupa a los expertos: la fecundidad va en caída libre. El indicador de hijos por mujer bajó el año pasado al 1,23, la cifra más baja en 19 años, según el INE. En Francia eran 1,88 en 2018, la más alta de la UE (Eurostat). La brecha entre la fecundidad deseada y la real es el problema. “La mayoría quiere dos hijos”, apunta Teresa Castro, demógrafa del CSIC, que augura que los datos empeorarán por la crisis de la covid. Tenemos una de las tasas de fecundidad “más bajas del mundo” y la conciliación es uno de los factores determinantes, sostiene: “Para tener hijos hace falta tiempo y dinero”.
El segundo motivo esgrimido por las mayores de 30 para tener su primer hijo más tarde de lo ideal, después de carecer de pareja estable, son razones laborales o de conciliación, según la Encuesta de Fecundidad del INE (2018). “Una vez alcanzada la independencia económica y se accede al mercado laboral, las mujeres quieren trabajar y promocionar. Y hace falta una oferta de conciliación que no suponga un freno”, sostiene Elisa Chuliá, profesora de Sociología en la UNED. Habla, por ejemplo, de políticas en las empresas y una buena red de escuelas infantiles. Y de que España invierte el 1,2% de su PIB en políticas de familia e infancia, frente al 2,3% de media de la UE, según Eurostat.
Albert Esteve, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona, recalca que el “gran freno a la fecundidad” es la tardía emancipación de los jóvenes (29,5 años de media frente a 17,8 en Suecia). Apunta que hay dificultad para salir de casa de los padres, formar una pareja y encontrar una vivienda y un buen trabajo. El primer niño se tiene a los 31,1 años, frente a los 25,3 de 1975. “Que la conciliación no esté bien resuelta es la estocada final de una carrera de obstáculos”, recalca, “especialmente para quienes ya han sido madres y saben lo difícil que resulta: el 40% de quienes querrían un segundo hijo no lo tienen por eso”.
5. Envejecimiento y dependencia
En España hay 2,85 millones de personas mayores de 80 años. El INE calcula que en tres lustros serán un millón más. El envejecimiento es un reto para un país en el que la dependencia descansa sobre los hombros de las familias. Más de la mitad de los beneficiarios de esta ley superan los 80. A excepción de las residencias, el resto de servicios implican necesariamente que alguien cuide en el hogar, tras el centro de día o la ayuda a domicilio, por ejemplo.
La principal prestación es la de cuidados familiares (31,5%), pese a que debería ser excepcional, según la propia ley. Hace 10 años eran más del 50% de todas las ayudas, ahora son el 30%. La perciben cerca de 444.000 personas. De ellas, unas 60.000 están dadas de alta en la Seguridad Social. Nueve de cada 10 son mujeres. “Sacrifican su independencia económica y su vida personal y laboral para cuidar. Están pendientes las 24 horas por una cuantía por debajo del umbral de pobreza [el máximo son 387,6 euros]”, explica la investigadora en políticas públicas e igualdad de género María Pazos Morán. Pide servicios públicos y universales. Más financiación.
La inversión en cuidados de larga duración equivale al 0,7% del PIB en España, según datos de Eurostat de 2017, frente al 3,7% de Holanda o al 3,2% de Suecia. El Gobierno promete una inyección de 600 millones en dependencia, sujeta a que haya Presupuestos. Pero la covid ha añadido más tensión al sistema, los cuidados recaen más aún en el hogar. “Aún no se han revertido los recortes de 2013 y no podemos esperar más. Más de 43.000 personas murieron de enero a septiembre esperando a ser atendidas o valoradas”, reclama José Manuel Ramírez, presidente de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales. Actualmente más de 380.000 personas aguardan por algún procedimiento. Son las familias quienes les atienden.
“Deben reforzarse la ayuda a domicilio o los centros de día. Y el apoyo a las cuidadoras, con formación y atención psicológica”, sostiene Joseba Zalakain, director del Centro de Documentación y Estudios SiiS. Una conclusión es unánime: para cambiar el modelo y orientarlo hacia la atención centrada a la persona hacen falta recursos.
Conclusiones
1
El modelo de cuidados español es frágil, basado en que es gratuito, femenino y totalmente elástico ante la demanda creciente.
2
Las mujeres cargan con el peso de los cuidados, tanto de niños como de mayores. Esto supone, cuando tienen empleo, una doble jornada.
3
Las medidas de conciliación clásicas se convierten en una trampa para las mujeres trabajadoras, que son vistas en las empresas como menos comprometidas. Esto repercute en sus carreras, sueldos y futuras pensiones.
4
La fecundidad está a la baja en España y las mujeres que tienen hijos aducen motivos de conciliación y laborales como unas de las razones por las que retrasan la maternidad o tienen menos hijos de los que desearían.
5
El sistema de atención a la dependencia, que aún no se ha recuperado de los recortes, sigue descansando en gran parte sobre las familias. Los cuidados en el hogar, que deberían ser excepcionales, siguen siendo la principal prestación otorgada a través de esta ley.
Recomendaciones
1 Situar los cuidados en el centro
Reconocer su valor social y económico, mejorar el prestigio y las condiciones de los cuidadores. Crear una red de servicios públicos universal y gratuita o a precios asequibles: escuelas infantiles, centros de días, residencias.
2 Fomentar la corresponsabilidad
Educar e incentivar que los hombres asuman las tareas domésticas en igualdad. Medidas que no mermen su salario y de titularidad exclusiva masculina.
3 Más flexibilidad de las empresas
Horarios flexibles de entrada y salida, bolsas de horas, jornada continua. Trabajar por objetivos.
4 Premiar a las compañías conciliadoras
Puntos en concursos públicos, incentivos fiscales o bonificaciones en la Seguridad Social.
5 Regular el teletrabajo con perspectiva de género
Evitar que sea al 100% para que las mujeres no se queden invisibilizadas, trabajando y cuidando en casa.
6 Más recursos para la dependencia
Aumentar la financiación, revertir los recortes y primar los servicios públicos a las prestaciones económicas. Reforzar la ayuda a domicilio y la atención a las cuidadoras familiares